Mustafa Aberchán perdió ayer jueves su acta de diputado en la Asamblea de Melilla, en cumplimiento de la condena del Tribunal Supremo por el caso ‘Voto por Correo’, que le inhabilita para cargo público durante 30 meses y le condena a dos años de cárcel.
La última esperanza de Aberchán era que la Audiencia Provincial de Málaga escuchara su recurso de súplica, pero el pasado miércoles lo echó para atrás y de golpe y porrazo lo dejó sin esperanzas de poder permanecer por más tiempo en la Asamblea.
Las sentencias judiciales, cuando son firmes, están para cumplirse. Aberchán ha perdido una batalla y tiene que asumirlo porque puede apelar a Estrasburgo, por supuesto, pero tiene que hacerlo con el convencimiento de que pasarán años hasta que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos e incluso la Gran Sala se pronuncien sobre su caso.
Es una realidad que CpM no es lo mismo sin Aberchán y es hora de que el partido se replantee su futuro inmediato. Especialmente ahora que las encuestas le dan un pico de intención de votos y le sitúan a poca distancia del PP, prácticamente pisándole los talones a un partido de Gobierno.
Quien crea que lo que pasa en CpM afecta sólo a CpM, se equivoca. Hasta ahora Aberchán ha mantenido las filas de su partido prietas, pero cualquiera que haya vivido por dentro la política sabe que los adversarios no siempre responden a otras siglas. El fuego amigo es quizás el que más daño hace a los partidos políticos. Los revienta por dentro. No hay nada más peligroso que las legítimas aspiraciones de un militante al liderazgo de la organización a la que pertenece.
Aberchán ha recorrido un largo camino con CpM y cosas de la vida, cuando más cerca tenía sus sueños de convertir a Coalición por Melilla en un partido nacional, le cae encima, como una losa, la sentencia del caso por Voto por Correo.
Si bien Melilla no puede convocar elecciones, la situación de Aberchán trae inestabilidad al tripartito porque evidentemente los aliados en el Gobierno, en cumplimiento de una sentencia judicial, podrían renunciar a hablar de tú a tú con el hombre fuerte de CpM.
A nadie se le escapa que el tripartito no tiene raíces profundas. Ni siquiera raíces aéreas que le permitan agarrarse a un clavo ardiendo. Es un Gobierno endeble que ha malgastado mucho tiempo en hacerse trampas al solitario.
Han tenido suerte de que la oposición estuviera dormida en los laureles. Unos adaptándose a la idea de que ya no están en el Gobierno y los otros, asimilando la marcha de uno de sus diputados. Porque si al tripartito le llega a tocar una oposición como la que le hizo Paz Velázquez a Imbroda desde PPL, el Ejecutivo del cambio no nos dura ni dos telediarios en la Asamblea.
Pero este Gobierno se ha encontrado con todos los astros alineados. No hay casa política en esta ciudad que no tenga problemas que resolver. Y mientras cada uno arregla sus asuntos internos, el reloj corre y entre pitos y flautas estamos en mitad de la legislatura, con todo por medio y la casa sin barrer.
Es cierto que esta ha sido la legislatura del siglo. Los retos han estado muy por encima de las posibilidades de los políticos que hemos elegido y eso es algo que tenemos que replantearnos. A la política no pueden seguir llegando los más guapos, los mejor vestidos o los más graciosos. Necesitamos que a la política lleguen los mejores.
Si no somos capaces de conseguirlo, seguiremos viendo cómo países que conocieron la democracia casi 15 años más tarde que España nos adelantan por la derecha. Es el caso de Chequia, que acaba de superar a España en PIB.
Y fíjense, los checos vienen de vivir, como Checoslovaquia, en una dictadura comunista desde 1946 hasta la Revolución de Terciopelo de 1989, que dio al traste con el totalitarismo. En ese período vivieron la invasión rusa, conocida como la Primavera de Praga en 1968 y en 1993, el país se dividió pacíficamente en Chequia y Eslovaquia.
En menos de 30 años, Chequia se ha convertido en el país con mayor índice de desarrollo humano del centro de Europa, el más democrático y el que tiene menor tasa de mortalidad infantil de la región. Es además, el noveno país más pacífico del mundo.
Probablemente a ninguno de nosotros le suena el nombre del presidente de Chequia como tampoco nos suena el de Suiza. Pero fíjense, todos sabemos que en ambos países se vive bien, en paz, en libertad y en democracia. Y si me aprietas, se vive de lujo.
De eso se trata, de que los políticos se dejen de histrionismo y de que hagan su trabajo con humildad sin otra aspiración que hacer prosperar a su país; que ver crecer la economía y proteger la convivencia.
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