Opinión

Retreteando, que no retreta

EXISTEN organizaciones no gubernamentales, y algún millonario filántropo que han puesto en marcha diversas iniciativas para que la gente deje de expulsar sus detritus al aire libre, y pasen a hacerlo en letrinas que cumplan con unas mínimas condiciones higiénico-sanitarias. Según los datos que maneja Acción contra el Hambre, por lo visto 1.000 niños fallecen en el mundo cada día por diarreas provocadas por la ausencia de condiciones higiénico-sanitarias a la hora de defecar. Un escatológico problema que ya en 2013 provocó que la ONU adoptase una resolución para designar el 19 de noviembre como “Día Mundial del Retrete”. Yo sé que para algunos esto les parecerá una escatológica chorrada, pero deben saber que es una iniciativa que persigue promover la reflexión sobre este reto mundial y subrayar su vínculo con otros objetivos globales de desarrollo sostenible, tales como la educación, la nutrición, el derecho al agua y cagar y mear como Dios manda. Como saben uno de los grandes y tardíos inventos de la humanidad fue, sin lugar a dudas, el sistema para evacuar y eliminar excrementos, o sea: el retrete.

En la actualidad unos 1.000 millones de personas no disfrutan de un trono en el que sentarse a “reflexionar”. No pueden disfrutar de ese momento de intimidad en el que permanecemos a solas con nuestros pensamientos, purgando cuerpos y mentes. De esos cinco minutos de sosiego, que algunos se tiran media hora, y además lo hacen fumando, en los que poner en orden los pensamientos o en volver a disfrutar de esa revista, o periódico olvidado en el baño, o también ensimismarse en la lectura de la composición de un jabón hidratante, que ya ha leído repetidas veces. Yo recuerdo a un señor de Ataque Seco, que cada mañana, antes de abrir su tienda, se le veía caminar en dirección al “Monte del Artillero”; a veces a paso lento, otras a paso legionario, según el aprieto en que se encontrase, para depositar su “carga” junto a la caseta cuadrilonga de la llave del agua, frente a la alambrada del “cañón de las 12”. Si en aquéllos años hubiésemos tenido móviles, como en la actualidad, para hacer fotos, hubiesen sido dignas de figurar en los anales de los “épicos mojones”, ya que el tío la verdad es que cagaba como un mulo.

La orina, salvo problemas de olor, no parece que cause tantos problemas como la fulañí. Aunque si todos elegimos el mismo sitio para mear, se pueden provocar alteraciones químicas en el terreno. Fíjense en las esquinas donde mucha gente desaprensiva, “guarra y asquerosa”, que ponen a sus perros a mear, dejándolas negras y malolientes; y más si los canes cagan en cualquier acera, sin retirar nada después.

Y siguiendo con la sana e higiénica escatología, también hay que decir que hubo mucha gente famosa que murieron sentados en el retrete, como el joven emperador Heliogábalo; la emperatriz Catalina la Grande (1729-1796), el rey Jorge II de Inglaterra (1683-1760), el de Noruega, Haakon VII (1872-1957), y Elvis Presley (1935-1977). Todos ellos la palmaron en el excusado, o retrete, cuando hacían sus necesidades fisiológicas y perentorias. La verdad creo que eso de que se te olvide de respirar mientras estás evacuando tus intestinos, debe ser chungo de cojones. Dicen también, que la práctica de la lectura mientras estás sentado en ese trono, no es muy aconsejable para los que padecen de almorranas. ¡Ojo!, que eso es lo que dicen, ¡eh!. Aunque los doctores tienen la última palabra, por supuesto.

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