Opinión

Sánchez le pisa el callo a Marruecos

EL presidente Pedro Sánchez es consciente de que atraviesa horas bajas y en política, un segundo te cambia el resto y quince días son una eternidad. Quizás por ello el socialista, asediado por la supuesta ‘valentía’ con la que pretende indultar a los presos del procés, dio ayer un golpe de timón a su estrategia de comunicación y asestó un golpe a Marruecos en mitad del estómago. Apuesto a que le hizo vomitar el té a más de uno.

Ante una pregunta sobre el conflicto hispano-marroquí, Sánchez soltó que “no es admisible que un Gobierno diga que se atacan las fronteras, que se abren para que entren 10.000 en un país vecino por desavenencias y discrepancias en política exterior”.

Esto es lo que los españoles esperábamos que hubiera dicho Sánchez cuando viajó a Ceuta, horas después de que Rabat intentara reeditar en el Tarajal la marcha de noviembre de 1975 sobre El Aaiún. Sin embargo, en ese momento en que nuestro vecino quiso versionar la invasión al Sahara, utilizando para ello a 10.000 personas vulnerables, no hubo tal contundencia.

Lejos de apadrinar e incluso alentar el sentimiento chovinista que inevitablemente ha desatado el ataque de Marruecos, Sánchez se limitó a tachar lo ocurrido de “una grave crisis” con España y la Unión Europea. También prometió sin rimbombancia garantizar la seguridad en la frontera. No dio ningún titular memorable. La crisis le quedó grande.

Sus declaraciones sin sal en Ceuta sólo quedaron compensadas con el hecho de haberse desplazado físicamente hasta la zona. No se atrevió a plantarse con el Rey. Puede ser porque no soporta que haya otro más alto que él en la foto; pero también porque no quería tensar más la cuerda, al menos hasta que Benzú y El Tarajal estuvieran blindados militarmente. A juzgar por la osadía con la que el socialista habló ayer, en estos momentos, las dos ciudades autónomas son un fortín inexpugnable.

Ayer el presidente llamó a las cosas por su nombre y con un desparpajo impropio de su estilo impostado, le pisó el callo a Marruecos cuando poco menos que le recordó que en Europa, sin mí no eres nadie.

El socialista, tan dado a la tibieza y a la concordia en el conflicto catalán, habló ayer de “ataque a las fronteras”. ¿Es fortuito? ¿Fue sólo un calentón? No. Estamos convencidos de que la escalada de la tensión con Marruecos ha sido premeditada e irá a más porque Sánchez necesita esta ‘guerra’ para tapar la polémica, incluso interna en el PSOE, en torno el indulto a los presos del procés, que él está decidido a hacer aunque no cuenta con el visto bueno del Tribunal Supremo.

Pero también influye el hecho de que el presidente sabe que aún está a tiempo de rentabilizar la defensa de la españolidad en Melilla y Ceuta incluso echando por tierra el argumento de la concordia, a la que apela para convencernos de que liberar a los antiespañoles catalanes es un acto de patriotismo. El problema es que este discurso no se lo compran ya ni los suyos. Ahora sí tiene un problema.

Por eso ayer el presidente hizo lo que en Melilla y Ceuta estábamos deseando que hiciera: poner los puntos sobre las íes. Y lo consiguió. Marruecos sacó inmediatamente un comunicado en el que, por primera vez, se le notó que llevaba el rabo entre las patas. Con un cinismo que quizás puede funcionar en el Palacio de Mohamed VI, pero que en Europa no tiene cabida, el ministro de Exteriores de Rabat, Nasser Bourita, dijo que la crisis bilateral con España no está ligada a la inmigración sino al caso Brahim Ghali.

Las autoridades marroquíes sólo ven la paja en el ojo ajeno y no sienten la viga en el propio. ¿Fue una torpeza acoger a Ghali en España? Puede que sí, pero sus consecuencias se han convertido en un acto de reivindicación de la soberanía española y europea sobre Ceuta y Melilla.

Entre los aspectos positivos de esta crisis está también el descrédito de Marruecos como país civilizado. Usted no puede organizar un Pacto Mundial para una Migración ordenada y segura en 2018 y tres años después abrir descaradamente las fronteras. Ahí están los vídeos de los mejanis colaborando con los migrantes. El descrédito es monumental. Rabat ha demostrado que no es una nación seria sino mucho más bananera de lo que algunos pensábamos.

Hoy Marruecos puede decir que ésta no es una crisis migratoria, pero nadie le cree. Sus actos hablaron por sí solos. Hoy su discurso suena insultante. Hasta ahora nadie hablaba de la guerra en el Sáhara Occidental, desatada tras la ruptura del alto al fuego de noviembre pasado. El conflicto con Ceuta ha ayudado a que la prensa internacional escarbe y ya sabemos todos que Rabat está en guerra y no está informando sobre ello. Sólo contamos con los partes diarios que publica el Frente Polisario.

Marruecos ha perdido mucho con este conato de invasión. Llevaba tiempo jugando a tocar las narices y creyó que tenía el toro por los cuernos. Con su invasión a Ceuta demostró que su política exterior es una salvajada. Ha puesto a la opinión pública de parte del pueblo saharaui. Esta guerra la tiene perdida y Sánchez va a sacar partido de ello. Ayer dio el primer paso.

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