Opinión

'Sobre-salto' en la valla de Melilla

Estamos en racha. Este jueves tuvimos otro salto a la valla, uno de los más numerosos de los últimos tiempos. Al menos 300 migrantes subsaharianos consiguieron entrar en Melilla. Otra vez por la zona de Barrio Chino.

No estoy descubriendo el agua tibia cuando digo que la valla hace aguas por ese flanco. Hasta los propios migrantes reconocen que se arreglan con los mejanis antes de saltar. Pues bien, ya sabemos por dónde le está entrando el agua al coco.

Tampoco descubro el agua tibia cuando digo que no falla: en las fechas del Aid el Kebir siempre hay saltos a la valla en Melilla. En Marruecos se duermen en los laureles y aquí, pues tenemos lo que tenemos y se hace lo que se puede.

Nada ha cambiado en esta ciudad desde la legalización de los rechazos en frontera en 2015. Erró quien creyó que darle cobertura legal a las devoluciones en caliente solucionaría el problema. Se equivocaron quienes auguraron que había llegado el fin de los saltos. Para nada. El Gurugú siempre tiene inquilinos. Si aquí en Melilla la cosa está mala, imagínense en el Sahel. Eso ya era un avispero antes de la pandemia del coronavirus. Hoy debe ser el infierno en la tierra. Que no lo veamos en la tele no significa que no esté pasando.

Casualmente, el salto de este jueves llega después de la publicación de la noticia de que por primera vez el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla bajaba su ocupación por debajo de las 1.000 personas. Esto ni programado queda tan bien.

Hay días en los que no me queda más remedio que darle la razón a un defensor de los derechos humanos de aquí, de Melilla, que tiene una teoría sobre las entradas de extranjeros en nuestra ciudad. Según sus conclusiones, la valla es un negocio y la llegada de migrantes depende de la ocupación del CETI.

Por eso, insiste, cuando no hay subsaharianos, se nos llena de marroquíes perseguidos por su homosexualidad; por sus creencias religiosas e incluso por gusto. Evidentemente eso ayuda a mantener puestos de trabajo, subvenciones para ONG, etc. Es, en su opinión, una maquinaria perfectamente engrasada.

Elucubraciones aparte, el caso es que en medio de la pandemia, volvemos a tener un CETI lleno hasta la bandera. Y eso pasa en un contexto de animadversión absoluta con Marruecos. No hay diálogo; no hay entendimiento; no hay forma de pararlo.

Quien crea que estos 300 migrantes son los últimos que quedaban en el Gurugú, se equivoca. En cuanto sepan que tenemos un boquete abierto en Barrio Chino, vendrán en avalancha hacia Melilla. El efecto llamada es ya una realidad.

Hay quienes creen que la solución sería copiar la iniciativa de Trump, que en estos momentos ya se está copiando en Reino Unido. El año pasado Trump le dio una subvención generosa a México para que acogiera en su territorio a todos los solicitantes de asilo en Estados Unidos. El proceso se conoció por las siglas en inglés MPP (Protocolos de Protección a Migrantes).

Fíjense cómo los republicanos utilizaron un nombre no ajustado a la realidad, para obligar a referirse en positivo a una violación del derecho al asilo.

Cientos de miles de migrantes, incluidos miles de cubanos, quedaron varados en los pueblos y ciudades fronterizos de México con EE.UU. y allí fueron víctimas de los cárteles de la droga, que los secuestraban y pedían rescates a las familias. Las que no pagaron no volvieron a ver a sus seres queridos.

Ahora el Gobierno de Boris Johnson quiere hacer algo similar y tiene un proyecto de ley que pretende que todos los peticionarios de asilo en su territorio aguarden la respuesta a su solicitud en un tercer país. ¿Y si ese tercer país fuera Marruecos, qué pasaría con nuestras fronteras? ¿Y si la resolución de los expedientes de asilo en Reino Unido tarda años, qué creen que harán esos refugiados?

Europa tiene un problema migratorio serio y la externalización de la vigilancia de las fronteras ha demostrado que no es la solución. ¿Y si los millones que damos a Marruecos para que no deje entrar migrantes (tan a menudo) en Melilla y Ceuta lo diéramos a Senegal, Nigeria o Eritrea? ¿Y si ayudamos a acabar con el yihadismo en el Sahel? ¿Y si Europa se toma en serio el avispero de África?

Para conseguir resultados diferentes hay que hace cosas diferentes. Una valla más alta sólo nos encerrará más en nuestro mundo, pero no acabará con la emigración. Si la gente emigra porque tiene hambre, hay que acabar con el hambre. Si la gente emigra porque huye de la guerra, hay que acabar con la guerra. Empecemos por ahí. Demos el primer paso. Hay que quitarle a Marruecos la llave de la inmigración que le hace poderoso.

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