Mucho habían tardado los empresarios de Melilla en estallar. Ellos mismos lo han reconocido en un duro comunicado hecho público este martes en el que lamentan haber estado callados tanto tiempo y haber confiado en los políticos del Gobierno local. Entre pitos y flautas se les han ido tres años de legislatura en reuniones, foros y palmaditas en la espalda. Las pérdidas son monumentales.
Ésta vez nadie les puede recriminar que no han tenido paciencia porque la han tenido a raudales. Han presentado propuestas y a cambio han recibido, en el mejor de los casos, sonrisas y buenas palabras. No hay hechos consumados. Ni un solo gran proyecto ha salido adelante, pese a que en el Boletín Oficial de Melilla no paran de salir anuncios de adjudicaciones de ayudas.
No entiendo cómo podemos regar la ciudad con tanto dinero y que cada vez cierren más empresas. Tenemos menos parados aquí y en el conjunto de España y eso es una realidad y, además, en nuestro caso, un récord histórico, pero con 7.000 desempleados en una ciudad económicamente anémica, sin industrias y con cierres constantes de negocios, no se pueden lanzar las campanas al vuelo.
¿Ahora mismo, qué resultados puede poner el Gobierno de coalición sobre la mesa aparte del paro? La rebaja del 7% al 0,5% en la tasa de matriculación de barcos de recreo en Melilla y la esperanza de que se tramite en esta legislatura la modificación de la Ley de Puertos para que tengamos en la ciudad un registro especial de embarcaciones deportivas que también tendrá Ceuta. ¿Eso a cuánta gente de Melilla afecta?
Además, ¿para qué va usted a venir a Melilla, que está en el otro confín del mundo, a matricular un barco si puede coger el helicóptero en Málaga y ponerse en Ceuta en 45 minutos para registrarlo allí?
Lo de la rebaja fiscal a los barcos de recreo es un hecho, pero lo de la modificación de la Ley de Puertos es una promesa como la de tramitar desde 2017 el Real Decreto para bonificar el transporte de mercancías en Melilla.
Este miércoles Aberchán ha dicho que peleará por ello y puede que lo consiga. No lo dudo, pero hoy por hoy no hay nada conseguido. Sólo la promesa de que el Gobierno está trabajando en una bonificación que nuestros empresarios necesitan como el comer desde hace ya cinco años.
El anuncio de Aberchán sería una buena noticia de no ser porque ese Gobierno que dice estar trabajando en el Real Decreto de la bonificación del transporte de mercancías es el mismo que nos prometió mejoras en el transporte marítimo de pasajeros que nunca han llegado a Melilla. Nuestros niveles de confianza están bajo cero. Permítame, jovencito, que desconfíe.
Previsiblemente, con el registro especial de barcos, si llega a ser una realidad, nos pasará como con la rebaja de impuestos para el juego online. Ceuta se queda con el grueso del negocio porque geográficamente está mejor situada que nosotros.
Por eso Melilla, la última economía española, necesita una atención especial que quienes daban caña en la oposición, ahora en el Gobierno, no reclaman a Madrid. Y si lo hacen, a los hechos me remito: fuerza cero. Avances: ninguno.
Tengo la sensación de que nuestros políticos están más pendientes de ascender en el organigrama de sus partidos que en trabajar para todos melillenses. No para los tuyos, para los de tu cuerda, para los que te votan o los que son como tú, sino para todos.
Decir sí a todo lo que dice Madrid es fácil, es cómodo, pero pasa factura. Los votantes tenemos mala memoria, hasta que nos acordamos de golpe y porrazo el día de las elecciones. Así se acaban las mayorías absolutas y se cambian los gobiernos.
La paciencia de los empresarios tiene un límite y en Melilla se agotó. Se acabó el cuento de la buena pipa, ese que nunca se acaba y que en el caso de esta ciudad, nunca se concreta. Se acabaron las buenas intenciones conjugadas en futuro. Ahora el Gobierno tiene que mover ficha si no quiere que la patronal se le tire a la calle como se le tiró a Imbroda, cuando Melilla no estaba como está ahora.
Decir que Melilla está muerta ha pasado de ser una hipérbole a convertirse en una frase hecha como esa que tanto manejamos aquí, donde la gente no para de decir que esto o aquello es tercermundista. Todo es tercermundista y yo que vengo del tercer mundo, tengo que darles la razón. En muchas cosas somos tercermundistas.
Melilla se nos muere pese a que este año tenemos el presupuesto más grande de la historia de la ciudad. Ya está aprobado desde antes de Nochebuena. Ya no hay pretextos. Pues bien, en los primeros tres meses de 2022 aquí no se han movido ni las hojas de los árboles. Lejos de invertir, devolvemos 600.000 euros a Madrid y renunciamos a hacer el hotel del Cargadero del Mineral.
Estamos, con justicia, invirtiendo en los barrios donde hace años que no se invierte, pero esa no es razón suficiente para que tengamos la Plaza de España convertida en una vergüenza municipal.
El Gobierno de la Ciudad tiene por delante sólo un año para hacer lo que no ha hecho en tres. Ya lo del contrato marítimo no tiene arreglo. Tenemos el peor de la historia en el peor momento. Y encima tenemos que dar las gracias de que no nos hayan cortado las comunicaciones con la península. Tal parece que sólo teníamos barcos para el pasaje marroquí.
Mucho y muy rápido tiene que reaccionar Coalición por Melilla. Eduardo de Castro ya está amortizado. El PSOE se desangra por dos de sus tres lados. CpM tiene que cargar con ese lastre. No tienen alternativa. Ahora sólo le quedan 12 meses para darle un vuelco a la ciudad sin el apoyo de la patronal. En España las legislaturas duran 4 años, tiempo suficiente para demostrar si se sabe o no gestionar el dinero público. Sobran las justificaciones y a estas alturas, promesas, las justas.
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