Entre Plenos, reuniones y negociaciones políticas, el arte se abre paso en la Asamblea. Aquí también trabaja la restauradora Vanessa Martínez Calvo, que estos días pone a punto un cuadro de Vicente Maeso, La llegada de Pedro de Estopiñán a Melilla.
Su estado es bueno, pero el tiempo no pasa en balde. Como es habitual, ha empezado por el reverso, es decir, la parte de atrás, la que no se ve, pero sobre la que descansa la obra. Se va a limpiar y cambiar el bastidor. Por ahora, no ha surgido ningún problema.
Primero, el reverso del cuadro; después, el anverso
"La parte del reverso está en muy buenas condiciones; es verdad que tiene algún rasgado y demás, pero es del propio peso de la tensión del lienzo, que ha sido intervenido, es decir, se han puesto unos parches y demás, pero en un principio, ahora mismo, lo que es el reverso de la tela está en muy buenas condiciones", explica a El Faro.
Cuando termine el reverso, llegará el momento del anverso, que es, también, lo más delicado: "Al ser un cuadro relativamente joven, no tiene por qué tener mucha problemática, pero hasta que no empiece la intervención no podré saberlo", aclara.
La minuciosidad y el disolvente adecuado son claves
La obra, que data de los años 70 del siglo XX, es de grandes dimensiones: mide 4,50 metros x 3,80 metros. Pero no importa el tamaño; la minuciosidad es clave.
"El objetivo es, primero, la mínima intervención del restaurador porque es lo que se intenta, y tener mucho cuidado. Es verdad que son trabajos muy minuciosos. A la hora del reverso es mucho más burdo, por así decirlo, porque no hay pintura, no hay riesgo o problema de que se venga la pintura. Pero sí es verdad que a la hora del anverso, una vez que tratamos la pintura, tenemos que elegir muy bien el disolvente con el que se va a retirar el barniz para no llevarnos el color, es decir, la pintura del pintor", señala la experta.
Para evitar problemas con la pintura original, el proceso de restauración incluye unas pruebas específicas previas. "Se hacen unas catas de limpieza mínimas, en zonas donde no se ve, para elegir el disolvente que le viene bien al cuadro".
Restaurar para devolver a la obra su "frescura"
Lo que ahora cuelga de una pared junto al Salón Dorado y el Salón de Plenos es una reproducción. El original volverá a su lugar para la restauración del anverso, que se hará desde un andamio, y no a pie de plataforma.
¿Y qué notaremos cuando Vanessa Martínez termine su trabajo? Ella misma lo cuenta: "Los colores que tiene están como apagados por el barniz, no porque se haya estropeado el cuadro, sino porque el barniz al cabo de mucho tiempo se oxida".
Por ello, retirará el original y volverá a barnizar, que devolverá a la obra su "frescura". "Y si hay alguna laguna o alguna pérdida de pintura, estará reintegrada y será un todo la obra", agrega.
El deseo de la restauradora es que el cuadro luzca en todo su esplendor para el Día de Melilla, el próximo 17 de septiembre.