Hubo una vez un niño que, cada domingo, llevado por su padre, acudía al Álvarez Claro para ver cómo la Unión Deportiva Melilla o el Melilla Industrial –según el calendario liguero– pisaba el césped norteafricano con mejor o peor suerte. Era azulino pero, influenciado por su padre y por Manolo Céspedes, era más colchonero que azulino. Aquel niño es el hoy jefe de Deportes de Onda Cero, Ricardo Fernández Sánchez, alias ‘Ricky’.
Sociedad más comunicación más deporte, igual a Onda Cero y emerge con fuerza y decisión en este último ámbito la figura de ‘Ricky’. Hace siete años propuso a Juan Remartínez y a Miguel Soriano, los responsables de Rusadir Media, celebrar una gala que conjugara precisamente los tres vértices: Lo social, lo comunicativo y lo deportivo. Con el visto bueno de la superioridad, nació la Gala del Deporte de Onda Cero.
Lo que comenzó con una tímida comparecencia para entregar los trofeos a cada una de los clubes deportivos y a cada una de las personas que destacaban y tomar una cervecita de baracarlofi se ha convertido –hoy por hoy– en una de las principales citas sociales de Melilla. Pocos se resisten a la llamada de los ‘Ricky’, Fausto, Gerardo, Diego, Ángel & Cía porque saben que el acto en sí atesora mucho más que deporte.
Ricardo Fernández y Fausto Más recorren, a lo largo del año, más de 50.000 kilómetros para que los melillenses estén puntualmente informados del devenir de los clubes de Melilla y, por este motivo, son apreciados y reconocidos. Siete años después, se siguen emocionando cuando embarcan con sus micros, sus cascos y su caudal humano. Tienen amigos en todos los rincones de España, por algo será.
La séptima edición de la Gala del Deporte de Onda Cero ha sido, como las anteriores, el triunfo del afecto y del respeto y la apuesta de un medio –Rusadir Media– y de una persona –Ricardo Fernández– por sembrar amistad en la inmensa parcela de la sociedad melillense. Hace años están recogiendo sus frutos: fidelidad del oyente, apoyo de las instituciones, cariño de los amigos y, lo que es más importante, credibilidad a prueba de bombas, extremo poco frecuente en el periodismo del siglo XXI.
Larga vida a esta familia radiofónica porque esa anhelada larga vida permitirá, especialmente a los afiionados, tener una ventana de referencia, un timón infalible que jamás navega a la deriva en el mundo de la información. Ya, ya sé que hay vínculo de amistad entre el firmante y aquel niño con pantalones cortos que iba al estadio con su padre, ‘Ricky’, pero el afecto mutuo no impide al periodista ser imparcial y objetivo.
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