El futuro de Melilla pasa por que continúe siendo una ciudad, al menos, tan segura como ahora. Para ello es fundamental garantizar convenientemente los controles en los pasos fronterizos, tanto sobre las mercancías que transitan en ambos sentidos como, en especial, de las personas que llegan a procedentes del país vecino.
Éstas, en su mayor parte, vienen a Melilla a ganarse la vida honradamente. Sin embargo, hay que tener en cuenta que entre ellas se esconden algunos indeseables. Se trata de individuos dedicados a lo que de manera coloquial se conoce como delincuencia común, es decir, pequeños robos, hurtos y asaltos, que en ocasiones provocan daños mayores que la cuantía del botín en sí. Basta con acudir una mañana a los juzgados y observar quién se sienta en el banquillo de los acusados en cada juicio para constatar que una parte importante de los procesados son de nacionalidad marroquí.
Esta delincuencia menor no debe tener oportunidad de prosperar en nuestra ciudad, pero menos posibilidad aún hay que ofrecer los fanáticos que actualmente se han convertido en la principal preocupación de la seguridad a nivel internacional. Para ello es imprescindible continuar estrechando los lazos de colaboración con las autoridades marroquíes. Sin embargo, esas relaciones no son suficientes por sí solas. A este lado de la frontera, en los pasos fronterizos de nuestra ciudad, es necesario contar con una dotación suficiente de agentes de la Guardia Civil y Policía Nacional que haga impensable la llegada de esos fanáticos. Es imprescindible dotar a nuestros efectivos de los medios suficientes. Y, sobre todo, no hay que dejar de contar con la opinión y las sugerencias de los agentes que día tras día desempeñan en esos puntos las labores de control y seguridad.
Afortunadamente, la presión migratoria ha dejado de ser un problema en Melilla, un problema, por otra parte, que no es propio de nuestra ciudad ni la afecta de manera directa. La inmigración ilegal es un asunto de ámbito europeo, que marcará el futuro de la Unión Europea y que requiere soluciones de Bruselas. En cambio, la seguridad en los pasos fronterizos sí es un asunto que atañe directamente a nuestra prosperidad. Si Melilla quiere optar a que su futuro sea mejor que su presente, la seguridad que ofrezca a sus residentes, visitantes, turistas o inversores debe ser, al menos, como es en la actualidad.
Por ello, no tiene ningún sentido reforzar la vigilancia del vallado fronterizo cuando el monte Gurugú está ‘limpio’ de campamentos de subsaharianos mientras que por los pasos entre Melilla y Marruecos continúan asistiendo al tránsito diario de decenas de miles de personas sobre las que es necesario ejercer cada vez un mayor y mejor control para garantizar tanto su seguridad como la del conjunto de ciudadanos de ambos lados de la frontera. Y sobre todo en esta época del año, cuando la circulación de personas y vehículos se incrementa de modo considerable por la Operación Paso del Estrecho.