Un artículo de ‘The Guardian’ ha despertado una primera reacción iracunda de nuestra senadora María del Carmen Dueñas sobre la imagen deleznable que, según ella, da el periódico británico de nuestra ciudad.
El artículo en cuestión, bajo el título ‘Melilla: secretos sucios de Europa’, es un crudo relato del trato que se ha dispensado a los inmigrantes en esta ciudad desde que comenzaron a llegar, procedentes primero del resto de África y después de otros lugares, como Pakistán y la India, a partir del primer lustro de la década de los 90.
Se refleja por tanto una historia muy larga que tuvo sus momentos recientes más crudos y sangrantes en el otoño de 2005, cuando 11 subsaharianos murieron en el intento de cruzar las vallas de Ceuta y Melilla, sin que, desde entonces, por vergonzoso e increíble que resulte, nadie, salvo Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos, aunque sin éxito alguno, hayan movido un dedo para que se investigara lo sucedido y se depuraran responsabilidades.
Hoy podemos rasgarnos las vestiduras por lo que pasó y lamentar que caiga como una losa sobre la imagen de esta ciudad nuestra, en la que confluyen muchos paisajes y muchas realidades; pero la historia ya no la podemos cambiar, como no podemos cambiar que fuera el Gobierno Zapatero el que abandonara a su suerte y en muchos casos a la muerte a cientos de inmigrantes, eufemísticamente se dijo repatriados a Marruecos, y como no podemos cambiar tampoco que Aznar utilizara a países pobres mercenarios para abandonar también a su suerte y quien sabe si a su muerte a otros tantos inmigrantes que fueron conducidos dopados, a esas naciones donde, previo pago, acabaron hacinados y tratados en muchos casos peor que animales.
Podemos tomarnos el artículo como un ataque a nuestra imagen o como un aldabonazo ante Europa, en ese triste papel de cancerbero frente a la inmigración que decidió asumir España y en el que a Melilla se le otorgó el trabajo más sucio y conflictivo por nuestra condición de primera barrera y tierra de frontera.
La publicación hace una descripción amplia a la que le falta contraponer una realidad actual muy distinta a la de los tiempos conflictivos y sangrantes que convirtieron el antiguo Hospital de Cruz Roja en una especie de mazmorra y que luego hicieron posible que la Granja Agrícola fuera un deshumanizado ‘Camp’, en el que se imponía la desesperación y la ley del más fuerte.
En aquellos tiempos ya me dedicaba yo a este oficio de escribir esta misma columna y cuando solicitaba que se abriera un centro de acogida de inmigrantes que al menos abordara la situación con un mínimo de dignidad, siempre se contestaba, coincidentemente, desde PP y PSOE que eso sería promover el efecto tam-tam.
Al final, fue con el PP, en los tiempos de Manuel Pimentel, cuando se inauguró por fin el CETI, que pronto quedó desbordado, rodeado de chabolas y saturado sin que las autoridades gubernativas a las que les tocó enfrentar la situación hicieran nada hasta que el Gobierno nacional gestionó según sus intereses.
Poco importó la tensión que ello pudiera imprimir a Melilla, el impacto que esa inacción pudiera tener en la ciudad. Todo volvió a soportarse con estoicismo e impotencia pero, afortunadamente, sin conflictos, a diferencia de lo sucedido en Ceuta, donde la olla a presión que las circunstancias provocaban sí terminó explotando.
Esa realidad no la podemos olvidar ni ocultar, está ahí, y Europa la consintió como consintió la solución ‘progresista’ del Gobierno Zapatero con la deportación a la muerte y el desierto de los abandonados ‘repatriados’ a Marruecos, o el pago de la acogida mercenaria por parte de pobres dispuestos a sacar beneficio de otros pobres.
De qué nos asustamos o es que la amnesia ya no nos deja ver que en estas cosas, mal que nos pese, Europa no puede ser un cómplice feliz que además no sea capaz de atender la realidad de nuestras dos ciudades. Su política es la nuestra en cuestión de inmigración, y lo que se haya hecho es también culpa de Europa y del resto de los europeos. Tienen que enterarse aunque la literatura del artículo sea excesiva o incompleto su texto en la comparativa sobre lo que pasaba antes y lo que pasa ahora, que sin ser tan espectacularmente sangrante también esconde mucho intríngulis: Para poner un ejemplo, sirva la situación carcelaria que viven y padecen los bengalíes sin que la izquierda cosmética haga nada para auxiliarles.
Respecto de los menores marroquíes, recordemos que la política oficial aquí era la misma por parte de PSOE y PP –no querer ver, no querer promover el supuesto efecto tam-tam- hasta que la realidad impuso que se variara, con la creación de centros de acogida que, a la postre, se han convertido también en un yacimiento de empleo donde los afines a los que gobiernan siempre tienen más facilidad para colocarse.
En suma, que el artículo de ‘The Guardian’ escuece pero tanto como algunos capítulos de nuestra propia historia.
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