“Ser testigo de una realidad e informar a la gente es una bendición”.
La melillense María Oña recuerda sus tardes en la Bocana y los paseos con su padre para ver cómo chocaban las olas contra las rocas del faro. Afima a este periódico que siempre ha sido una “embajadora anónima” de esta tierra porque le salía del corazón darla a conocer. Ayer fue galardonada con la distinción ‘Melillense del Año’.
–Dicen que uno nunca es profeta en su tierra, pero esto no se cumple en su caso.
–La verdad es que este reconocimiento no era para nada esperado. Me siento como que me viene grande y pienso que no he hecho nada para que se me reconozca este privilegio. Es un honor ser ‘Melillense del Año’. Ser la persona elegida en tu ciudad tiene mucho peso. Además lleva consigo una responsabilidad considerable. Este reconocimiento es una mezcla de sorpresa y modestia. Pero por otro lado digo, por qué no. Si se trata de querer a tu ciudad y llevarla allende los mares y contarla y cantarla, sí que lo he hecho. Es más, me traigo una revista de la universidad del 1987 y mi primer artículo en ella fue sobre Melilla. Si he hecho méritos son involuntarios porque es algo normal e incluso de obligado cumplimiento el hablar de mi ciudad. Me sale del corazón porque me siento de Melilla y me gusta mi ciudad y la cultura, aunque tenga sus defectos. Me siento una privilegiada por este nombramiento de Melillense del Año.
–¿Sentirá una responsabilidad mayor por ser embajadora de la ciudad?
–Estoy dispuesta a afrontar el reto. Esta responsabilidad la voy a cumplir y tengo la absoluta certeza de que no voy a defraudar a mi ciudad ni a los míos. Llevo ejerciendo el papel de embajadora anónima desde que me fui de Melilla y tengo pruebas. Son los artículos de la ciudad en los explico mi orgullo de ser de la ciudad.
–¿Qué es lo más echa de menos de Melilla?
–La raíz nunca se rompe, pero tienes que trasplantarla. La verdad es que cuando llevas toda la vida fuera el destino te obliga a adaptarte. Lo que siempre echo de menos es mi familia. Somos muy intensos y estamos muy unidos. El mar también lo echo de menos. En Río de Janeiro vivía a muy pocos minutos del mar y en Lisboa estaba cerca del Tajo y de las grandes playas. Este vertido estigma me lo puso a sello y sangre Melilla. Además, me carga las pilas. Pero fundamentalmente echo de menos a mi familia. Sin ellos no soy nada. Son mi columna vertebral. A diario llamo por teléfono a mi madre para que me dé el ‘parte’. Esto es lo único porque en realidad la vida me ha convertido en un camaleón y me adapto a lo que tengo. A veces mi capacidad de adaptarme a los sitios me sorprende y me preocupa también (risas).
–¿Optó por esta profesión por que le gustaba contar historias?
–En mi familia hay varios artistas entre escritores y pintores. Mi padre es uno de ellos. Siempre me gustó mucho escribir y viajar. Ser testigo de una realidad e informar a la gente es una bendición.
–¿Se imaginó ser enviada especial de TVE?
–Era mi sueño. Era lo máximo a lo que podía llegar en mi carrera profesional. Hasta que no tienes una experiencia y un reconocimiento no te mandan de enviado especial porque se tienen que fiar de ti. Eres tu propio jefe y quien marca el ritmo del trabajo. La verdad es que no me imaginaba serlo, pero sí lo pretendía. No sé si pensé en conseguirlo, pero aspiraba a ello.
–¿No se planteó cambiar el medio o realizar otro formato diferente al que trabajaba?
–Tuve una oferta de Telecinco hace años y también otra para un medio escrito. Pero es que TVE ha sido mi casa. Aunque ahora no estoy en esta cadena. He pedido una excedencia y soy directora de Comunicación y Relaciones Externas de la Fundación Microfinanzas del BBVA, que es una entidad sin ánimo de lucro que dedica sus esfuerzos a echar una mano a personas de América Latina. Me buscó una cazadora de talentos y cuando me llamó pensé que me estaban gastando una broma (risas). Al final me lo pensé y vi que era un reto personal. En el periodismo siempre aprendes nuevas cosas a diario. Nunca me planteé dejar TVE porque es una magnífica escuela y he sido una privilegiada porque la siento mi casa. Pero en febrero opté por este otro proyecto apasionante, con el que estoy ilusionada.
–¿Alguna de las noticias que ha cubierto le ha roto el corazón?
–Muchas. Pero hasta el punto de ir a casa pensando en la persona que habías entrevistado. No sé si los médicos cuando llegan a su hogar piensan en sus pacientes, pero yo sí en los protagonistas de las noticias. A lo mejor no siempre ha sido la más impactante, como de un terremoto o un accidente de avión. De hecho, tengo el recuerdo de un travesti que me la encontré en la Gran Vía y estuvimos entrevistándola para hacer un reportaje sobre el sida. Cuando terminamos, nos la volvimos a encontrar en la calle pidiendo y ahí me puse a llorar y no dejé que se grabara más. Cuando vi a la gente que pasaba a su lado y casi la pisaban... Es de las únicas veces que me he roto en mi vida profesional. Ver a esta criatura indefensa enferma y la indiferencia de todos nosotros pisando su vida me partió el corazón y me pareció de un frívolo horroroso tener que grabarlo.
–¿Qué le parece que a los medios de comunicación se nos acuse de no dar la mejor imagen de Melilla en las noticias?
–Bueno en la universidad siempre nos dicen que no es noticia que un perro muerda a un hombre, sino lo contrario. Eso es de primero de carrera. A los periodistas nos echan la culpa prácticamente de todo. Yo soy una gran defensora de esta profesión, que me parece muy digna si tienes la conciencia tranquila de que lo haces lo mejor que puedes. Cumplimos con una función fundamental que es desempeñar un papel social de hacernos eco de las denuncias sociales y de las cosas que se hacen mal en esta vida. Está bien informar de las cosas buenas, pero si son noticia. Pero también hay que contar las malas. Tenemos que informar. Que se le eche la culpa a la prensa de todo es un recurso fácil.
–¿Tiene algún reto por cumplir?
–Pocos. A ser jefa no he aspirado en mi vida. De hecho tuve un carguito de editora adjunta del Telediario. No me gustó nada la experiencia. Es que eso de mandar no se me da bien, aunque no sé si en mi casa opinarán lo mismo (risas). He trabajado en equipo y he sido responsable en corresponsalías, pero es más en familia porque somos pocos. Ahora en la Fundación somos cinco y soy directiva, pero me gusta estar en el terreno y escribo noticias, hago reportajes y me meto en realización y puse la voz en off. Pero reto personal no tengo. He cumplido todas mis metas en temas profesionales. Pero nunca voy a dejar de ser una periodista de trinchera porque me gusta la información a pie de calle. No sé si volveré a la televisión, pero si lo hago, me conformo con ser una redactora de algún programa que me permita viajar y contar historias, que es lo que más me gusta hacer en la vida.