El pequeño comercio pidió el pasado mes de abril al Gobierno central prohibir las rebajas en el sector al menos hasta Navidad para salvar la temporada. El Ejecutivo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ha escuchado al sector y el pasado sábado el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó la limitación de “acciones comerciales que puedan dar lugar a aglomeraciones” en los comercios de hasta 400 metros cuadrados que tienen permitido abrir durante la Fase 1 de la desescalada.
La noticia no ha sentado bien en todas partes. Los comerciantes de Galicia, por ejemplo, la han liado parda con la patronal del textil en pie de guerra porque la limitación sólo afecta a las tiendas físicas y permite una lluvia de ofertas online. Pero también, al hecho de que el Gobierno de la nación no sólo no contara con el sector para consensuar la medida sino que, además, nos vuelva a meter una restricción de esta magnitud un sábado en el BOE, con nocturnidad y alevosía, como el famoso decreto que modifica las condiciones de los empadronamientos. Visto lo visto, habrá que desayunar con el Boletín Oficial a mano los fines de semana, como si fuera agosto, otro de los meses favoritos de los políticos para meternos goles por toda la escuadra.
En Melilla, en cambio, la medida ha caído entre los comerciantes como miel sobre hojuelas aunque admiten que permitir las rebajas en internet es dar rienda suelta a todas las competencias desleales del mundo. Y tienen razón: en nuestra ciudad pueden vender sus productos empresarios de todas partes del planeta mientras que nuestros comercios locales no pueden vender ni a Málaga por el problema de Aduanas y transporte. Dicho de otra forma, no podemos, ni de lejos, competir con el negocio online.
Partimos de que la pandemia de la Covid 19 ha pillado a los comerciantes que se dedican a la moda del calzado, deporte, textil y complementos en pleno cambio de temporada. La mayoría recibió la mercancía a finales de febrero, principios de marzo, que es cuando entra la primavera. En condiciones normales hacen las reservas para las comuniones, que se han suspendido; luego para las bodas que tradicionalmente se celebran en abril, mayo y junio, y que también se han suspendido y ahora mismo, la mayoría de las tiendas de la ciudad tiene los almacenes llenos hasta la bandera.
Salvo excepciones, ningún comerciante, en su sano juicio, se plantea hoy hacer rebajas porque ni siquiera han empezado a vender la mercancía de temporada. Comenzar a hacer descuentos después de dos meses cerrados es un auténtico suicidio.
Si leemos la letra pequeña del BOE, lo que ha prohibido el Gobierno son las acciones comerciales (rebajas) que traigan aparejadas aglomeraciones. Salvo en establecimientos puntuales, ¿de verdad alguien cree que va a haber colas para comprar ropa y zapatos en Melilla? Me da a mí que no, sobre todo, si las tiendas online que traen pedidos a nuestra ciudad tiran la casa por la ventana.
La situación es difícil, pero como hemos comentado en varias ocasiones, cuando al pequeño empresario le va mal, nos va mal a todos. Si seguimos velando más por nuestro bolsillo que por nuestra ciudad, al final nos quedaremos sin lo uno y sin lo otro.
Siempre me ha sorprendido la vehemencia con que la gente que nunca pisa el cine o el teatro luego se manifiesta en contra del cierre de los cines y teatros de barrio. Lo que quiero decir es que si queremos que esta ciudad se levante, hay que comprar en el comercio local. No queda otra.
Con la frontera cerrada, las tiendas de Melilla pierden a su principal cliente: el turista marroquí. Y si los zapatos, bolsos y vestidos llegan por Amazon a mejor precio desde la península, el comercio local se puede dar por estrangulado.
¿Es eso lo que queremos? ¿Nos merece la pena vivir en una ciudad con todos los comercios cerrados en la principal avenida? ¿Qué Melilla queremos que hereden nuestros hijos? De las respuestas que cada uno dé a estas preguntas depende nuestra supervivencia. La Ciudad podrá inyectar liquidez a las empresas, pero si cada uno de nosotros opta por comprar en China o en Taiwán lo que España también fabrica al final nuestras empresas cierran y nos pasa como con los guantes y las mascarillas en plena pandemia de la Covid: Europa no las fabrica y China nos ha vendido lo que le ha sobrado y al precio que le ha dado la gana. Dependemos de los chinos para protegernos del maldito virus que nació en Wuhan.
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