Opinión

Septiembre

Lentamente se va marchando el verano, aquel que prematuro comenzó con los mismos bríos que va plegando. Incertidumbre, resentimiento, ánimos de represalia y veto, marasmo político que perdura y perdurará, precios al alza y sin visos de frenada… pero también la esperanza en la rutina que, basada en los quehaceres que se recobran y el intento de afrontarla, hará perder notoriedad y espacio a la reflexión por lo que acontece. La vida y su afán por delante.

Llegó septiembre y vino precedida por una quincena adobada en aquello que en otros estíos se nombraba como ‘serpiente de verano’, por eso que la escasez de noticias hacía de algún embrollo el blanco de la atención y el disparo mediático. Pero esta ‘bicha’ hoy cuenta con un veneno muy ponzoñoso.

Emulando ciertos ámbitos de la lid y el poder político y sus peores emanaciones: la corrupción, el abuso, el nepotismo o el rencor, un esperpento, punta de un iceberg de ignominias y prerrogativas, copa desde entonces la opinión pública.

El llamado ‘caso Rubiales’ es sobre todo, pero no solo eso, un espantajo que recuerda cómo se puede prostituir la democracia para llegar al rol caciquil. De una elección por el libre derecho de votar, se teje una tupida tela de protección de intereses. Más allá del beso, porque es bastante más, ha sido notorio y lo sigue siendo, cómo quienes eligieron y mantienen el apoyo al déspota y vergonzante presidente federativo nacional (y no son pocos) ejercen aquello de la economía de la justicia, convertir al victimario en víctima protagonista de ‘un desliz’.

El quid pro quo, una cosa por otra, amparo y beneficio mutuos con cierto ‘enrocamiento’. Un exponente de lo que nace, pongamos, de la voluntad popular y crece por bajo el sectarismo del mandato.

Pero septiembre trajo también el agua. Un agua habitual fruto de lo que siempre se llamó como ‘gota fría’ y ahora por esos tecnicismos de nuevo cuño viene a denominarse Dana. Un fenómeno que no es más que la embestida del aire frío de las alturas contra el caliente de las bajuras y que produce no pocas alteraciones atmosféricas y de cotidiano transcurrir.

Comienza el curso escolar, que el político sigue porque no acaba nunca, visto lo visto. Y ese inicio por el que pequeños por vez primera se internan en la aventura que la docencia les propone y no tan pequeños en la continuidad hacia una formación cada vez más necesaria y recurrente, se convierte para muchas familias en todo un ejercicio de supervivencia y logística.

Mientras, mientras la vida continua obcecada en su devenir de luces y sombras, continua la tendencia de quienes entregados al adanismo que siempre, en mayor o menor medida, imbuye el poder o su aspiración, alientan a que lo mejor ya ha llegado o estar por llegar, según el caso. Una escenificación que declina en tal medida decaen las luces de artificio y el ruido. Ir ganando la vida, a tenor de su devenir, tiene otro color y otra sintonía.

Sirva de recuerdo que hay lugares en los que el ‘mínimo ingreso vital’ alcanza el 15% de la población, como es el caso de Melilla y menos mal que lo percibe. Esto lo trajo, también, septiembre. Un dato que denota la lejanía en el alcance de la justicia social y esa prosperidad, o su anuncio en el porvenir, tantas veces ceñida a círculos de escasa permeabilidad. Una sociedad se va debilitando progresivamente a la par que su dependencia económica pública aumenta más allá de lo razonable. Es solo una opinión.

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