Editorial

Sin freno

  • Desde el pasado verano no se producían saltos masivos a la valla como el de ayer

Desde el pasado verano no se habían producido en el perímetro fronterizo de Melilla tentativas de salto tan masivas como la de ayer. Sobre las 15:40 horas, unos 300 inmigrantes subsaharianos se aproximaron al vallado por la zona de Los Pinares, y 209 de ellos lograron acceder a suelo español.

Desde ahí, los afortunados que consiguieron pisar territorio de la Unión Europea emprendieron la marcha hacia el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI). Primero lo hicieron a la carrera, siguiendo la carretera de Rostrogordo hacia el barrio de Reina Regente, causando sorpresa entre los ciudadanos que conducían sus vehículos por la zona. Después, más tranquilos, siguieron caminando hasta Las Palmeras y de ahí a la carretera de Farhana hasta llegar al CETI.

La Delegación del Gobierno informó de que este salto a la valla fue “violento” y subrayó que uno de los agentes de la Guardia Civil que vigilaban el perímetro fronterizo fue herido en una oreja con uno de los garfios que los migrantes utilizan para ayudarse a trepar por el vallado. El guardia consiguió esquivar parte del impacto, pero aún así precisó puntos de sutura para el corte sufrido en la oreja, lo que da la idea de que, de no haber tenido reflejos, podría haber sufrido heridas de gravedad.

El largo tiempo transcurrido sin saltos a la valla hacía pensar que las mafias que trafican con personas habían optado por cambiar a la ruta marítima, vista la cantidad de llegadas de pateras al litoral melillense que se han producido en las últimas semanas. No en vano, la ocupación del CETI rondaba a finales de diciembre las 1.500 plazas. Sin embargo, el salto masivo de ayer demuestra que todas las rutas siguen abiertas.

Nada va a frenar a los inmigrantes en su ansia por tocar suelo europeo. Su carrera no tiene freno. Por ello, si la Unión Europea no adopta una política común, nada va a cambiar.

La única forma viable de controlar la inmigración irregular es garantizar la ayuda al desarrollo en los países de origen. Sólo así estas personas dejarán de ver a Europa como la solución a sus problemas. De lo contrario, seguirán produciéndose entradas de este tipo, con los riesgos que conllevan para quienes vigilan la frontera. Que se lo pregunten al agente herido ayer.

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