La torre de Pisa

La Delegación del Gobierno ha tramitado en nuestra ciudad 901 expedientes reguladores de empleo (ERTE) desde que empezó la crisis de la Covid-19. La gran mayoría (849) ya han sido resueltos, pero el lunes pasado quedaban aún pendientes otros 52. ¿Podemos estar satisfechos? De ninguna manera. Los trabajadores somos el eslabón más débil de la cadena y mientras haya un solo empleado sin cobrar, no tenemos nada que celebrar. La autocomplacencia es tóxica y más que ayudar, degrada.

Decir a estas alturas, cuando llevamos casi dos meses de confinamiento, que no hemos podido tramitar todos los ERTEs es imperdonable. ¿Qué ha fallado? ¿Cómo es posible que en otras comunidades hayan podido sacar adelante miles y miles de expedientes y nosotros nos atragantemos con 2.000? Estamos abiertos a escuchar explicaciones.

Quiero pensar que, sólo a veces, a nuestros gobernantes se les olvida que los de a pie necesitamos comer, pagar alquiler o hipoteca, luz, agua… Y para eso hace falta dinero o ayudas sociales… si vives en el Estado de Bienestar. Todo el que no ha cobrado su ERTE terminará en el Banco de Alimentos o en la ventanilla de los Servicios Sociales. ¿Compensa? No. La agilización de los trámites en el Servicio de Empleo Público nos sale más rentable que la avalancha de solicitudes de subvenciones en la Consejería de Bienestar Social.

Pero no todos los trabajadores afectados por un ERTE en Melilla han cobrado aún. Sabemos que en Madrid hay 566.000 empleados en casa con un expediente temporal de regulación de empleo; en Murcia son 75.000; en Andalucía, 460.000; en Galicia 233.000 y en Melilla, unos 2.300. Con que uno solo de ellos no esté cobrando, como todo el mundo a primeros de mes, la gestión sólo puede definirse como desastrosa. Así que menos flores y más responsabilidad.

De eso, de responsabilidad, puede dar lecciones Inés Arrimadas, que ayer apoyó la prorrogación del Estado de Alarma en el Congreso de los Diputados para que no nos ocurra como a los franceses, que han pasado de salir a la calle antes que los españoles a extender hasta finales de julio el estado de emergencia por el rebrote del coronavirus.

El jaque mate pastor de la líder naranja ha cogido a todos descolocados y ha forzado al PP a abstenerse para evitar tener que votar “no” junto a nacionalistas y Vox. Las reacciones dentro y fuera de Cs no se han hecho esperar. Incluso la cara visible de la corriente crítica apoyada por el presidente De Castro salió en Twitter defensa de la decisión de nueva lideresa porque las bisagras son pequeñas pero abren y cierran puertas, escribió.

Lo que Arrimadas ha hecho, ya lo hizo de alguna manera en Melilla el propio De Castro. Apostó por el cambio y cambió la historia de esta ciudad. Después puede haberse equivocado un millón de veces, y puede que me quede corta, pero el tripartito es mérito suyo. Pocos políticos llegan a presidente de una autonomía con un solo diputado. O tiene dotes excepcionales para la negociación o eran tantas las ganas de cambio que PSOE y CpM hicieron gala de una generosidad de la que hoy, probablemente se arrepienten.

Desgraciadamente ese cambio no ha conseguido frenar la trayectoria cuesta abajo que llevamos desde hace un tiempo en esta ciudad. Ahora, con la Covid 19, estamos directamente en caída libre. El tripartito no ha conseguido trasladar a la ciudadanía la sensación de estabilidad. Esto es como la torre de Pisa, está inclinada pero no se cae y sólo sirve para hacerse la foto.

Ninguno de los responsables políticos que hoy ocupan cargos públicos en nuestra ciudad pudo imaginar jamás que iba a ser sometido a una prueba tan exigente. Sólo queda pasarla, improvisar e intentar hacerlo lo mejor posible y siempre a la primera. Pero si se equivocan, lo ideal sería que dieran pico y pala y volvieran a intentarlo para remediar las cosas mientras tienen solución.

No es de recibo que a estas alturas haya ERTEs sin tramitar. La Administración no se puede convertir en una máquina obsoleta incapaz de adaptarse a las necesidades de los ciudadanos. Si faltaban manos habría que haber tirado de los trabajadores de los Planes de Empleo. Pero la burocracia no entiende de adaptación. Así nos va.

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