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Alumnos del IES Miguel Fernández asisten a la celebración de varias vistas en los Juzgados para conocer el día a día en la administración de Justicia
“En mi época de estudiante no teníamos estas experiencias”, afirma un profesor del Instituto de Educación Secundaria Miguel Fernández. Ayer, unos 25 alumnos que cursan 1º de Bachillerato en este centro llenaban la sala de vistas del Juzgado de lo Penal número 2 de Melilla, en una actividad organizada para acercar a los alumnos el trabajo que se lleva a cabo en los tribunales de Justicia.
Antes de comenzar las vistas, la titular de ese Juzgado y la fiscal que ayer ejercía la acusación pública explicaban cómo funcionan los juicios penales. En primer lugar, con el interrogatorio al acusado por parte del Ministerio Fiscal, seguido de las preguntas formuladas por la defensa del inculpado. Y a continuación, las declaraciones de los testigos que hayan sido requeridos por las partes.
Juicios celebrados
Ayer, sin embargo, fue una mañana tranquila para lo que acostumbra un Juzgado con notable carga de trabajo. De los seis juicios previstos, sólo dos se celebraron, y en ninguno de estos últimos estuvieron presentes los acusados.
“Cuando la pena que solicita el Ministerio Fiscal es inferior a dos años de cárcel, se puede celebrar el juicio en ausencia del acusado”, explicó la juez a los estudiantes.
Pero, en las vistas de ayer, hubo varios casos en los que la pena reclamada por la acusación pública era superior a ese límite. “He tenido que solicitar la suspensión”, explicaba la fiscal tras aplazarse un juicio en el que reclamaba “dos años y nueve meses por un robo con fuerza”.
“Yo puedo saber que alguien es culpable, pero no tener pruebas. En ese caso, no se le puede condenar”, afirmaba la juez ante el público presente. “Tengo que valorar a una y otra parte”, añadía, en referencia a las evidencias presentadas por el Ministerio Fiscal y los abogados defensores.
Preguntas de los alumnos
También respondió a preguntas de los jóvenes una letrada que participó en uno de los juicios. “¿Hay problemas de conciencia para los abogados?”, le preguntó un estudiante en referencia a los casos en los que se defiende a acusados de delitos graves. “Las cosas no son blanco y negro”, replicó la abogada. “¿Puede alguien defenderse solo?”, preguntó otro. En este caso, respondieron tanto las tres juristas presentes en la sala: “Sólo si se es abogado, juez o fiscal”. “Pero no es buena política”, apostilló la letrada.
La juez explicó que su profesión es “más solitaria”, puesto que ha de hacerse cargo de todos los casos que llegan a su oficina. Sin embargo, los fiscales están “más acompañados”, dado que son más y a un mismo juzgado acuden diferentes responsables de la acusación pública según el día.
En un momento de la mañana se presentó en la sala el juez decano, Fernando Germán Portillo, quien se interesó por si había alumnos con la intención de estudiar Derecho. Una joven respondió que le gustaría “ser fiscal” y, de hecho, al finalizar las vistas del día, la juez permitió a los alumnos simular un juicio, en el que esta estudiante ‘ejerció’ la acusación pública. La fiscal incluso le prestó su toga mientras otros compañeros ocupaban el lugar de la juez y el de los letrados de la defensa.
En ese simulacro, los estudiantes fueron interviniendo en el orden convenido, siempre con la ayuda de la juez y la fiscal (“con la venia”, les explicaban que había que decir al dirigirse a la magistrada). Y no hay que olvidar que también ocuparon su lugar ante el micrófono varios estudiantes que ejercieron un divertido papel de acusados.