Antonio García Castillo se despide del Comarcal tras 40 años ejerciendo de forma apasionada su profesión. Cuelga la bata blanca dejando muchos amigos atrás.
Lleva más de 40 años vestido de blanco. Andando por pasillos con olor a limpio. Revisando su agenda y los horarios que debe cumplir. Asegurándose de que las guardias están bien planificadas. Buscando en sus bolsillos un bolígrafo para firmar las recetas. Leyendo con detenimiento cada una de las historias que caen en sus manos. Historias clínicas que no se quedan en el papel por muchos pacientes que vea en un día. No son un número para él. Son personas que necesitan consuelo, aunque en ocasiones ni sus conocimientos ni el de otros compañeros hayan servido para calmar el dolor de este melillense que se sentaba al otro lado de la mesa de su consulta. Su humanidad, su empatía con el enfermo siempre han ocasionado que se implicara más de lo que muchos médicos lo hacen con sus pacientes.
Aseguran los que han trabajado a su lado que sin él van a tener que contratar a dos o más personas para poder llegar al nivel de eficacia que ha conseguido durante todos estos años. Afirman que es un líder, que coordina con maestría aunque no se deje ver y todo su trabajo se desarrolle desde la sombra, en el mejor sentido de la expresión. Pero ayer, a pesar de que no le gusta ser el protagonista, no le quedó otra. Unas 200 personas arroparon con su cariño y sus aplausos a Antonio García Castillo, un médico de los que el Comarcal recordará por muchos años que pasen.
El jefe de la Unidad de Medicina Interna se despide de sus amigos, de sus médicos, enfermeras, celadores y hasta del último componente del área sanitaria de Melilla para dedicarse a descansar. Sus 40 años como médico le han reportado muchas alegrías y es con lo que se va a quedar. Así de claro lo dejó en la cena homenaje que le organizaron sus compañeros.
Historia de una vocación
Con nueve años, García Castillo era un niño enfermo. Recuerda que cada vez que llegaba el médico a su casa, lo veía como si fuera un Dios. Sufría de asma y durante tres meses, se le sumó un fallo renal que le mantuvo en cama durante muchos días. Sufrió mucho.
Se recuperó de aquella recaída, de hecho, el asma se fue tal y como llegó, sin explicación ninguna.
Por su experiencia conoció la profesión médica y a raíz de esto, decidió que lo suyo iba a ser la medicina. Nadie en su familia estaba relacionado con el mundo sanitario, pues su padre era confitero y los familiares maternos se dedicaban a la zapatería, pero lo tuvo claro y luchó por conseguir ser un gran médico para sus pacientes.
Este melillense “de pura cepa”, como asegura a El Faro, estudió en La Salle y luego se formó como médico en Granada.
“Si naciera de nuevo, volvería a ejercer la medicina”, afirmó con tono rotundo y algo emocionado al hacer balance de sus años de batas blancas y fonendoscopios.
Cofundador de la Asociación contra el cáncer y profesor de Enfermería.
Antonio García no recuerda cuál fue su primer caso, pero sí tiene en la mente lo nervioso que estuvo durante aquellos primeros días. Lo mismo que ahora ve esos nervios en las caras de los médicos internos residentes que se están formando en el Comarcal. Él no desea rememorar los casos más complicados a los que se ha enfrentado. Pero no puede olvidar cómo un 31 de diciembre un joven que fue apuñalado “se quedó en la mesa de quirófano” antes de que pudieran hacer nada por salvarle la vida. Estaban sonando las doce campanadas. Se fue sin más con el nuevo año. Asegura además que nunca podría haber estudiado Pediatría. Le da una pena infinita ver a los niños pequeños enfermos. Su especialidad es medicina interna. Le gustaba y ha llegado a ser una figura en la que confían todos los sanitarios cuando tienen dudas sobre casos que afectan a esta área. Aunque, sin duda, se ha volcado durante toda su vida con los enfermos de cáncer. “Oncología es en donde se aprecia más el sufrimiento de los pacientes”, apunta.
Fue el cofundador de la Asociación Española contra el Cáncer en Melilla. Esta entidad ayer le volvió a hacer entrega del premio ‘V de vida’ en la cena de homenaje, galardón que ya tiene por ser un médico volcado con estos enfermos. También ha sido profesor de la Escuela de Enfermería cuando se fundó en Melilla y ha promovido la incorporación del personal de Cruz Roja en el Comarcal.
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