La búsqueda de respuestas obligó a Mamadou a desembarcar este lunes en nuestra ciudad. Asegura que es el tío del joven con el mismo nombre que falleció el pasado 22 de diciembre, después de 20 días en la UCI. Sin ocultar su dolor, cuenta que el martes por la noche no le quedó otro remedio que tomar otro barco para regresar a Almería, donde le esperaban obligaciones familiares. Pero en su cabeza siguen resonando las mismas preguntas, ahora con más fuerza, si cabe. “Quiero saber qué pasó con mi sobrino y qué se va a hacer con su cuerpo. Tengo que decirle algo a los padres, que están en Conakry rotos de dolor”, sostiene al otro lado del teléfono.
En el breve espacio de tiempo que permaneció en Melilla no pudo reconocer el cuerpo de Mamadou, ni tampoco recibió ningún tipo de comunicación oficial que certificara su muerte. El martes por la mañana se presentó en la Consejería de Bienestar Social en compañía del presidente de la Asociación Pro Derechos de la Infancia (Prodein), José Palazón, pero no obtuvo ninguna respuesta que le ayudara a calmar su nerviosismo.
Contrariado, reconoce que le cuesta mucho creer que su sobrino haya muerto de un infarto, como señalaron las autoridades locales como una de las posibles causas. Al respecto, añade que no tiene constancia de otros miembros de la familia con antecedentes cardiacos.
“Yo no veo nada claro... no es normal que un chico tan joven entre en parada cardiaca de buenas a primeras, ni aunque tenga una pelea con otro chico y se ponga nervioso”, sugiere Mamadou, que espera que salga lo antes posible el resultado de la autopsia para despejar una incógnita que mantiene en vilo a los familiares del joven tutelado.
Una edad equivocada
“Mi sobrino nació el 20 de julio de 2001, yo no sé de dónde se han sacado que tenía 18 años, es mentira”, dice Mamadou algo enfadado. Insiste en que recuerda perfectamente el año de su nacimiento porque él acudió a su bautizo. “Era tan pequeño...”, comenta el hombre un instante antes de enmudecer.
Según comparte Mamadou, fue otro joven del mismo país de origen y amigo de su sobrino el que se puso en contacto con los progenitores para comunicarles el fatal desenlace de su hijo. “Ellos desconocían que estuviera en España”, asegura el familiar. Al respecto, explica que Mamadou y un amigo escaparon juntos de Conakry una vez que consiguieron reunir el dinero suficiente para iniciar la huida con destino a la ‘dorada’ Europa.
“El chico no avisó a sus padres de sus intenciones de marcharse”, aclara Mamadou. Tampoco a su única hermana, de 21 años. Según manifiesta el tío, no era consciente de que su sobrino se encontraba a unas pocas horas en ferry de distancia: “Yo no podía ni imaginarme que estuviera en Melilla”.
El tío del menor que tuvo que ser hospitalizado tras sufrir varias paradas cardiorrespiratorias en el centro de Baluarte explica que no le extraña que su sobrino decidiera dejar atrás Guinea Conakry para perseguir el sueño de un futuro mejor. “La gente no tiene ni idea de cómo es la vida allí. Mamadou era de un pueblo en el que no hay ni luz, donde la gente ni imagina lo que es un grifo de agua”, asegura el familiar.
Según comparte, él también se marchó de Guinea en busca de una vida mejor. Pudo llegar a Europa por la vía legal, con un visado que le permitió moverse de un país a otro hasta que se estableció en España en el año 2001. “Lloré mucho al saber lo que le había pasado a Mamadou, no tuvo que ser nada fácil llegar a Melilla”, dice.
Según cuenta el hombre, se le parte el alma al imaginarse a su sobrino escalando la alambrada cubierta de concertinas para pisar suelo español, aunque en realidad no sabe la manera en la que consiguió acceder a la ciudad.
Enterrar a Mamadou
El tío del menor fallecido lamenta que va a resultar imposible repatriar el cuerpo de Mamadou. Según dice, se ha informado a través de distintas asociaciones y el coste puede rondar los 6.000 euros, un precio que es inalcanzable para sus familiares. Los padres son conscientes de ello y, en medio de todo el dolor, su principal obsesión, además de conocer la verdad sobre las circunstancias de la muerte de su hijo, es que su cuerpo no sea incinerado.
“Quisieran que el cuerpo fuera trasladado a su país, pero es muy difícil. Lo que los padres piden es que al menos Mamadou sea enterrado en un cementerio musulmán”, expone el tío del tutelado fallecido, sobre el que recae la responsabilidad de ir informando a los progenitores de los avances que vayan haciéndose públicos acerca del cuerpo del menor. Para Mamadou no habrá descanso hasta que no haya respuestas.
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