Desde símbolos de conocimiento y misterio hasta seres identificados con la lujuria. La profesora y escritora Cristina Hernández González impartió la semana pasada en la Uned la conferencia titulada ‘Sirenas: cuerpos de agua, almas de luz’. En la ponencia, Hernández se centró en el papel de estos personajes, que forman parte de su tesis doctoral, y concretamente en la imagen de la mujer que esta figura mitológica ha personificado durante dos milenios.
El encargado de la presentación fue el secretario del centro, José Megías Aznar, que planteó al público una sentida reflexión sobre la violencia ejercida contra las mujeres y sobre la importancia que tiene la voz social para erradicarla.
Hernández analizó las diferentes imágenes de estos seres, pues hubo muchos tipos de sirenas y cada una con un significado diferente: sirena pájaro, sirena pez, sirena de cola bífida, la sirena coqueta con peine y espejo, la sirena obscena y un largo etcétera. “La historia de la sirena es tan antigua, tan extensa y tan rica que merecería todo un seminario”, indicó la docente. Así, comenzando con las sirenas pájaro de ‘La Odisea’ de Homero, que simbolizaban el conocimiento y el misterio, fue explicando cómo bajo el cristianismo fue sustituida por la sirena-pez e identificada con el pecado de la lujuria.
A través de documentos mitológicos, materiales arqueológicos, manuscritos medievales, detalles arquitectónicos de catedrales e ilustraciones, Hernández analizó los múltiples rostros de las sirenas hasta llegar a la pintura victoriana de la Inglaterra del siglo XIX, donde la mujer pez fue identificada con la prostituta y convertida en una ‘femme fatale’. “Incluso hubo artistas que mostraron sirenas ‘pescadas’ por marineros, sugiriendo sutilmente el rapto, el estupro, la violación. Ni como sujetos pasivos escapaban de las interpretaciones misóginas”, lamentó. Pero frente al discurso patriarcal de esta época, la sirena se transformó también en un icono de superación personal y de elevación espiritual a raíz de la publicación del cuento ‘La Sirenita’, de Hans Christian Andersen, y de las obras de artistas como Evelyn De Morgan, quien ilustró el relato en un tríptico de pinturas para “darle la vuelta al icono tradicional de la sirena y mostrarla como un modelo a seguir, luminoso y elevado”.
“En manos de las artistas y las escritoras, los arquetipos negativos de la mujer se convierten en símbolos de sororidad, de igualdad, de empoderamiento femenino, equilibrando la balanza de la humanidad. Nosotras tenemos la capacidad y la obligación de cambiar la mirada monstruosa por una luminosa voz”, concluye Hernández.
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