Sucesos y Seguridad

Sin recursos tras el incendio de su casa

Tras el incendio ocasionado el lunes en su casa en Las Palmeras por un chispazo de un cargador enchufado a la corriente eléctrica, Bernardo Artilla y Samira Chberreq y sus tres hijos fueron enviados, previa sentada frente al Palacio de la Asamblea porque al padre de las criaturas lo querían dejar en la calle -según su mujer-, al albergue de la ciudad.

Allí se encontraron, según ha relatado ésta, con que tan sólo había en la habitación “dos camas pequeñitas”, por lo que los dos adultos hubieron de dormir en el suelo y juntar las camas para los pequeños. Pese a todo, la niña, de un año, se cayó varias veces y la familia cree que no es un sitio para ellos, que cuentan también con otros dos niños, de cuatro y dos años de edad respectivamente.

Lo que esta pareja reclama es que se les encuentre otro alojamiento mientras se arregla su casa, que, como pudo comprobar El Faro durante su visita, está inhabitable, con el techo quemado, el suelo inundado de agua y los enseres de la cocina y las habitaciones completamente inservibles.

De hecho, ayer no pensaban dormir en el albergue, sino que pretendían volver a montar guardia frente a la puerta del Ayuntamiento, a ver si alguien les concede un alojamiento momentáneo que sea más habitable para la familia. Ninguno de los dos tiene trabajo y, según han indicado, no comprenden que a los inmigrantes que saltan la valla se les proporcione comida y alojamiento enseguida y a ellos, no, a pesar de su largo arraigo en Melilla y de que los niños también son españoles.

También se han quejado de la actitud de los agentes de la Policía Local (cuyos agentes, según han anotado, querían mandar a Bernardo a la calle e incluso les sugirieron irse a Marruecos) y de la actuación de los Bomberos, porque, ha dicho esta pareja, sacaron antes de la casa al gato que a los niños.

“Mis hijos, todo el día con hambre, sin biberones, ropa ni pañales”, ha indicado Samira, quien ha agradecido su ayuda a las enfermeras que los atendieron en Urgencias del Hospital Comarcal, porque les dieron de merendar a los niños leche, galletas, magdalenas y bocadillos.

Los niños se encuentran bien, pero Samira el problema que tienen es de alojamiento, hasta el punto de que no quería repetir experiencia en el albergue.

“Exijo que me den un domicilio”, ha proclamado esta mujer, quien tiene otros seis hijos en la Gota de Leche y que, después de 20 años en Melilla, dice no poseer “nada”, ya que además la casa que se quemó es de su ex pareja.

Por si fuera poco, ninguno de los dos trabaja a pesar de las “promesas” llegadas desde la Ciudad Autónoma, según ha desvelado Bernardo. Además, ambos intuyen que el arreglo de la casa “va para largo” (y con un presupuesto de reparación de unos 8.000 euros que no saben de dónde van a sacar), por lo que una estancia tan prolongada en el albergue podría resultar muy perjudicial para las criaturas.

“A cualquiera le puede pasar una emergencia como esta”, ha subrayado Bernardo, quien no entiende cómo, siendo “español puro”, se puede quedar “tirado en plena calle”.

Un vecino del edificio, nativo de Las Palmas de Gran Canaria y llamado Said, cree que, si esto hubiera “sucedido en cualquier otro lugar de España, estos niños ya estarían alojados en condiciones adecuadas, porque en esta casa no se puede vivir”.

La familia tenía previsto acudir de nuevo anoche a la puerta del Ayuntamiento para intentar obtener una vivienda digna mientras se les arregla su casa, pero a Bernardo le salió alguna labor que hacer y, estando los dos desempleados, no lo podían rechazar.

Por eso, se han quedado finalmente una noche más en el albergue, pero esperan que sea la última. Samira ya ha adelantado a El Faro que, por la mañana, acudirán los cinco a la entrada de la Asamblea y allí permanecerán hasta que se les proporcione una solución adecuada y digna. “Mi casa será la puerta del Ayuntamiento”, ha certificado Samira.

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