Seis melillenses y dos andaluzas coronaron el pasado Domingo de Resurrección el pico Tubqal, el más alto de Marruecos y del norte de África, con 4.167 metros de altura.
Pero la excursión no sirvió solo para ver hasta dónde llega el límite de las fuerzas propias y ajenas sino también para rendir un modesto homenaje a las dos jóvenes danesa y noruega que en diciembre pasado fueron víctimas del terrorismo islámico, al ser degolladas en la zona por fanáticos de Estado Islámico.
Según cuenta Juan Manuel Fernández Millán, profesor de Psicología de la UGR, la zona del pico Tubqal es hoy más segura que nunca y las autoridades marroquíes ya no permiten que nadie, ni siquiera los montañistas más experimentados, suban sin la compañía de un guía a la cima del monte.
Una vez coronaron el pico más alto de Marruecos, el grupo de melillenses desplegó un cartel recordando a las dos estudiantes universitarias asesinadas, después de que los astros se alinearan para que los terroristas se salieran con la suya.
Según explicaron gente de la zona a los montañeros melillenses, las jóvenes hicieron cima y decidieron que no iban a dormir en el campamento. Fue así como montaron su tienda de campaña por cuenta propia en mitad de Atlas, donde las sorprendieron los yihadistas y grabaron un vídeo que recoge el horror de los últimos minutos de ambas.
Sin embargo, la desgracia no ha espantado a los turistas del monte Tubqal. En el caso de los montañeros de Melilla, la idea surgió en el centro Entrenamiento 180, de la calle General Aizpuru.
Al principio, cuenta su propietario Mario Gómez Méndez, se apuntaron unas trece personas, pero conforme se fue acercando el momento de partir, se fueron cayendo candidatos.
Finalmente fueron ocho personas las que subieron al tren en Beni Enzar hasta Casablanca y de ahí hasta Marrakech.
Lo mejor del viaje, comentan, fue la compañía en un grupo multicultural, diverso y muy unido. Entre todos pusieron a prueba su resistencia, pero también la capacidad de convivir con gente de todos los rincones del mundo, en los albergues en los que duermen hasta 25 personas juntas que, la mayoría de las veces, no se conocen entre sí.
De la escalada, lo peor es el mal de alturas y la bajada, cuentan a El Faro, pero a toro pasado, admiten que lo volverán a hacer. La montaña engancha.
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