Todo o nada

Melilla ha endurecido las medidas para frenar los contagios de coronavirus, pero lo ha hecho a rebufo de las autonomías que van en la avanzadilla. Desde el pasado sábado en nuestra ciudad no está permitido fumar en la calle. Pero eso es algo que Galicia y Canarias prohibieron desde el jueves 13. Aquí la medida se tomó tras el consenso alcanzado por el ministro de Sanidad, Salvador Illa, con el resto de las comunidades. Estábamos mal, pero aún así aguantamos a que nos dijeran qué hacer.

Nuestras medidas son, en su gran mayoría, un corta y pega de lo que se hace en la península. La limitación de aforos en bares, en la calle y en los velatorios es de sentido común y se aplica en toda España. ¿Por qué se ha tenido que esperar a tener más de 50 casos activos para prohibir el botellón en la calle? ¿No estaba prohibido de antes? Hay ciudades en las que reunirse a beber alcohol en la vía pública está penalizado por ordenanzas municipales. Pero aquí nos va y nos gusta la barra libre. La permisibilidad se nos va de las manos.

Me sorprende, cómo no, la orden de desalojar las playas a partir de la una de la madrugada entre semanas y a las tres, los fines de semana. ¿Eso es una restricción? Los hosteleros de nuestro país tienen que cerrar a la una. ¿Qué diferencia hay entre reunirse en una terraza o hacerlo en la arena? No veo por qué el coronavirus es más peligroso cuando hay empleos que conservar de por medio.

Los primeros rebrotes de Covid-19 han cogido a nuestro flamante súperconsejero de Salud Pública desaparecido en combate y así nos va. Hacemos lo que hacen todos, pero no hemos sido capaces de anticiparnos en nada. ¿A esto le llaman responsabilidad? Menos mal que las competencias sanitarias no están transferidas, si no, íbamos a tener que lamentar la frivolidad de quienes nos gobiernan.

Se toman las medidas, es cierto, pero cuando uno sale a la calle en Melilla da la impresión de que la gente no se ha enterado de que hemos tenido una recaída. Hay carreras de coches en Horcas Coloradas, puñaladas en el Rastro, broncas en el Paseo Marítimo y la gente, en la calle, como si nada estuviera pasando. ¿A qué esperamos para sacar campañas agresivas de publicidad que alerten a nuestros vecinos de que nos jugamos muchísimo si tenemos que volver al confinamiento? ¿También vamos a ahorrar en esto? ¿Otra vez vamos a pedir a los medios una rebajita?

A este paso tendremos que confinarnos por la falta de seguridad en nuestras calles y no por el coronavirus. ¿Y saben qué? No veo que el Gobierno local reaccione. El entorno de la Plaza de España, las inmediaciones de la Asamblea y la Delegación del Gobierno, huelen a pachorra, a desidia, a qué le vamos a hacer; a que sea lo que Dios quiera.

Me temo que nuestros políticos no están en lo que tienen que estar. Los vecinos de la Plaza de Toros ya no saben cómo hacerles llegar su hartazgo y en el Gobierno no se enteran. Evidentemente esto irá a peor.

No hay forma de contener la propagación de un virus que a muchos se les ha olvidado que mata. Siguen pensando que eso no me pasará a mí ni a los míos, hasta que el coronavirus les rompe los planes y los mete en la UCI.

Viendo la sangría de empleos y la terrible crisis económica que el coronavirus ha dejado en esta ciudad, nuestros políticos deberían ser los primeros en tomar la iniciativa. Mejor pecar de restrictivos, que de superficiales. Y si vamos a ser estrictos, mejor con la gente de la calle, que con los empresarios, que bastante hacen con levantar la persiana a diario. No está la cosa para reventarlos a inspecciones.

De la frontera ya ni hablamos. Sigue cerrada a cal y canto y esto va para largo. De Nador nos llegan noticias de que la cosa se está poniendo fea. Esa provincia debe mucha de su riqueza a Melilla y el cierre de Rabat, secundado por España, la está asfixiando. La gente está muriendo, según nos cuentan, y, además, está pasando mucha hambre.

Marruecos está dispuesto a llevarse por delante la población flotante de Nador que vivía del porteo con tal de asfixiar a Melilla. Del otro lado de la frontera, la vida no vale nada.

No nos ha hecho falta abrir Beni Enzar para ver cómo se dispara la delincuencia en nuestra ciudad. Los teníamos aquí dentro y no queríamos reconocerlo. Guardia Civil, Policía Local y Nacional no dan abasto para contener la criminalidad. Estamos jodidos y la delegada del Gobierno sigue en modo avión. Y lo hace porque la oposición se lo permite. El PP y Vox también están en modo avión. No se les oye. Y no digo, con esto, que no trabajen. Digo que no se les ve. Mucho me temo que también se han ido de vacaciones. Sinceramente no creo que se las hayan ganado.

Tan acostumbrado está el PP a gobernar que se les ha olvidado cómo se hace oposición; cómo se pone en jaque a un gobierno. Siguen con la pose estirada de cuando tenían despacho en la Asamblea y sueldos de apaga y vámonos a Marbella. Señores, hay que sacarse la espada del culo y pisar la calle. Tienen que dar el callo por el bien de Melilla.

Es cierto que hay algunos políticos del tripartito que dan la talla, pero la cosa no está para medias tintas. Hay que exigirles el todo o nada.

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