Rosendo Quero

He recibido con inmenso pesar la noticia del fallecimiento de Rosendo Quero. Cuesta creer que el coronavirus se haya llevado por delante a un hombre acostumbrado a bregar en tantas batallas difíciles y a veces imposibles. Para los que le conocimos y le apreciábamos el mazazo es enorme.

El Covid19 se ha llevado por delante a un hombre grande; de esos que tienen fuerza para aguantar la presión de los que no piensan como él y lo miran como Sancho Panza miraba al Quijote. Él creía que un mundo más justo para los trabajadores era posible y dedicó su vida a la lucha sindical en la Federación de la Construcción de CCOO en Melilla.

Sindicalista convencido, Rosendo Quero decidió apostar por Izquierda Unida y fue él quien montó la estructura del partido en nuestra ciudad. Estaba ilusionado con un proyecto en el que él creía ciegamente. Cuando se fue a pactarlo a la península, nos envió un mensaje a El Faro para adelantarnos que nos daría esa exclusiva. Y nos la dio.

La cosa marchó, con él al frente como coordinador de IU en Melilla, todo lo bien que podía ir a su formación en cualquier punto de España. Pero el partido de Garzón le dio la espalda en 2016 cuando él apostó por el PSOE de Gloria Rojas y no por el Podemos de Gema Aguilar, desoyendo las indicaciones de Madrid que obligaba a sus militantes a acatar el pacto UP-IU.

La foto de la pegada de carteles de aquellas elecciones de 2016, le costó el puesto. Aquello fue una injusticia, sobre todo porque hoy IU gobierna con PSOE. ¡Ay Rosendo!, cuánta razón tenías: no era una cuestión de principios y además, acertaste: IU estaba abocada a desaparecer en nuestra ciudad.

Ya jubilado, Rosendo Quero, decidió quedarse en Melilla. Podría haber regresado a Cataluña, donde pasó parte de su vida como sindicalista, pero para él, la lucha de los transfronterizos era ya su guerra personal. Y nuestra ciudad, era suya porque la llevaba en el corazón. Le gustaba esto. Estaba a gusto aquí y sus ojitos claros se le ponían pequeñines cuando sonreía de gusto, enumerando todas las cosas buenas que no quería dejar atrás. Melilla le daba vida.

Hombre de izquierdas de los pies a la cabeza, Rosendo Quero no perdía la oportunidad de hablar de Cuba, un país que había visitado y que conocía bien. Le encantaba La Habana y solía recordar los nombres de los barrios de la capital de la isla comunista como quien acaba de regresar de un viaje reciente. ¡Qué pena que se nos haya ido!

A nuestro Rosendo Quero le gustaba todo, menos las polémicas estériles aunque recuerdo que en cierta ocasión se enzarzó con Aberchán porque éste recurría a Gaspar Llamazares en el Congreso de los Diputados, saltándose la estructura de Izquierda Unida en la ciudad. Pero no lo hacía por exceso de celo sino porque para él, las formas y el respeto estaban por encima de todo. Con la misma afabilidad con que sonreía, se plantaba y decía: con esto no trago.

A los fareros nos dio titulares muy buenos porque él era así de cercano. Daba igual que lo llamaras sábados o domingos a deshoras. Para él siempre era un buen momento para atender a la prensa. Le vamos a echar de menos.

Porque sin él, sin su sonrisa, difícilmente las cosas podrán ser como antes. Si no, que se lo pregunten a Izquierda Unida que en cuanto se fue Rosendo se hundió en el anonimato. Él era el alma del partido en nuestra ciudad. No había otro como él, ni mejor, ni parecido, para reflotar ese barco.

Ha querido el destino que no hayamos podido despedirnos de Rosendo Quero. Después del coronavirus nada será como antes. Nos espera una crisis económica difícil y los trabajadores necesitamos a muchos Rosendos dando el callo, peleando nuestros derechos. Adiós, compañero. ¡Hasta la vista, compay!

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