A sus 74 años, el artista y escultor, Pepe Gámez, vive en la actualidad entre Melilla, Marruecos y Ayamonte (Huelva).
Ha dedicada toda su vida al arte, pero la poca estabilidad económica que le brindaba esta profesión le obligó a crear su propia empresa funeraria en Ayamonte. También hay quien descubre en él un poeta, un músico-compositor, un filósofo y un conversador ameno y didáctico. La charla con Gámez discurre entre los recuerdos de su juventud, el universo artístico que le acompaña y la reflexión humana y política.
–¿Un artista puede vivir exclusivamente de sus creaciones?
–Vivir del arte es muy complicado. Lo ha sido y lo sigue siendo. Si además tienes cinco hijos, a los que tienes que alimentar como los he tenido yo se antoja prácticamente imposible.
–¿Qué lo hace tan complicado, aparte de las cuestiones familiares?
–Tienes que ser muy constante, tener muchos contactos y moverte para promover tus creaciones. Además, presentar una obra implica un sinfín de costes: de presentación, imprenta de catálogos, alquiler de espacios en galerías de arte, que posteriormente se llevan un buen porcentaje de tus ganancias.
-¿Falta mayor apoyo institucional?
–Totalmente y no sólo en la cultura. Ya estamos acostumbrados a que no se impliquen en el mundo artístico, pero estamos en un mundo donde parece que todos los políticos llevan una venda en los ojos. Están ciegos y no ven o no quieren ver lo que ocurre a su alrededor. La muestra más clara la tenemos con la situación que está viviendo la política española actualmente. No hay forma de ponerse de acuerdo.
–¿Qué les diría?
–¿Que qué les diría? Muy sencillo: señores el problema ¿dónde está? ¿Hay paro, hay hambre, hay desigualidad? Sí. Pues todos a una, pero como todos pretenden llenarse los bolsillos pues no hay acuerdos. No es normal que lo poco que tiene España se lo haya gastado en unas nuevas elecciones.
–Precisamente para promover el arte y el deporte, usted mismo abrió un espacio cultural en
Ayamonte en el año 1995. ¿Sigue abierto?
–No, ahora está en venta. Invertí todo lo que había ganado en la empresa funeraria en este proyecto. Todo el esfuerzo fue personal, he pegado a muchas puertas y no para buscar ayuda económica, pero sí una mayor divulgación.
–¿Se arrepiente de haber creado este proyecto?
–Cómo no me voy a arrepentir si a la cultura no le echa cuenta nadie. Es una pena. Me dejé más de 60 millones de pesetas. Ahora vale más de un millón de euros en un proyecto que apenas ha sido explotado. Venderlo ahora es muy complicado, pero está ubicado en el campo y en Ayamonte hay muchos ingleses y alemanes que podrían ser potenciales compradores.
–¿Cree que su trabajado no ha sido reconocido?
–No lo sé, pero ahora me da igual. No necesito el reconocimiento de nadie. Si pudiese volver a mis años de juventud me decantaría claramente por vivir únicamente del arte. Disfruto tanto creando que la única recompensa que pido es tener cuatro duros para poder comerme un tarugo de pan y un plato de sardinas. He ganado mucho dinero y no me compensaba.
–¿Por qué no le compensaba?
–Porque me ha hecho mucho daño. El dinero y la familia es un asunto muy delicado. Durante años he estado en contacto con las clases más altas de la sociedad, he jugado al tenis y al golf. Pero también me he relacionado personas menos pudientes, con gente que apenas tenía para comer y me quedo claramente con los más desfavorecidos. Me siento más cómodo.
–¿Por qué?
– Porque es más fácil comunicarte con ellos y porque te transmiten unos valores que otros simplemente no te podrían enseñar.
–¿A sus 74 años, lleva 10 disfrutando de su jubilación. Ésta está siendo la mejor etapa de su vida?
–Sin duda. Estoy aprovechando al máximo mi jubilación haciendo lo que realmente quiero. Hay que disfrutar porque a estas alturas hoy estás aquí, pero mañana te puedes quedar en el sitio y se acabó todo. Hace cuatro meses alquilé una casa para mi solo cerca de la playa de Bouyafar (Marruecos). Nunca pensé que la soledad me iba a sentar tan bien. Un hombre que pasaba con un burro y cuatro pescadores eran mi único contacto con la civilización.
–¿A qué se ha dedicado en esos cuatro meses?
–He pintado 24 obras con las mejores bahías del mundo, un proyecto en colaboración con Juanjo Florensa. También me aficioné a crear esculturas y cuadros con materiales reciclados porque la playa de Bouyafar es una playa virgen, pero tiene mucha suciedad. Me dediqué a recoger basura durante un tiempo y reutilizarla para mis obras. Además he empezado a dar clases de música y español en un colegio en Nador. A pesar de dejar mis estudios a mis 10 años, el abecedario me lo sé, aunque sobre todo me comunico con los niños cantando.
–¿Ha dicho que a su edad el tiempo vuela. Qué le queda por hacer a Pepe Gámez?
–Conseguir vender mi espacio cultural en Ayamonte y ayudar a los más necesitados en Marruecos, especialmente a los niños. Es un país donde hay tanto por hacer, pero espero que los más pequeños sepan aprovechar mejor nuestra ayuda. Son el futuro.
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