El año pasado sólo seis inmigrantes subsaharianos lograron acceder a la oficina de asilo de Beni Enzar, ubicada en el principal puesto fronterizo de Melilla. Según datos del Ministerio del Interior, el grueso de los extranjeros procedentes del África negra que solicitó protección internacional en la ciudad lo hizo desde territorio nacional tras entrar por otras vías.
De esta forma tenemos que en 2018 se registraron en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) o la Comisaría de Policía Nacional un total de 290 solicitudes de asilo.
Eso significa que el dato de los migrantes subsaharianos que pidió asilo el año pasado en territorio nacional es 48 veces mayor que el que tramita esta petición en el puesto de Beni Enzar.
Si comparamos estos datos con los de 2017, comprobamos que la situación es similar. Ese año pidieron protección internacional en la oficina de asilo 39 subsaharianos, mientras que en territorio nacional lo hicieron 103.
El abogado José Alonso, que ha imputado a dos delegados del Gobierno en la Ciudad por devoluciones en caliente, defiende que datos como éstos explican por qué hay saltos en la valla. En su opinión, los subsaharianos que necesitan protección internacional no tienen otra opción que saltar la doble alambrada para poder acceder al derecho a asilo en Europa habida cuenta de que Marruecos no tiene un sistema nacional de asilo.
Esto se debe además a que en el país vecino la estancia irregular está considerada como delito por la Ley de Extranjería 02-03 por lo que los migrantes, especialmente, los de piel negra, tienen muy difícil atravesar el control policial marroquí en Beni Enzar para llegar a la oficina de asilo de Melilla.
Fuentes no oficiales de la Guardia Civil creen que eso no es problema de España sino de Marruecos y que debería ser Europa quien negocie esta situación con las autoridades del reino alauí.
Para José Palazón, de la ONG Prodein, esto es una prueba más de que el derecho a asilo está en franco retroceso en Europa. Si es un derecho internacional, defiende, no es comprensible que los migrantes se vean obligados a saltar la valla para acceder a él o, como le ocurrió en su momento a los sirios, a tener que pagar mordidas a la policía fronteriza de Marruecos para que les dejaran llegar a la oficina de asilo de Beni Enzar.
En este sentido, el experto en Relaciones hispano-marroquíes Marcos Roberto Pérez sospecha que detrás de la llegada de unos 20.000 sirios desde 2015 a Melilla estaría algún tipo de acuerdo entre España y Marruecos para darle salida a la bolsa de refugiados que Nador no podía asumir.
La mayoría de los inmigrantes que pidió asilo el año pasado una vez dentro de Melilla procedía de Malí (143) y esto se debe a que este país va camino de convertirse en un estado fallido pese a la presencia de 20.000 soldados internacionales en la zona.
Malí está siendo escenario de un grave conflicto étnico entre dogones y peules. En lo que va de año han sido asesinados unos 4.000 civiles, la mayoría de ellos, mujeres y niños, de este país, pero también de Níger y Burkina Faso.
La desertificación ha dejado a la etnia peul (ganaderos y nómadas) sin tierras para el pastoreo y los dogones no les permiten utilizar el territorio que cultivan. Los terroristas asentados en el norte del país han sacado partido de esta situación y han dado amparo a los peules. Esta situación está provocando un éxodo, aún incipiente, de malienses.
Teniendo en cuenta que el trayecto migratorio desde Malí a Melilla a través del desierto argelino dura entre uno y dos años, previsiblemente en los próximos meses seguirán llegando a Melilla refugiados procedentes de esta zona.
Aunque ni Frontex, ni Guardia Civil ni Policía Nacional tienen elaborado un perfil de los migrantes que saltan la valla porque las estadísticas sólo controlan las entradas por la vía terrestre, fuentes del CETI aseguraron a El Faro que se trata subsaharianos de unos veintitantos años, mucho más jóvenes que los que llegaban a Melilla en los años 90.
En sus países de origen han estado vinculados a los servicios y la agricultura y tienen un nivel de formación bajo o muy bajo.
Desde ONGs acotan que son, en esencia, los más pobres porque si tuvieran a algún amigo o familiar en Europa que les pudiera mandar dinero, se subirían a una patera.
En definitiva: son subsaharianos, pobres, con baja formación y muchos, refugiados de libro.
Los solicitantes de asilo de nacionalidad marroquí eran mayoría en el Centro de Estancia Temporal de Melilla a primeros de este mes. Según fuentes policiales, en el CETI estaban acogidos el 4 de junio 374 marroquíes, del total de 1.258 migrantes registrados. Les seguían de cerca los tunecinos (221), argelinos (215) y sirios (116). Entre los subsaharianos son mayoría los migrantes procedentes de Malí (69), Costa de Marfil (51) y Guinea Conakry (38). Fuentes de ONGs aseguran a El Faro que la presencia marroquí en el CETI les lleva a sospechar que para conservar los puestos de trabajo que ahora mismo hay en el centro es necesario abrir las puertas a nacionalidades que hasta hace muy poco no llegaban al centro bajo ningún concepto.
Hace unos años era impensable que un marroquí fuera acogido en el CETI. Ni siquiera se dejaba acceder a mujeres marroquíes casadas con sirios, que venían huyendo del conflicto armado. Pero la protección a homosexuales que huyen del acoso al que son sometidos en Marruecos ha llenado al CETI de refugiados procedentes de Marruecos.
La cifra de migrantes acogidos en el CETI de Melilla se mantiene por encima de 1.000 desde el año 2014 cuando el ejercicio cerró con 1.069 extranjeros registrados.
La mayoría de ellos eran familias sirias con niños pequeños. En noviembre de 2015 esta cifra había ascendido a 1.426 y los sirios seguían siendo el grupo mayoritario. Dos años después, en 2017, el dato de inmigrantes acogidos en el CETI subió a 1.106, pero en octubre de 2018 volvió a subir a 1.250.
Este último dato se ha mantenido más o menos así, ya que a primeros de junio era de 1.258, según confirmaron a El Faro fuentes de la Policía Nacional.
Respecto a los tunecinos, fuentes de la Guardia Civil aseguran que desde que ponen un pie en Melilla llegan gritando asilo y piden que les lleven a la Policía.
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