En Sudán se hizo pasar por misionero para retratar el genocidio y el hambre, voló al corazón del huracán Mitch en Nicaragua, en Gaza entrevistó al líder de Hamás antes de que Israel lo matara con un misil, en Jerusalén sufrió un atentado suicida, en el sur de Líbano se adentró en Hizbulá, en Congo comprobó lo que sienten los mineros que extraen coltán, en Honduras y México acompañó a la llamada caravana migrante, en Colombia conoció el sufrimiento en un laboratorio humano, en Siria, a donde ha viajado cuatro veces, comprobó la voluntad de vivir en mitad de la guerra y de un terremoto. En mayo de este año voló al norte de Etiopía y fotografió a niñas y niños excavando con sus propias manos los cauces secos de los ríos para poder beber.
En la actualidad trabaja como reportero en Diario de Navarra. Se define un periodista local que ahorra parte de su nómina para poder viajar con sus días de vacaciones a lugares olvidados. Iván Benítez Forniés (1972), con más de 30 años de experiencia, tenía claro desde muy joven que quería estar en la primera línea de la información. Para ello, ha viajado por todo el mundo reuniendo relatos en primera persona que empiezan a editarse en forma de libros. En 2021 publicó El mundo del revés. La pandemia desde los ojos de una niña de 5 años (Ediciones Eunate) y en marzo de 2023 con la misma editorial vio la luz "Nieva ceniza. Crónicas contra el olvido".
-¿Qué significa para usted ser periodista? ¿Ha cambiado mucho el periodismo desde que usted estudió la carrera?
-Significa vocación por lo correcto. Una gran responsabilidad social. Trabajar para todo el mundo por igual. Somos médicos de cabecera de la realidad. A veces, incluso, cirujanos. Nada más. No somos opinadores ni domadores de likes. Ser periodista implica mover el culo de la silla, salir de redacción, desplazarse a los lugares, escuchar, mirar a los ojos, analizar los detalles, tomar nota, contrastar una y otra vez, preguntar y repreguntar, fotografiar el alma de las personas, volver e informar con honestidad. Y no olvidar. No olvidar significa dar continuidad. Yo he elegido la cámara, el bolígrafo y el cuaderno de campo para hacerlo. Y tiemblo antes de publicar.
-¿Por qué hay en el mundo tantos conflictos olvidados?
-Porque no hay periodistas suficientes sobre el terreno que denuncien lo que hacen las empresas armamentísticas. Los medios de información han decidido plegarse a otros intereses que nada tienen que ver con la información. Es decir, somos cómplices de la situación actual de entreguerras.
-Usted sostiene que la prensa local ha de dar respuestas a los conflictos internacionales.
-En los últimos años estoy desarrollando un proyecto periodístico-educativo llamado “Nieva ceniza” (basado en un libro que publiqué en marzo de 2023) en centros escolares. Habré
visitado veinte colegios estos últimos cuatro años y me está sorprendiendo la respuesta del alumnado y de los profesores.
-Qué interesante...
-A los jóvenes les interesa saber lo que sucede aquí y allá, pero se sienten muy perdidos. Así me lo cuentan cuando me siento frente a ellos y les relato historias con nombres y apellidos con vídeos y fotografías que normalmente he tomado en otros países. Escuchan ensimismados. Les impacta saber que hay una relación muy estrecha entre lo que sucede en una galería de coltán de Congo, por ejemplo, con los móviles que llevan en los bolsillos. Los alumnos quieren aprender a informarse y no saben cómo hacerlo.
-Y ahí entra usted como periodista local.
-Solo busco orientar. Nunca antes en la historia reciente de la humanidad se había producido un flujo migratorio de tal magnitud. Millones de personas de todas las edades, principalmente mujeres con niños y niñas, están huyendo ahora mismo para no morir. Y estos niños llegan a nosotros. Tenemos que estar preparados. Es lo más inteligente como sociedad.
-Su objetivo ¿cuál es?
-No olvidar. Por eso, para llegar a un público de todas las edades, empleo un lenguaje claro y directo, cargado de descripciones y testimonios. Cabeza, ojos, oídos y corazón a la misma altura.
-Usted se desplaza donde suceden las cosas...
-La prensa local debe sacar músculo informando de los pueblos, por su puesto, es nuestra esencia, pero también de lo que sucede a nivel internacional. El problema es que creo que hemos abandonado también los pueblos. Ayuda mucho a informar con honestidad y rigor si uno se desplaza donde suceden las “cosas”. Si acompaña a la gente presencialmente. Tenía un subdirector hace años que decía que le gustaría cortar en redacción los cables de los teléfonos.
-¿Por qué las empresas periodísticas no mandan a sus reporteros para cubrir in situ lo que ocurre?
-Le invito a que lance esta pregunta a los directores y directoras de los principales periódicos nacionales y regionales. En mi primer viaje, en 1997 a Sudán, cuando volví a España y traté de vender el reportaje, el subdirector de una revista de gran tirada nacional me dijo que Sudán no interesaba y que volviese con el desnudo de una famosa. Estuve a punto de tirar la toalla... Conseguí rearmarme gracias a la jefa internacional de Tiempo, Belén Sánchez. “Cuéntame lo que has visto en Sudán desde la mirada de un reportero”, me dijo. Era la primera vez que me llamaban reportero.
-Pues lo definió muy bien Belén Sánchez. Un reportero viaja para entrevistar a las fuentes. Cuando llega a un lugar de conflicto... ¿Cómo hace para fotografiar e informarse de lo que pasa?
-Un reportero viaja para comprender lo que sucede e informar para que otros lo comprendan. Trato de documentarme bien, esto es lo principal, y una vez en el terreno trato de realizar exactamente lo contrario a lo que hacen los reporteros de agencias.
-O sea...
-Trabajo a fuego lento. Dedico mucho tiempo a ganarme la confianza de la población. El primer viaje a veces solo sirve para ganarme esta confianza y tengo que volver tiempo después, tal y como me sucedió en 2018 en Siria. Volé en febrero 14 días y en agosto una semana para poder dar continuidad a lo que había empezado.
-Usted hace reportajes a fuego lento en un mundo que va demasiado deprisa. Va a contracorriente. ¿Qué piensa de los periodistas que parecen oficinistas, sin alma sin pasión?
-Supongo que hacen lo que sus superiores les piden. La pasión es una mecha que prende de muchas manos. Todo empieza en casa.
-¿De qué reportajes sociales que usted ha realizado se encuentra más orgulloso?
-Me emociono con facilidad cuando he conseguido iluminar el rincón oscuro de un lado de la sociedad al que no se quiere mirar.
-Usted es un defensor de la información local. El ciudadano, al estar bien informado de lo que pasa cerca, le ayuda a vivir en sociedad.
-Después de 13 años de guerra y un terremoto en Siria, el marista azul Georges Sabé me confesó que lo más duro e injusto no es solo sufrir una guerra o un terremoto, sino que una
parte del mundo mire hacia otro lado. Hasta donde sabemos nadie ha decidido en qué lugar nacer.
-¿Usted cree que el buen periodismo ayuda a construir un mundo más humano y más vivible?
-Una sociedad más humana es una sociedad informada de manera honesta. Las empresas periodísticas si invirtieran dinero en periodistas que van al lugar para informar a la larga tendrían más suscriptores. La información de calidad, el buen periodismo... en un mundo cada vez más desinformado. Invertir en formación y periodismo ayuda a contrarrestar la propaganda.
-El periodismo siempre será periodismo. La esencia, acudir a las fuentes. ¿Qué opina de las redes sociales?
-La tecnología ha cambiado mucho. Las redes sociales creo que son una buena herramienta de trabajo para los periodistas, pero debemos saber utilizarlas. Yo solo doy credibilidad en Twitter, por ejemplo, a quienes informan desde terreno.
-¿En qué modo repercute en la ciudadanía estar informados de los conflictos?
No estar debidamente informado está llevando a la gente a adoptar comportamientos muy radicales.
-¿Cómo volver a un periodismo más humano?
-Aprendamos a respirar más despacio.
-Las empresas tienen dinero para lo que les interesa... parece ser.
Tendrá que preguntar a los empresarios… Yo solo soy un periodista local, insisto, que ahorra una parte de su nómina para poder viajar a lugares olvidados.
-Su último viaje ha sido...
-Afar, al noreste de Etiopía, en mayo de este año. He documentado gráficamente a niñas y niños excavando con sus propias manos los cauces secos para conseguir hilos de agua.
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