EL último capítulo en la constante discusión entre Gobierno y oposición se centra en cómo calificar a los jóvenes que protagonizaron los disturbios el pasado viernes en La Cañada. Mientras que para los miembros del Ejecutivo local no hay ninguna duda de que se trata de “terroristas”, un sorprendentemente cauteloso Mustafa Aberchán advertía ayer sobre la conveniencia de “tener cuidado con la terminología”. La ‘discusión’ tenía lugar en el ciberespacio, el mismo sitio donde hace unos meses un menos prudente líder de CpM acusaba a los guardias civiles de “salvajes agresiones” contra unos inmigrantes que acababan de saltar la valla y que tenía refugiados en su casa.
Con independencia del calificativo que quiera utilizarse para los autores de los altercados, lo cierto es que si hay algo que caracterizaba a todos ellos era su juventud. Algunos, incluso, parecían menores de edad. La conclusión evidente al verlos actuar era que muchos de ellos, con seguridad, no sabrían explicar claramente por qué estaban arrojando piedras. Es muy probable que la mayoría desconociera la gravedad de sus acciones. Quizá ninguno imaginaba las consecuencias de herir gravemente a un policía con alguna de las piedras, cócteles molotov o perdigonadas que descargaron sobre los agentes. Seguro que nadie les explicó cómo cambiaría su futuro si, por ejemplo, la pedrada que destrozó el escudo de un policía o el disparo que impactó en otro hubiera seguido otra desafortunada o nefasta trayectoria.
Terroristas, manifestantes, alborotadores, gamberros... quienes estaban el viernes frente a los agentes de la Policía Nacional en La Cañada eran simples peleles. No eran más que marionetas. Y precisamente ése es su mayor peligro, que pueden ser manipulados con facilidad y que no es difícil que otros se les unan. De hecho, las escenas de los altercados fueron contempladas por muchos menores (foto) ante los que, tal vez, más tarde esos mismos ‘peleles’ se presentaran como héroes.
¿Cómo abordar este problema sin que se convierta en una espiral imparable? Ese ha de ser el único motivo de debate de nuestros políticos. Eso sí, cualquiera que desee aportar su particular punto de vista, antes debería de haber condenado sin ningún tipo de ‘peros’ los hechos que ocurrieron el pasado viernes en La Cañada. Sólo así es posible tener la certeza de que entre los que participen en la búsqueda de soluciones no esté ninguno de los que sujetan los hilos de las marionetas y mueven a los peleles a su conveniencia.
La segmentación geográfica no funciona. Compruebe si la geolocalización IP está habilitada en su cuenta…
En la obra pictórica presente en Melilla de escultor y pintor Pepe Gámez (Melilla, 20…
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un asunto que nos interpela, casi en igual medida,…
De Galicia al Mediterráneo Si vemos la imagen de una colonia de percebes (Pollicipes pollicipes)…
Dedicaba el diario El País dos páginas de su publicación dominical del pasado domingo, 4…
Queridísimos; Si algo caracteriza a la señora Díaz Pérez (doña Yolanda, "Yoli", "Yoli O' Trapiño"),…