Este veterano pívot, que el 21 de junio cumplirá 33 años, se erigió en líder azulino en la eliminatoria final ante Peñas Huesca. Admite que sufrío altibajos a lo largo de la temporada, pero que la presión del míster le sirvió de acicate: “Yo he sido mi peor crítico”.
Si hubiera que elegir un nombre propio que aglutinase el éxito conseguido por el Melilla Baloncesto en la serie final de ascenso a la ACB, ese sería -sin duda- el de Eduardo Hernández Sonseca. Este veterano pívot, que el 21 de junio cumplirá 33 años, se erigió en líder azulino en la eliminatoria final ante Peñas Huesca. El de Aranjuez destapó su mejor baloncesto en el momento idóneo, firmando unos números a la altura de los más grandes y aportando una serie de intangibles, tanto en defensa como en ataque, que refrendan sin lugar a dudas la gran apuesta económica que se hizo por él a principios de temporada.
Este trotamundos del básquet, que creció baloncestísticamente en la cantera del Real Madrid y se fogueó en clubes como Joventut, Bilbao, Gran Canaria o Valladolid, nunca temió embarcarse en proyectos “exóticos” que le llevaron a desarrollar su profesión en sitios tan dispares como Irán, Guinea Ecuatorial o Venezuela, su último destino antes de mudarse a la ciudad autónoma.
Edu, enhorabuena ante todo. Esto, aparte de una alegría, ha supuesto un gran alivio, ¿no es cierto? ¿Cómo se ha gestionado la presión de ser favoritos al ascenso desde comienzos de temporada?
–Muchas gracias. La verdad es que sí, que ha sido una alegría inmensa para todos nosotros. Especialmente sabiendo lo que significa para la ciudad y, desde luego, mucha más satisfacción que alivio. Alivio tan sólo en el aspecto de, por fin, haber conseguido el objetivo que estaba marcado a principios de temporada; pero desde el principio éramos muy conscientes de lo que se esperaba de nosotros. Gracias al trabajo realizado por todos desde las primeras jornadas conseguimos llegar a la Copa Princesa, una de nuestras aspiraciones, pero no pudimos refrendar la machada con la consecución del título, pese a que estuvimos a punto. Pero después de ese mal sabor de boca nos repusimos, y sabíamos que el ascenso se podía conseguir de dos maneras: quedando primeros o por la vía de los playoffs, pero ambas implicaban esfuerzo. Al final, el grupo ha respondido y estamos donde estamos.
–Ganando la final por 3-0 se puede lanzar un mensaje equívoco, y pensar que todo esto ha sido fácil.
–Para nada, lo saben especialmente los aficionados. Durante la temporada ha habido momentos buenos y malos, pero ya sabemos todos cómo es esto del deporte. A veces se ríe y otras se llora, pero lo importante es nunca perder de vista tu objetivo. El nuestro era sin duda llegar a donde hemos llegado.
–Estos altibajos del equipo pueden personificarse en usted, pues durante algunos momentos del curso parecía que estabas algo más ausente dentro del juego del equipo. El míster, públicamente, llegó a pedirle que asumiera sus galones, cosa que finalmente ha hecho. ¿Hubo por su parte un análisis introspectivo al respecto?
–Sí, está claro. Yo he sido mi peor crítico. Al final repasas la temporada y ves que hay momentos buenos y malos, partidos muy completos y otros no tanto, pero hubo un momento (en la primera parte de los playoffs) en el que el míster reclamó más de mí, y eso fue un acicate. Todos los jugadores quieren siempre poder aportar lo que valen, apoyar de la mejor manera al equipo, así que era totalmente consciente de que tenía que revertir la situación.
–Tras este toque de atención, llega a la final ante Peñas Huesca y se sale, dando una lección de fundamentos en el poste bajo, intimidando en defensa y explotando el pick & roll de una manera genial. En su presentación como jugador del Melilla decía que venía “a aportar tranquilidad cuando las cosas se pongan más nerviosas, ayudando tanto en defensa como en ataque”. Dicho y hecho.
–Bueno, a lo que me refería está claro. Cada tipo de jugador puede aportar una serie de cosas diversas. Yo soy una persona muy paciente ante las adversidades. En cuarenta minutos, un partido da muchísimas vueltas, pero lo importante es ganar cuando suene la bocina. Y sí, en esta serie se ha visto lo vital que es la experiencia. Dentro del campo tienes que saber leer bien el encuentro, conocer las debilidades de tu rival.
–En este caso, explotó la diferencia de altura con Portález para machacarlo en el poste bajo, especialmente en el segundo partido. Al final, todos los balones pasaban por usted, de una manera u otra.
–Sí, efectivamente. Ellos disponían de poca rotación en el juego interior, por lo que nos propusimos machacarlos abajo a la vez que seguíamos haciéndoles daño con nuestro pick & roll, sin focalizar el esfuerzo. Aprovechamos que Huskic, en ese partido, no tuvo su día; y que Portález, aunque lo intentase, le iba a costar algo más defenderme. Pese a todo, lo de Peñas es para descubrirse, son merecedores de haber llegado hasta donde han llegado. Se nota que ha sido un equipo trabajado.
–Ellos practicaban un estilo de juego agresivo y con una eterna búsqueda de rápidas transiciones a canasta. ¿Cómo vive la evolución del básquet actual, que parece va a ser dominada por tíos bajitos y muy físicos, especialmente dotados para el tiro? ¿Es más de la escuela norteamericana o de la serbia?
–A ver, son dos baloncestos diferentes. Yo entiendo que para el aficionado en general el tipo de juego que se practica, por ejemplo, ahora en la NBA, es mucho más atractivo, más vistoso. A mí, sin embargo, me gusta más el baloncesto serbio, más táctico, más para puristas… De hecho, aquí pasa como en los toros y las eternas peleas entre los puristas del genero (risas). La ACB también ha ido evolucionando, físicamente es otro tipo de baloncesto. Hay jugadores exteriores, muy móviles, como Carlos Suárez (jugador de Unicaja nacido en Aranjuez como Sonseca) o Carlos Jiménez, que acaban jugando de ‘cuatro’ y no pasa nada.
–Va a cumplir en breve los 33 años, y según lo demostrado sobre el parquet esta temporada, aún queda baloncesto en sus manos. ¿Dónde se ve el año próximo?
–Si me preguntas si por la ACB, está claro que sí. Pero vamos, donde me veo ahora es en mi casa, sobre todo después de un año tan largo y exigente. En cuanto a seguir aquí ya se verá, hay que estudiar todo, pero ahora no es el momento. Ahora toca disfrutar de lo conseguido y descansar.
–Ésta, parece, ha sido su campaña para reencontrarse con el básquet después de su frustrado paso por la liga venezolana. ¿Acertó, pues, al firmar con el Melilla BC?
–Sí, yo tenía bien claro lo que buscaba cuando firmé con el Melilla, hablé con muchas personas antes de venir y vi lo ambicioso que era el proyecto. Yo venía de Venezuela, de una experiencia rara para mí. No muy positiva para ser más concreto, porque de hecho, me llegaron a romper la mano (risas). Más tarde pude hablar con Alcoba y Javi Muñoz, y cuando me comentaron lo que querían hacer del equipo acabaron por convencerme. Me puse en contacto con Pablo (Almazán), Asier, Josep… y me di cuenta que era un proyecto ganador. Sabía que era una buena opción para volver a divertirme con el baloncesto, que al fin y al cabo era lo que yo buscaba.
–Después de lo alcanzado, ¿no le gustaría formar parte de un hipotético proyecto que logre consolidar a Melilla y su equipo de baloncesto en la élite?
–Sí, por supuesto. Todos los jugadores de la plantilla estamos deseando formar parte de un proyecto así. Habría que sentar una buena base para que esto no sea subir para volver a bajar, que Melilla sea el típico equipo ascensor. Lo suyo sería fijarse en proyectos como el de Andorra, que se está haciendo un hueco en la ACB estos últimos años. Hay que aprovechar esta oportunidad y hacerlo en serio.
–¿Teme que finalmente no se pueda certificar en los despachos lo que se ha conseguido en la pista?
–Es un tema complicado, y los jugadores no tenemos mucho que decir en este aspecto. Al menos no más de lo ya dicho sobre la pista. Me consta que la directiva anda ya metida en todo tipo de gestiones: en Madrid para solventar el problema económico, y en Melilla para solucionar la ampliación del pabellón. Particularmente, creo que lo de este canon es una exageración, y el Tribunal Superior de Justicia Deportiva debería fallar, por una vez, a favor de la gente humilde. En mi opinión, se daría un salto de calidad en la liga.
–Supongo que será muy frustrante que le quiten aquello que ha ganado con todas las de la ley. ¿Es un reflejo de la monetarización de este mundillo, donde lo económico prima cada vez más sobre lo deportivo, llegándose a la pérdida de la esencia misma del deporte?
–Desde luego, la esencia misma del deporte es favorecer el crecimiento, no frenarlo. Es una pena que a equipos como el Melilla Baloncesto, con todos sus pagos al día, les cueste tanto ascender a la élite. Sin embargo, equipos endeudados ahí siguen, sin ser castigados por ello. Al revés, parece que les premien. No es justo que la gente que se lo curra, que hace bien su trabajo como han hecho Burgos, Palencia u Ourense, no se vean recompensados. Al final, parece que tenemos una segunda división en la que ningún equipo parece optar a ganar nada a final de temporada. Pasa lo que pasa, y como se ve en el resto de la sociedad, si la gente se conforma, no protesta y sale a la calle, al final todo sigue como está.
–Hablando de sociedades y derechos de protesta. Ha vivido en culturas (también políticas) muy diversas, pero se me vienen a la cabeza sus experiencias en Venezuela e Irán. ¿Logra abstraerse un deportista profesional de lo que sucede a pie de calle?
–(Resopla) A ver, en Irán, lo primero que hay que saber es que la situación política es muy diferente a tal y como la concebimos en el mundo occidental. Pese a todo, yo no tuve sensación de peligro mientras estuve allí. Es muy caótico, eso sí, cuando sales a la calle te das cuenta: el desorden en el tráfico… ¡hasta andando por sus calles se pierde uno!
Lo de Venezuela es muy distinto. Ahí puedes observar en la población la gran diferencia en las políticas sociales. La gente apenas tiene recursos para adquirir cosas que aquí nos resultan super básicas y accesibles para todos. De todas maneras, los clubes sí que se preocupan por mantener a los jugadores contentos, y en ese aspecto no puedo tener queja.
–¿Y Melilla? ¿Cómo la ve?
–Hombre, cualquiera sabe que Melilla es muy diferente a cualquier otra ciudad de España. Me parece única, y a mí, particularmente, me han tratado muy bien. Me gusta observar cómo conviven de bien las diferentes culturas que aquí habitan, pese a que últimamente se están radicalizando mucho los pensamientos a este respecto. No me entra en la cabeza esta manía de poner vallas y fronteras cuando el mundo no es propiedad de nadie. Ya parece que nadie se acuerda de cuando, tras la guerra civil, muchos españoles tuvieron que abandonar sus casas en busca del amparo de otros países. Ahora, cuando son otros los que sufren y nos toca acoger, parece que a la sociedad le moleste. Yo, desde luego, estoy en contra de las fronteras.
–De la afición melillense, ¿qué opina? ¿Cree que el apoyo visto será flor de un día o que este éxito es el comienzo de un idilio entre el equipo y su público?
–El público ha respondido excepcionalmente bien. Sabíamos al principio que iba a ser difícil engancharlos, pero cuando lo hemos conseguido ha sido muy importante para nosotros. Más aún porque la primera vez que conseguimos esta temporada que el pabellón se llenase de más aficionados, la jodimos ante Castellón. Fue un auténtico palo, no hicimos el trabajo como debíamos y eso se notó también entre el público, que pudo sentirse defraudado. De todas maneras, los más incondicionales han estado siempre, y conforme avanzaban los playoffs hemos visto crecer el apoyo hasta lo que se vio en la final. El equipo consiguió enganchar a la afición, y ahora puede pasar a la historia. Si finalmente se sube, espero que ésto no sea flor de un día. De todas maneras, con el cartel de la ACB y lo atractivo de los rivales, estoy seguro de que los melillenses van a disfrutar mucho.
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