Confiesa que cuando a principios del año pasado la invitaron para participar en un encuentro literario juvenil en Melilla, le dieron ganas de llorar.
Pero fue de alegría. Porque el padre de la escritora madrileña Rosa Huertas nació en nuestra ciudad y sintió una enorme ilusión por poder conocer la población. Y a ella ha vuelto de nuevo para participar hoy sábado en un coloquio organizado por Oxígeno Laboratorio Cultural, en el que la autora presentará el libro ‘¿Qué sabes de Federico?’.
Será a las 17:00 horas, en la Biblioteca Pública, y ha preparado un encuentro “muy divertido”, en el que cantarán, dibujarán y se contará un cuento que Federico García Lorca escribió para guiñol: ‘La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón’.
¿Qué supone Lorca para la niña protagonista del libro?
La protagonista es la hija de la cocinera de la Residencia de Estudiantes en la que Lorca pasó bastante tiempo. Es una niña llena de miedos, solitaria. La poesía y, sobre todo, la compañía de Lorca van a hacer que su vida cambie. La poesía la va a convertir en una niña más valiente.
¿Es una manera de acercar los clásicos a los jóvenes? En otras novelas suyas también aparecen escritores.
Sí, me interesa bastante y en otras obras también lo he tratado. Tengo una novela que habla de Miguel Hernández, otra sobre Lope de Vega, un libro infantil sobre Cervantes, y esta sobre Lorca. En el libro además hay varios fragmentos de Lorca y lo que más me interesaba era acercar no solo la figura, sino su poesía a los más pequeños.
¿Para qué edad está recomendado el libro?
Quiero pensar que mis libros están dirigidos a partir de tal edad. Este libro sería para mayores de ocho o nueve años. Pero para lectores mayores, puede ser interesante porque puede tener una doble lectura. Hay referentes históricos en la novela que un niño de nueve años posiblemente no llegue a apreciar. Pero un adulto, sí.
Lorca trató en sus obras temas muy complejos.
Sí, pero yo me he querido quedar más con la faceta de Lorca que añoraba la infancia, que siempre se sintió como un niño grande. Eso lo va a acercar al personaje infantil de la historia. Pero este personaje cuenta lo que le ocurrió cuando ya está en la edad adulta. Y hay más personajes históricos en el libro, como Salvador Dalí o Luis Buñuel, que también estudiaron en la Residencia de Estudiantes. Estos artistas están más en la mente de un adulto que en la de un niño.
¿Cuál es el secreto para escribir para los niños y los jóvenes? ¿Son un público exigente?
Sí; si algo no les gusta, te lo dicen claramente y el lector adolescente, si no le gusta una novela, la deja. El lector infantil es complicado porque hay que buscar un tema que les resulte cercano y es difícil. A mí me resultan más complicadas las novelas infantiles que las juveniles porque soy profesora de Secundaria y mi auditorio habitual son adolescentes. Por eso, ese público me es más cercano. Tengo más novelas juveniles que infantiles.
Por su experiencia como docente, ¿cree que los jóvenes leen?
Aunque solo sea por lo que leen en clase, en muchos casos leen más que sus padres. Se dice que ‘los jóvenes leen poco’, pero yo creo que los adultos leen menos.Yo intento acercarlos a la literatura. El que descubre que la lectura es un placer y es interesante, eso está ahí. Y aunque tenga etapas de su vida en las que lea menos, siempre sabrá que puede regresar a la lectura.
¿Cómo es competir con las nuevas tecnologías?
Ellos tienen muchas más opciones de ocio que las que podía tener yo a su edad. Y son opciones muy atractivas. Tiempo para leer parece que tienen menos porque el mundo digital que los rodea tiene una oferta mucho más grande. La lectura requiere un esfuerzo mayor que jugar con la tablet o ver una serie.
Parece mucho más meritorio que dediquen tiempo a leer. Es difícil competir con todas estas tecnologías pero yo creo que no es excluyente. Los chavales que descubren la lectura saben que los libros están ahí.
¿Los libros electrónicos son más atractivos para ellos?
Yo me mareo leyendo en digital. Necesito el libro en papel. Y me da la impresión que estás leyendo siempre el mismo libro y me parece menos cercano. Pero los jóvenes están acostumbrados a eso y si leen así, bienvenido sea. Lo de menos es el soporte. Lo importante es leer. La competencia de la lectura son los medios digitales: el teléfono móvil, las redes sociales... Hace siete u ocho años, en el metro mucha gente iba leyendo libros. Ahora es rarísimo ver a alguien leyendo un libro. La gente va con su móvil.
¿Cómo es hacerse un hueco en el mundo de la literatura juvenil?
Cuesta en general, en la de adultos, y en la infantil y juvenil. A mí me gustó mucho que cuando estuve en Melilla, se habló del encuentro en los medios locales. Yo vivo en Madrid y aquí estos actos pasan desapercibidos. Y la literatura infantil y juvenil, directamente no existe. Es difícil que valoren lo que haces. Si escribes para adultos, se valora más pero si lo haces para niños y jóvenes se ve como de segunda división. A mí me molesta mucho. El año pasado, una periodista, en un programa de radio, me preguntó: “¿Y cuándo vas a dar el salto a la literatura para adultos?”. Como diciendo: ¿Cuándo vas a comenzar a escribir en serio? Es lo que me tiene un poco desazonada. Lo que hacen los autores de literatura infantil y juvenil pasa muy desapercibido.
Lleva muchos libros a sus espaldas. ¿Cómo empezó a escribir?
Llevo escribiendo desde que tenía trece años; publicando, desde 2009. He tardado mucho en empezar a publicar porque tenía mucho pudor y mucha inseguridad. Pensaba que lo que escribía no le iba a interesar a nadie. Ya tenía varias novelas y relatos, pero nunca había intentado publicar. Aunque la teoría me la sabía muy bien. Mi tesis doctoral fue sobre literatura juvenil y he dado clases en la universidad sobre esto. Faltaba ponerlo en práctica. Pero desde que publiqué ‘Mala luna’, ya llevo 14 novelas publicadas. Me siento muy feliz y he tenido mucha suerte.
Tiene varios premios, entre ellos, uno de Anaya.
Para mí es importante el Premio Anaya porque tiene mucho prestigio. Con la segunda novela, ‘Tuerto, maldito’, logré el Premio Alandar y me abrió mucho camino. Y luego gané un premio muy bonito, que es el Premio Hache, que organizan en Cartagena. Una serie de expertos (profesores, bibliotecarios...) eligen tres novelas y los chicos de los centros las leen y luego votan a la que más les ha gustado. Para mí es muy importante porque me lo dieron los lectores.
¿Qué le pareció la acogida que le dieron los jóvenes en Melilla el año pasado?
Fue una de las experiencias más maravillosas de mi vida. La acogida fue magnífica. Yo no me podía imaginar que un sábado, a las cinco de la tarde, pudieran venir 200 chavales a escucharme con tanto cariño y que luego estuvieran hablando conmigo con tanto afecto. Fue el primer encuentro que se organizaba y los organizadores me dijeron que no sabían cuántos jóvenes iban a venir: igual diez que 50. Y al final vinieron 200.
¿Qué les aconseja a los chavales que quieren escribir?
Lo primero, es tener la necesidad y la pasión de escribir. Los que me dicen: “Yo quiero ser escritor”, mal. Pero cuando me comentan que les gusta escribir, pienso que bien; ese es el camino. Y luego hay que hacer lo que yo no hice, que es compartir lo que escribes con otras personas, acudir a clubes de lectura, presentarte a premios para escolares. Eso te hará ir perdiendo el miedo. Ese es el muro que hay que saltar.
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