La segunda jornada de repatriación d marroquíes atrapados en Melilla comenzó esta mañana dentro de la normalidad que se vivió en la jornada del miércoles. También fueron unas 200 personas las que cruzaron el paso fronterizo de Beni Enzar con dirección a sus casas después de casi siete meses atrapados en la ciudad. Las imágenes de este día se repitieron: maletas, despedidas y a agentes de la Policía ayudan a llevar maletas o a personas mayores en sillas de ruedas. También había varias decenas de personas esperando en la plaza que hay junto a paso fronterizo esperando a que les llegase el mensaje a través del cual Delegación del Gobierno les avisaba de su turno para que pudiesen pasar al control policial. Algunas se preguntaban cuándo le llegaría en mensaje, como Mariam, que explicó que se apuntó el otro día para poder volverse y que a sus amigas sí que las habían llamado pero a ella no.
Con el mismo proceso del miércoles, las personas que iban llegando pasaban un primer control policial para acceder al interior del paso fronterizo. Esta vez sí que restringieron el acceso para los acompañantes, pudiendo solo pasar a ese primer control la persona que se iba, a no ser que esta necesitase ayuda para moverse, ya que los perfiles que aguardaban volver el la zona eran muy diversos: jóvenes, familias con niños pequeños, mujeres y hombres que, o bien trabajaban en la ciudad o estaban de visita, y ancianos.
Mohamed es uno de los marroquíes que se quedó atrapado. Es de Nador y tiene su familia al otro lado. Está contento de volver a verlos, pero dice que estos meses ha estado trabajando en la ciudad de lo que ha encontrado, porque según detalla, si uno tienen buen físico para realizar un oficio, no tiene por qué tener problema de buscarse la vida al respecto.
Por su lado, Yamina, una mujer mayor que trabajaba en casa de una cristiana de la tercera edad también, se quedó atrapada y esta última le ha dado alojamiento durante estos meses. Asegura que a su empleadora le ha dado pena que esta se volviera a Farhana, su pueblo, pero como bien dice, "la casa de uno es la casa de uno".
Fátima por su lado no tuvo tanta suerte. Procedente de Berkan, estaba trabajando en un hogar melillense cuando se cerró la frontera. La familia que la acogió la echó de la casa a los dos meses y tuvo que ir finalmente a la plaza de toros. Asegura que no estaba nada bien allí, que incluso había una "mafia" y una de las mujeres que allí había está en la cárcel. No podía pagar el alquiler de un piso, pero finalmente pudo acceder a uno y ahora está contenta de volver a su casa, pues según explica, tienen una hija pequeña que no ve desde hace tiempo.
Y así son numerosas las historias de cada una de las personas que se quedaron atrapadas en Melilla. El domigno habrá una nueva repatriación y posiblemente otra el martes dado el gran número de marroquíes que han solicitado volver a sus hogares. Por el momento la frontera sigue cerrada hasta que mejore la situación epidemiológica y tampoco se sabe si sería posible abrir un pasillo humanitario a la inversa, para que los melillenses puedan volver a su ciudad después de siete meses.
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