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Sobreocupación crónica

PESE a que en la última semana no ha habido asaltos a la valla, el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) mantiene una sobreocupación alarmante.

Desde la Delegación del Gobierno aseguraron ayer que el CETI acoge a 1.800 personas, más o menos la misma cifra que dio Abdelmalik El Barkani durante su comparecencia ante la prensa tras las últimas avalanchas de subsaharianos.
¿Qué ha pasado desde entonces? La propia Delegación confirma que se mantienen los traslados a la península, pero el sindicato policial UFP da la clave: Salen pocos inmigrantes de Melilla.
De hecho, la Unión Federal de Policía afirma que están siendo trasladadas a los Centros de Internamiento (CIEs) una media de 30 personas por semana.
Desde luego esta cifra deja en muy mal lugar los esfuerzos que está haciendo Madrid por descongestionar un CETI que pasa por ser el centro de su tipo más saturado de España.
Ni los tirones de oreja del Defensor del Pueblo ni las recomendaciones de ONGs ni las promesas de que el CETI sea lo que es, un centro de estancia temporal, van camino de surtir efecto.
Ya nos acostumbramos en 2013 a que el centro estuviera al doble de su capacidad y hasta parecía que no era noticia que acogiera a 900 inmigrantes el otoño pasado. Se ve que nos pareció poco y ahora la sobreocupación se mantiene estable dentro de la gravedad, con una población que casi cuadruplica lo establecido.
El problema está en que la presión migratoria no ha cesado y en cualquier momento se puede producir una nueva avalancha, que nos puede coger con el CETI lleno hasta la bandera.
Según José Palazón, responsable de Prodein, en el Gurugú hay unos 600 subsaharianos esperando el momento oportuno para saltar la valla.
¿Y si saltan todos a la vez? ¿Dónde los metemos? No sería buena idea esperar a que ocurra para ponernos manos a la obra.
Lo peor, si es que puede haber algo peor, es que la sobresaturación del CETI impide a los trabajadores sociales detectar y trabajar a fondo con las víctimas de las mafias que entran en Melilla.
La mayoría de ellas son mujeres y cuando llegan a los CIEs son incluso obligadas a prostituirse. En Melilla nada podemos hacer por ellas, mas que lamentar que hayan llegado a la ciudad justo cuando el CETI está a punto de desbordarse.

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