En el Día Internacional de las personas con Discapacidad quisiera hacer unas reflexiones sobre la situación de los que somos involuntariamente diferentes en la ciudad de Melilla. Los datos que aporto son tan veraces como la realidad misma que las personas con diversidad funcional soportamos. Y si alguien no los cree, solo tiene que hacer la comprobación oportuna. Es más, reto a aquellos que no estén de acuerdo conmigo a que hagamos una prueba.
Más del 90 por ciento de las calles de esta ciudad son intransitables para personas con movilidad reducida, permanente o temporal, o discapacidad motora. Pero el dato es aún más grave si vamos al “flamante” centro de la ciudad, donde está la tan “beneficiosa peatonalización” iniciada por el otrora consejero de Medio Ambiente, hoy en la Autoridad Portuaria, y continuada por los de nuestro gobierno tripartito local -que pudieron enmendarlo, pero no les dio la gana- para poder constatar que ese tanto por ciento sube al cien por cien en lo referido a la imposibilidad real de poder transitar para este tipo de personas.
Si alguien considera que estoy mintiendo o que estoy en un error, reitero mi compromiso a retarme con quien sea (del gobierno anterior o del actual) a ir en sillas de ruedas manual, no eléctrica, e intentar deambular por esas calles, permítanme la expresión, salvajemente peatonalizadas. Comprobaremos cómo es casi imposible hacerlo con la tranquilidad que da el ir por un sitio llano. A esto hay que añadir los grandes obstáculos que suponen para la entrada, salida y actuaciones de los servicios de emergencia y de ayuda a domicilio que se las ven y se las desean para poder hacer bien su labor.
Y supuestamente estas calles cumplen con lo establecido (sic) en las normas vigentes de accesibilidad (sic otra vez), imagínense cómo están el resto de calles de la ciudad. Dense un paseo por todos los barrios, y digo todos, porque en gran medida sus habitantes aportamos el dinero de los impuestos para que la gestión por parte del gobierno local sea la mejor y no la más lucrativa ni para empresas licitadoras ni para el erario.
Ejemplos de barbaridades, muchos: Barrio del Real, Barrio del Industrial, etc. y si nos vamos a los barrios más alejados del centro ya el tema de la accesibilidad ni siquiera existe. Hablo de Reina Regente, de la Cañada de la Muerte o de los Pinares, barrios sempiternamente abandonados por la administración.
Pero ahondemos un poco más en el tema de la discapacidad y la no cumplimentación por parte de la administración de la ley de Accesibilidad general.
Un claro ejemplo es la reivindicación ya histórica -más de 15 años- del que les escribe para que hagan accesible el patio de las parcelas 20, 21 y 22 del Cementerio Cristiano, amén de otras parcelas y de otros arreglos muy sustanciosos que hay que realizar. Después del paso de cinco consejeros de medio Ambiente, ni se ha hecho nada, ni han demostrado tener claro interés en hacerlo.
Y aludo a la falta de interés porque, entre otras cosas, desde hace meses tengo solicitada una cita con el consejero de Medio Ambiente sin recibir respuesta. Ignoro si este silencio se debe a mi discapacidad, imagino que no, pero no alcanzo a entender el motivo de por qué a los ecologistas, que denunciaron en los medios ciertas situaciones medioambientales en la ciudad los va a recibir en diciembre -cosa que aplaudo y me parece fantástico- y a un servidor se le mantiene en el ostracismo. Pruebo a escribir este artículo a ver si yo tengo la misma fortuna y al leerlo, el consejero se digna a recibir a este humilde discapacitado.
También pedí cita con el Señor Presidente de la Ciudad y a la Señora Delegada del Gobierno, con idéntico resultado, pues mientras el primero se introduce en el mal llamado silencio administrativo, la segunda sí responde a través de terceras personas -hasta tres diferentes- pidiéndome que les explique por qué quiero ver a la Señora Delegada. Al responderles que me muestren la normativa que me obliga a dar explicaciones previas, ya sus reacciones se ciñen también al silencio y al ostracismo, es decir, a dejarte de lado y mirar para otro sitio.
Como ven, los discapacitados en esta ciudad tenemos muy difícil que nos oigan como personas particulares, sea la discapacidad que sea. Y creo que tenemos derecho a que se escuchen nuestros problemas sin tener la obligación que pertenecer a ninguna asociación ni fundación.
Todos sabemos que los gobiernos nacional y local están muy comprometidos por el tema de la accesibilidad e incluso algún partido político de la ciudad usa como lema aquello de “que nadie se quede atrás”. Sin embargo, precisamente para acceder a su sede, los que tienen alguna discapacidad motórica lo tienen difícil debido al gran escalón que existe y que en ocasiones tratan de salvar con una rampa de quita y pon. Pero no se trata de eso porque, aunque se agradece el gesto, se trata de cumplir la ley y de que ese escalón desaparezca por una rampa acondicionada y permanente, tal y como se ha hecho en el edificio contiguo.
Añadamos más cosas de, por ejemplo, personas con diversidad auditiva y/o visual. A pesar de la gran labor que hace la ONCE y su fundación, digna de elogio, casi el cien por cien de las oficinas de la administración pública carece de personal formado para atender a personas con dificultades auditivas o visuales: ni intérprete de lengua de signos, ni documentación informativa en Braille ni nada que se le parezca. Está entonces claro que esa inclusión de la que tanto alardean se queda en un simple alarde y no se materializa en la realidad.
El acceso a la cultura es otra asignatura pendiente a la que los que tenemos alguna discapacidad tenemos el acceso limitado, somos muchos los que no podemos participar en eventos culturales que se pagan con dinero público, -ergo también nuestro-, pero no se hace prácticamente nada para facilitar nuestra asistencia, participación y disfrute. Les hablo, por ejemplo, de la Semana de Cine, de los festivales de Teatro, de las conferencias, etc. De aquí viene el título del artículo: aunque los que tenemos alguna dificultad no nos sintamos de segunda categoría, las administraciones hacen todo lo posible para que lo seamos. Es como si nos considerasen enfermos contagiosos en la edad media, o personas de rango inferior, y nos quieran tener apartados.
Día a día vemos como se producen manifestaciones, concentraciones por la defensa de diferentes colectivos, algo que me parecen totalmente lícito y legítimo en un Estado de Derecho como el nuestro. Pero por nosotros, nadie, absolutamente nadie, hace nada ni se mueve. Quizá haya llegado el momento de empezar a hacer concentraciones y manifestaciones porque, aunque nos multen o detengan, también nosotros tenemos derecho a la visibilidad, al empoderamiento y a sentirnos orgullosos de pertenecer a un país que nos cuide y nos respete.
En definitiva, termino para que todos y todas los que se hagan las fotografías pertinentes junto a personas en silla de ruedas y se les llene la boca con la inclusión -irreal aunque legal- disfruten de ello. Mientras nosotros lucharemos por que nuestra realidad se vea y por salir del ostracismo, al que nos tienen condenados hasta que digamos basta.