Melilla suma su víctima mortal número 89 a causa del coronavirus. Una nueva tragedia que deja la pandemia que vivimos desde marzo del año pasado y que aún nos tiene atenazados.
Los nuevos casos de covid-19 siguen siendo mayores que el número de curados, no se logra doblegar la curva de contagios, y la situación epidemiológica de la ciudad sigue siendo de riesgo extremo. La cuarta ola de la pandemia llegó a Melilla cuando aún no se había sacudido de la tercera y la dinámica negativa continúa.
Las diferentes ordenes sanitarias impuestas en la ciudad no ha tenido el mismo impacto que en otras zonas del territorio nacional, donde la incidencia es mucho menos elevada que en Melilla, y no parece que factible que la inercia que hemos cogido vaya a cambiar.
Es cierto que las características geográficas y poblacionales de Melilla, con una densidad e población muy superior a otros territorios, juega a favor de la propagación del virus, pero aún así los datos son escandalosamente elevados si los comparamos con otras regiones.
La vacunación se está acometiendo a un buen ritmo, se está poniendo todas las dosis que se reciben, pero no es suficiente para detener los contagios.
Con el fin de estado de alarma a la vuelta de la esquina, la situación en Melilla puede complicarse mucho más. El decaimiento de las restricciones impuestas a nivel nacional y la posible incapacidad jurídica de Gobierno local para aplicar otras similares hace temer que el número de infectados se dispare tras el 9 de mayo.
El Gobierno central debería ser consciente del momento crítico que atraviesa la ciudad y actuar en consecuencia. Un plan de vacunación masiva sería la única opción rápida y efectiva para poder detener a un virus que no hemos logrado detener.