Partimos de la base que el maldito bicho nos ha cogido fatalmente desprevenidos y con un desconocimiento total de cómo combatirlo. Pero de esto hace ya más de doce meses y en este tiempo se ha aprendido mucho y se han conseguido grandes cosas. Entre ellas, poner en valor el espíritu de entrega y sacrificio de muchos profesionales de la Sanidad, de las FCSE y de tantas y tantas personas que ha dado lo mejor de ellos para ayudar a combatirlo. Por supuesto, sin olvidarnos del gran éxito al haber conseguido vacunas en un tiempo récord. Vaya para todos nuestro reconocimiento y gratitud.
Dicho esto, y en relación a la gestión de la pandemia en nuestra ciudad no podemos estar más que en desacuerdo con la misma. De entrada, creemos que es un error haber equiparado a nuestra Consejería de Salud Pública (simple concejalía, según TSJ) con una Consejería de Sanidad de cualquier Comunidad Autónoma. Las competencias de una y otra no tiene nada que ver y los medios humanos y materiales para hacer frente a esta emergencia sanitaria distan un abismo de una a otras.
Por mucho que se empeñen desde INGESA en ponerse de perfil, basándose en esta delegación de competencias, lo que es innegable es que la gestión de la SANIDAD pública no ha sido transferida a Melilla. Ni ahora, ni nunca.
La capacidad del Hospital Comarcal ha estado a punto de haber sido sobrepasada en varias ocasiones. Hoy mismo, está en situación muy complicada. Y Dios no quiera ocurra una desgracia que requiera atender a múltiples afectados. Se nos ha vendido como un éxito la creación de unas camas UCI en dependencias no adecuadas y que no son reconocidas como tales por los profesionales. Se nos trajo el buque Galicia en las primeras semanas más como una acción propagandística del Gobierno que efectiva. Se nos lleva prometiendo la instalación de un Hospital de campaña desde después del verano y la semana pasada, indiscretamente o no, se dejó caer que hasta septiembre no estará en funcionamiento.
Tampoco se ha visto el esfuerzo del INGESA para reforzar la plantilla de Atención Primaria - primera línea de defensa- ni del personal del H.C. que ha sufrido en sus carnes los efectos de la lucha contra el virus. Por tanto, un cero a la gestión de INGESA y del Ministerio de Sanidad en Melilla.
En cuanto a la actuación de la Consejería de Salud Pública, aplaudimos la gestión del proceso de vacunación que lleva un ritmo adecuado con la limitación en cuanto al suministro de los inyectables enviados. Pero ahí acaba su buena gestión. Y, aunque no todas las medidas a adoptar dependen directamente del consejero, su inicial liderazgo en las comparecencias mediáticas asumiendo el papel de responsable gestor de la salud pública, conlleva que centremos en él nuestra crítica. Para esa foto de la llegada de las primeras vacunas, aunque no las gestionan ellos, sí aparece el INGESA, pero no asume como suyo el escaso porcentaje de población vacunada que lideramos por la cola a nivel nacional por mucho que algunos intenten retorcer las cifras.
Salvo que se demuestre lo contrario, ni ha existido el anónimo Comité de Expertos local, ni se han aportado pruebas del famoso vector de contagios de la Hostelería ni los datos sobre contagiados confirmados en los establecimientos hosteleros. Se adoptaron medidas limitando el número de mesas y la distancia entre las mismas, sin tener en cuenta la superficie y el aforo en el interior. Se redujeron los horarios sin razón alguna, pues el virus no entiende de horas y si la gente no está en los bares y cafeterías se van con la música a otra parte a reuniones sin control de aforo ni medidas sanitarias, como está demostrado. Se han permitido y se siguen permitiendo reuniones clandestinas y celebraciones familiares o de amigos (bodas, bautizos, jubilaciones, paellas, etc.) o en locales no autorizados.
No se ha hecho el seguimiento de los que deberían estar confinados. No se ha controlado – ni, por supuesto, sancionado- el uso obligatorio de las mascarillas o el ‘toque de queda’; basta para ello darse una vuelta por los barrios de la ciudad. No se ha controlado la realidad de la justificación de los viajes a su retorno a Melilla. ¿Por dónde nos ha llegado la variante británica si no es por los pasajeros del avión y barco?
Tampoco se ha exigido por el consejero o por el presidente de la Ciudad a la Delegación del Gobierno ni el control en frontera ni la patrulla de las FCSE por las calles para vigilar y obligar al cumplimiento de las medidas dictadas por el Gobierno de la nación o el local, tal y como está previsto en esas mismas disposiciones legislativas.
Pero lo peor de todo es la actitud mostrada por el consejero al no escuchar las propuestas de los empresarios afectados y la falta de atención a los expertos sanitarios del Sindicato y el Colegio Oficial de Médicos que se han ofrecido a colaborar en la adopción de otras medidas, además mentir -una y otra vez- sobre supuestas reuniones y acuerdos que nunca existieron ni se cumplieron.
Tampoco debemos olvidar a los muchos -demasiados- irresponsables que han sido incapaces en pensar que con sus malas actuaciones han puesto -y están poniendo- en peligro la salud de muchos conciudadanos, entre ellos, la de los 86 fallecidos hasta ahora.
Esta es la realidad y no vemos el momento en que alguna autoridad -local o nacional tomen las medidas necesarias para acelerar la vacunación de la población de Melilla y acabar con los contagios que se producen principalmente fuera de los establecimientos de la hostelería y otros más que también han sido inutilmente sacrificados a la vista de los pésimos resultados de las medidas adoptadas en los últimos meses.
Todos sabremos agradecérselo al que nos salve del pozo en que estamos metidos, se llame como se llame y venga de donde venga. Mientras tanto, pedimos a los melillenses que piensen en los demás, se cuiden y nos cuiden, y a las autoridades locales que recapaciten y rectifiquen sus errores.
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