Tiempos para ser grandes

Hace unos días se hizo viral un vídeo de un agente de la Policía Nacional de Melilla que medió para que los ciudadanos marroquíes atrapados en nuestra ciudad tras el cierre a cal y canto de la frontera por parte de Marruecos entendieran que éste no es el momento de enfrentarnos los unos a los otros sino de ayudarnos. Las palabras del subinspector Rachid, pronunciadas en árabe, circularon por las redes sociales españolas y marroquíes hasta llegar a La Sexta, una cadena de televisión nada sospechosa de hacerle la pelota a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.

Casualmente, las imágenes virales duraron muy poco en la provincia de Nador, donde fueron censuradas aduciendo a supuestas exigencias del propietario del vídeo. Vaya, por Dios, quién va a creerse a estas alturas que Marruecos lleva a rajatabla lo del respeto a la propiedad intelectual. Podrán decir lo que quieran, pero todos sabemos que la escena de un subinspector de la Policía de Melilla dando muestras de comprensión y empatía ante personas abandonadas a su suerte por su propio país, no encaja con la imagen que determinados sectores marroquíes-antiespañoles quieren vender de nuestros agentes.

¿Cuántos vídeos han circulado por Marruecos denigrando la labor de nuestra Policía Nacional? ¿Cuántos de esos vídeos han sido censurados? Ahí lo dejo. Eso sí, no quiero desaprovechar la oportunidad de mostrar el rechazo que sentimos hacia esa maquinaria del fango quienes sabemos que los agentes que protegen nuestras calles no se merecen esa difamación. Nos protegen y hoy somos conscientes de la inmensa labor que realizan siempre. Ante la insensibilidad de quienes dejaron atrapados en Melilla a un centenar de compatriotas, las palabras del subinspector Rachid son casi de obligado cumplimiento: “Tenemos que ayudarnos”.

Y justo eso es lo que estamos viendo a diario en nuestra ciudad. Las pocas empresas que quedan en pie en Melilla se están volcando con el personal sanitario y con los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Nunca antes habían recibido tanta solidaridad. Y esto pasa porque hoy somos conscientes no sólo de la letalidad del virus sino de que ahí fuera hay un puñado de valientes jugándose el tipo por nosotros. El coronavirus mata y en la calle hay gente trabajando a la que hasta ahora no les habíamos reconocido la inmensa labor que realizan. Ése mensaje, claro, nos ha llegado a todos.

Esos valientes han sido objeto estos días de gestos solidarios que han llegado desde el Colegio Oficial de Abogados e Melilla o desde la Promotora constructora SherMar. Pero la solidaridad también llega desde Mercadona, una empresa que sigue demostrando que se toma muy en serio su responsabilidad social corporativa. Justo ayer leíamos que la cadena de supermercados del empresario valenciano Juan Roig ha donado 8.000 kilos de productos a los Bancos de Alimentos de Melilla y Ceuta. Esto, en mi opinión, se llama compromiso. Porque Mercadona no sólo está comprometida con sus trabajadores, a los que garantiza contratos fijos, sino también con las personas necesitadas de las dos ciudades autónomas. Y ahora, cuando estamos a punto de batirnos el cobre con una crisis económica de las gordas, es cuando se ve quién ha venido a nuestra ciudad a hacer caja y a llevarse el dinero fuera y quién ha venido para comprometerse y quedarse. En los momentos difíciles es cuando se sabe de verdad quién está con nosotros y quién no.

Me gusta que lleguen las ocho de la noche para escuchar los aplausos de mis vecinos, pero me gustaría aún más que ese batir de palmas se concretara en reivindicaciones. Nuestros sanitarios agradecen el homenaje sincero de nuestra gente, pero lo que de verdad quieren los médicos, enfermeras, celadores, administrativos y auxiliares, entre otros, es un puesto de trabajo fijo para los que hoy son interinos. No nos va a costar más dinero porque ya están cobrando sus sueldos, pero si lo reclamamos para ellos, tendrán la certeza de que la exposición al contagio y el sacrificio no ha sido en vano. Ha merecido la pena porque además de salvar vidas, han podido consolidar su plaza. Y si además les damos una paga extra como la de 1.500 euros que han anunciado, por ejemplo, en Francia, ya sería miel sobre hojuelas.

Pero en España se nos va la fuerza por la boca. Somos más simbólicos que pragmáticos. Aquí, aplausos y más aplausos, pero nadie afea al Gobierno central que reparta en las comunidades autónomas mascarillas no homologadas a los médicos. Los errores de gestión de esta crisis son de bulto, pero nosotros, los de a pie, llegamos hasta donde podemos llegar: hasta los aplausos.

Hoy esos aplausos son para las empresas y colegios oficiales que llevan cena gratis a médicos y agentes de las Fuerzas de Seguridad; para ese policía nacional que ha pedido que nos ayudemos entre todos y para Mercadona, por acordarse de los que menos tienen; de los que ya han empezado a pasarlo mal y dependen del Banco de Alimentos para poder sentarse a la mesa. Gracias, de corazón. Gracias.

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