Ernesto, con 19 años, fue uno de los primeros que logró saltar el perímetro el pasado martes a las 06:00 horas. Ahora se siente feliz porque confía en poder trabajar para mandar dinero a su familia e hijos en Camerún.
La Jefatura Superior de Policía tuvo ayer mucho trabajo. Los más de 80 inmigrantes que lograron entrar en Melilla en el asalto masivo a la valla el pasado martes, acudieron a la Comisaría, donde les dieron cita para que la semana que viene puedan comenzar los trámites preceptivos en la Ley de Extranjería. El resguardo de esa cita era para muchos de los que estaban allí, la prueba fehaciente del éxito del viaje que iniciaron meses atrás desde sus países de origen con el objetivo no de llegar a Melilla sino a España, a Europa. Ernesto es un camerunés de 19 años y fue uno de los primeros inmigrantes que accedió a la ciudad autónoma en el primer asalto del pasado martes. “Si tienes tu corazón con Dios, él te ayuda a subir rápido la valla”, afirma.
Asegura que fue el único de su grupo que consiguió saltar la valla y entrar en Melilla. “Los otros no estaban con nosotros”, explica. Accede con entusiasmo a hablar con los medios de comunicación. De hecho, sus compañeros lo traen hasta las cámaras de televisión y los periodistas porque es el único que sabe hablar castellano. El resto se defiende en inglés y francés. Ernesto explica que, tras salir de Camerún, estuvo algo más de dos años y medio en Guinea Ecuatorial, donde aprendió “un poquito de español”.
A la tercera va la vencida
Es la tercera vez que Ernesto intenta saltar el perímetro fronterizo y finalmente lo ha conseguido. Asegura sentirse feliz porque ahora confía en tener la oportunidad de conseguir en Europa un trabajo que le permita enviar dinero a su familia en Camerún. “Como sabéis, en África no hay trabajo. En Europa hay un poquito de trabajo y de dinero. Nosotros podemos trabajar y mi familia espera para que les dé ayuda”, señala y recuerda que en Camerún ha dejado a sus padres y a sus “chavales”.
Mientras Ernesto explica su historia personal, otros compatriotas se arremolinan en torno a él y asienten con la cabeza a todo lo que dice. La historia de uno de ellos es casi la misma que la del resto. “No tenemos dinero para venir directamente y legalmente. Buscamos la forma de llegar hasta Marruecos, andando, y buscar dinero para comer hasta que podemos saltar”, explica.
De la miseria al ‘Bosa, bosa’
“En Camerún hay mucha gente sin trabajo. Si no vas a la escuela, no puedes trabajar. Mi familia no tiene dinero para que yo vaya a la escuela, así que tengo que buscar trabajo”, comenta Ernesto. Ante esta situación, el más joven de la familia y el más fuerte es el que emprende el viaje hasta Europa. “Cuando tú sales, tienes que salir porque eres un hombre. Tienes que tener corazón de hombre y de Dios. Si tú crees en Dios, él te ayuda hasta que he llegado”.
Ernesto explica que en la noche antes de dirigirse hasta la valla de Melilla desde el monte Gurugú, se hirió en el pie. “Yo he sufrido mucho. No podía andar bien porque me he cortado en el pie, pero Dios me dijo: “Levántate” y ahora he llegado a Melilla”.
Aclara que él no fue uno de los inmigrantes que fue trasladado al Hospital Comarcal, pero sí estaba herido. “Estuve rápido. Dios me ha mandado la fuerza para saltar rápido la valla. Lo intenté dos veces y ésta fue la tercera. Fui el único que lo consiguió”, insiste.
La euforia por haber conseguido su primer objetivo exacerba el sentimiento y la fe en su religión. Dios está muy presente en él y en sus compañeros que ayer, mientras esperaban ser llamados por los funcionarios de Policía, cantaban y tarareaban canciones en las que destacan el logro de haber llegado a Melilla tras un largo viaje. Por ello sus canciones terminan en la proclama que todos los subsaharianos cantan nada más entrar en la ciudad: “Bosa, bosa”. Su canto de victoria.
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