Editorial

Terrible desgracia en Marruecos

Nos desayunamos ayer con la terrible noticia del tremendo terremoto que ha devastado el sur de Marruecos con especial virulencia en la zona de Marrakech, una ciudad que recibe más de dos millones de visitantes al año. A la hora de cierre de la Redacción eran más de mil los muertos registrados, una cifra que podrá aumentar en los próximos días cuando se empiecen a inspeccionar las miles de viviendas destruidas. Además, también son bastante más de mil los heridos, setecientos de ellos graves.

La desgracia se ha cernido sobre Marruecos en una zona que, según los expertos, no parecía muy propicia a registrar seísmos de esa magnitud. Sin embargo, el temblor ha sido espectacular, el mayor que se recuerda desde el que ocurrió en Agadir en 1960, que arrasó toda la ciudad. Allí también se notaron los efectos del terremoto, que ha tenido como veinte réplicas a lo largo de este sábado.

Al enorme impacto que supone un seísmo de esa categoría hay que sumar, además, en Marruecos, la precariedad de las construcciones en la zona profunda, en los poblados del interior donde apenas si las casas tienen ladrillo; son espacios hechos de adobe que se han venido abajo a la menor vibración llevándose por delante a sus ocupantes.

Nuestro vecino país está viviendo momentos desesperados, como ya ocurrió en Alhucemas en 2004, cuando perdieron la vida 628 personas y otras 926 resultaron heridas, quedándose más de 15.000 marroquíes sin hogar. Los fallos organizativos, la ausencia de sistemas asistenciales, fueron ampliamente criticadas por los propios marroquíes.

Hay incluso analistas políticos que entienden que el movimiento revolucionario contra “la corrupción y la tiranía” que surgió en ese punto de Marruecos con el levantamiento del 20 de febrero de 2011 en la propia Alhucemas, no se hubiera producido sin los estragos que siguieron al terremoto de 2004.

Ya se ha informado de que los hospitales de las zonas afectadas por el seísmo están colapsados y las imágenes lo dicen todo: personas encamadas en medio de la calle y sanitarios absolutamente desbordados por la situación. La situación asistencial evidencia de nuevo grandes carencias.

Y mientras, la comunidad internacional se ha volcado en expresar sus condolencias por lo sucedido y en ofrecer su apoyo y colaboración en cuestiones tan básicas como aportar equipos de rescate, entre otras muchas. Melilla ha sido una de las primeras ciudades en ponerse a disposición de lo que necesiten allí las autoridades marroquíes y eso dice mucho de la solidaridad y el altruismo de los melillenses, cuyos bomberos ya estuvieron colaborando en Alhucemas hace ya casi dos décadas.

Esperemos que los daños sean los menos posibles, que haya una buena organización de la ayuda humanitaria que llegará al vecino del sur y que sus autoridades impidan cualquier intento de corrupción con la colaboración internacional.

 

 

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