Cultura y Tradiciones

Toda una obra artística alrededor de Melilla

Carlos Baeza (Melilla, 1962) es, junto al ex entrenador de baloncesto Javier Imbroda, el galardonado este año con la Medalla de Oro de la Ciudad por sus múltiples dibujos y cuadros que han permitido exportar todo el caudal de Melilla por toda España e incluso fuera de las fronteras.

Él asegura que nació “con los lápices debajo del brazo” y que, ya de pequeño, sus padres le regalaban instrumental de dibujo y en clase ya lo elegían para decorar la pizarra por sus dotes artísticas.

En el instituto, ya tenía clara una vocación que cumplió en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, pero, como creía que no podría ganarse la vida con ello, comenzó a ejercer como profesor de Dibujo Técnico en el IES Enrique Nieto, y ya van 33 años ejerciendo.

Ello le ha permitido, además, según cuenta, poder ser su propio mecenas y liberarse de todo tipo de condicionantes, tanto de la moda, como comerciales o los que imponen las galerías.

Además, el dibujo técnico le sirve también para sus obras artísticas, puesto que aplica a ellas “una base técnica muy rigurosa” en cuanto a perspectiva o composición. En ese sentido,Baeza afirma tener “la mente dividida entre lo cartesiano y la nebulosa artística, más libre, más diabólica”.

Cuando se le pregunta por la descripción de su obra, el autor la califica como “realismo idealizado”, ya que no pretende “redibujar fotografías”, sino “que sea algo más emocional, más anímico”, con el propósito de “idealizar la realidad”, especialmente de una ciudad como Melilla que le “fascina” y que abarca buena parte de su obra.

Hace un par de años, publicó La ciudad de las cúpulas, una antología de sus más de 300 obras realizadas desde 1976, cuando comenzó a pintar. Es un arte, continúa, “muy meditado”, de mucha “concentración y detalle”, hasta el punto de que un dibujo le lleva alrededor de un mes y en pintar un cuadro puede tardar hasta diez.

Si tuviera que seleccionar dos de sus obras, serían ‘Cala Blanca’, sobre un trozo de la costa marroquí más próxima a Melilla, y ‘Metropol’, del edificio, al principio de la Avenida Juan Carlos I Rey, donde hace años se encontraba el bar del mismo nombre. Según calcula Baeza, de hecho, la mitad de su obra está relacionada con la cúpula que lo corona.

Hay que puntualizar, no obstante, que el volumen se divide en dos bloques: el primero son las cúpulas en sí mismas y el segundo versa sobre otras obras que representan retratos, desnudos, objetos o animales.

El prólogo del libro es un artículo que el poeta Miguel Fernández publicó en un periódico sobre una de las exposiciones en las que participó Baeza, quien, pese a todo, puntualiza que nunca se ha prodigado en exceso en ellas. Además, hay otros textos de “amigos” suyos como el cronista oficial de Melilla, Antonio Bravo, o el presidente del Archivo Histórico de Melilla, Vicente Moga, y cada dibujo o pintura está acompañada de una pequeña explicación “técnica-poética-lírica” de lo que significa para él.

Dentro de la riqueza cultural de Melilla, a Baeza le resulta especilmente significativo el modernismo, que cree “equiparable al de Barcelona” aunque sea, salvo lo realizado por Enrique Nieto, “pobre”, como él lo describe. El artista cree que hay que hacer todo lo posible para conservar este patrimonio, porque es “el tesoro más grande” que se puede exportar a nivel turístico.

Parte de su obra también gira en torno a Melilla la Vieja, con vistas desde sus fachadas o aproximaciones desde La Marina o desde el Mar, e igualmente ha dibujado cuadros sobre lo que él llama la “Melilla industrial”, como, por ejemplo, el Cargadero o el Puente del Mineral, símbolos de “una Melilla pujante en los años 20-30” del siglo pasado cuando mucha gente vino atraída por la “riqueza por explotar” y para hacerla próspera mediante su expansión fuera de las murallas y con la creación de “una leve burguesía”.

En cuanto a la concesión de la Medalla de Oro de la Ciudad Autónoma, Baeza resalta que no cabe en sí mismo de felicidad y, además, como no se lo esperaba, la alegría ha sido aún mayor. “Me llena de orgullo este reconocimiento”, prosigue el artista y profesor, para quien otro motivo de satisfacción es la unanimidad política que ha habido en torno a su elección, ya que “dice mucho de la idea que la gente tiene” de él. Se trata, al fin y al cabo, del reconocimiento a su “labor de tantos años de artista y de difusor de la ciudad”, punto este último sobre el que afirma que mucha gente ha venido a Melilla para conocerla tras ver su obra.

Desde la publicación de La ciudad de las cúpulas, ha seguido trabajando y, según cuenta, cuando llegue a la “senectud”, recopilará todo lo nuevo que haya hecho hasta entonces, aunque quizás no sea la segunda parte de se libro, sino que se englobe como la totalidad de su legado artístico. Eso es algo que ya se verá, en todo caso, porque no sabe si será editado por él, o por sus hijos, o por otra persona que se interese por su obra.

Por el momento, Baeza disfruta de un merecido premio junto con Javier Imbroda, de quien quiere acordarse, ya que “desgraciadamente” no podrá disfrutar de la alegría que a él lo embarga. Pese a todo, transmite sus “felicitaciones” a su familia.

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