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Sacrificio en el patio: los musulmanes no acuden a los puntos habilitados por la Ciudad

La jornada del Aid El Kebir está transcurriendo tranquila, en un ambiente familiar, de tradición y comunidad. Un año más, los melillenses que no se han marchado a Marruecos para pasar la Pascua Grande, han optado en su mayoría por realizar el rito del sacrificio en sus propios patios y terrazas, o en las plazas, calles y descampados próximos a sus viviendas.

Sólo una minoría ha decidido utilizar las instalaciones habilitadas por la Consejería de Presidencia y Salud Pública para llevar a cabo la matanza de los animales. Según los datos proporcionados por esta área de Gobierno, a lo largo de la mañana únicamente se sacrificaron nueve borregos y dos toros en el matadero municipal.

Las carpas instaladas en los distintos barrios de la ciudad tampoco tuvieron mucho éxito entre la comunidad musulmana. Ningún particular acercó su cordero al punto habilitado en Cabrerizas, en la plaza de las Américas. Por otro lado, en el punto del Tiro Nacional sólo se sacrificó un borrego, cifra que coincide con la de la carpa de Las Palmeras. Algo más de actividad se registró en la pista de la plaza Mar de Isabel II, del Monte María Cristina, donde se sacrificaron un total de nueve corderos.

Estos emplazamientos habilitados por el Gobierno local han estado a disposición de la ciudadanía entre las 8:00 y las 15:00 horas. Cada uno de ellos contó con veterinarios, además de auxiliares encargados de la limpieza y de la gestión de los residuos.

La gran mayoría de los melillenses musulmanes han dado la espalda a los espacios habilitados por la Consejería de Presidencia y Salud Pública, que sumaron un total de 22 borregos sacrificados. Una cifra que ni tan siquiera se aproxima al 10% de los animales vendidos en Melilla para la festividad del Aid El Kebir.

Según los últimos datos proporcionados por la Ciudad Autónoma de Melilla, este año se han vendido entre 900 y 950 borregos procedentes de la península.

“Hoy es un día grande porque se vive en convivencia”

Abdelkader observa en la puerta de su casa, en el Monte María Cristina, cómo juegan sus nietas con otros niños del barrio. Dencansa en una silla, a la sombra, a la espera de que termine de cocinarse el borrego sacrificado un par de horas antes en el patio de una vivienda particular. “Es un día grande porque se vive en convivencia, con la familia y los vecinos, así es la costumbre”, cuenta. Como él, Bussián también despertó temprano para rezar la oración del ayuno y, más tarde, la del Aid. “La Pascua Grande se vive con alegría, vamos de casa en casa, tomamos té, chocolatinas o lo que haya, lo importante es la compañía”, relata.

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