Lo primero que tiene que saber quien ostenta el Gobierno es que el pueblo ha puesto en sus manos el manejo de los asuntos del Estado, la Comunidad o la Ciudad. Desde el punto de vista islámico, el gobernante no solo tiene que ser sincero con el pueblo sino primero, y ante todo, sincero con Dios. En el islam el fin no justifica los medios, para conseguir unos objetivos legítimos, los medios también han de ser legítimos. Mientras el gobierno proteja al pueblo del mal y lo defienda de la opresión se puede considerar este gobierno como exitoso y prometedor. Si un gobierno no actúa así, no puede quedarse por mucho tiempo en el poder dejando atrás el desorden entre voces que lo maldicen.
Una política y administración correcta se caracterizan por el reconocimiento de los derechos, la superioridad de la ley y la conciencia del deber propio, al igual que por asignar a gente responsable y con experiencia.
Es más importante que una nación, comunidad o ciudad reconozca a un gobierno como ‘suyo’ que el hecho de que los gobernantes se dirijan a su nación, comunidad o ciudad como ‘mi nación’, ‘mi comunidad’ o ‘mi ciudad’. Si la gente acaba viendo en su gobierno una plaga de parásitos significa que el cuerpo, desde hace ya mucho tiempo, se ha desprendido de la cabeza.
El gobierno significa justicia y orden público. No se puede hablar de gobierno donde no existan estos dos conceptos.
Si los gobernantes que conducen un país, comunidad o ciudad son escogidos por su conducta y moral intachable, por su nobleza de espíritu, de ideas y de sentimientos, el país, la comunidad o la ciudad serán buenos y fuertes. Un gobierno manejado por políticos carentes de estas altas cualidades seguirá siendo un gobierno, pero no el mejor ni el más duradero. Tarde o temprano, el mal comportamiento de los gobernantes producirá su destitución y el rechazo del pueblo.
Los representantes públicos deben ser generosos, permanecer dentro de los márgenes de la ley y tener buen corazón. Estas características protegerán la estima y honra de los gobernantes. En el islam todo aquel que aspire al gobierno tiene que saber que la aspereza extrema causa explosiones inesperadas de ira; y la suavidad extrema causa la proliferación de ideas dañinas. En otras palabras: los extremos siempre son malos, hay que saber gobernar con equilibrio y moderación adoptando la postura más centrada y evitando siempre los extremos.
Las leyes deben ser eficaces en todo momento, en todas partes, para todo el mundo. Aquellos que las hacen cumplir deben ser valientes y justos, para que los ciudadanos les tengamos respeto, pero no hasta el punto de que ya no tengamos confianza. Como dijimos anteriormente, moderación y equilibrio, esta es la clave para un buen gobierno.
En el islam, la unidad de sentimiento, pensamiento y cultura son esenciales para la fortaleza de una nación, cualquier desintegración de la moral causa su debilitamiento.
Los gobernantes maduros y con una moral elevada nunca hacen de la diferencia de pensamiento y opiniones un medio de conflicto. Sin embargo, nadie tiene el derecho de tolerar las ideas y perspectivas que dividen al pueblo y destruyen la sociedad. En el islam, la tolerancia que provoca la división supone cerrar los ojos ante la extinción de una nación.
El buen gobernante tiene que saber que la gente que no piensa como él puede ser muy sincera y beneficiosa, así que no tiene que oponerse a cada idea que le parezca contradictoria. El buen gobernante siempre buscará la manera de beneficiarse de las opiniones y las ideas de aquellos que ejercen la oposición y siempre buscara el dialogo con ellos para llegar a un consenso.
Los buenos gobernantes siempre tienen que saber aprender del conocimiento y los puntos de vista que otras personas les puedan aportar. El buen gobernante nunca debe dejar de lado el beneficio que puede sacar escuchando y atendiendo a personas con experiencias de gobierno, aunque sean miembros de la oposición o no compartan su ideología.
Aquel que aspira a gobernar un país, una comunidad o una ciudad y entiende la política, como partidos, propaganda, elecciones y la lucha por el poder está en un error. La política es el arte de la administración, basada en una perspectiva amplia del hoy, mañana y los días venideros, y que siempre busca la satisfacción del pueblo.
El político tiene que saber que el poder es transitorio, mientras que la verdad y la justicia son eternas. Es por esta razón que los políticos sinceros deben guiarse a sí mismos y a su política por la verdad y la justicia.
El político que desea reformar el país, la comunidad o la ciudad, primero tiene que reformarse a sí mismo. Si quiere conducir a otros hacia una situación mejor, debe purificar el mismo su estado interior del odio, el rencor, la envidia y adornar su exterior con actos virtuosos.
Las palabras de aquellos políticos que no pueden controlarse ni disciplinarse y quienes no han refinado sus sentimientos, pueden lucir atractivas y perspicaces a primera vista. Sin embargo, aún si de alguna manera se las arreglan para inspirar a otros, lo cual sucede a veces, los sentimientos que ellos despiertan pronto se marchitaran.
La búsqueda de la posición y la fama hasta cierto punto forma parte de la naturaleza del ser humano. Un buen político tiene que saber controlar estos deseos, ya que si estos no se satisfacen de manera aceptable los políticos que carecen de autocontrol pueden lastimarse a sí mismo y a sus comunidades. Hay que tener mucho cuidado con el político cuya ambición por la fama y el poder se ven frustrados porque ellos causaran mucho daño.
Si cada político en un grupo o partido trata de imponerse como la única autoridad, se destruye la disciplina y se engendra la confusión provocando una lucha entre él y el resto del grupo.
Por último decir que el gobernante debe ser servicial y tolerante, perseverante y seguro de sí mismo, de buena gana tiene que pasar por todas las trabas que se encuentra por su camino. Los políticos que tienen estas cualidades suelen ser fieles a la causa a la cual han consagrado sus vidas, que profundamente enamorados de ella, con gusto sacrifican todo lo que aman (como su familia, su tiempo etcétera) por el bienestar de su país, comunidad o ciudad. Tan sinceros y tan humildes son este tipo de gente que nunca les recuerdan a los otros sus propios logros.
Todo lo que se menciona en el artículo se encuentra recogido en los siguientes libros:
1. Hilya al-awliya wa sifat al asfiya del Shaikh Al Ashabani
2. Al Fisal fi l-milal wa-l-ahwa wa-l-nihal del Imam Ibn Hazm de Córdoba, más conocido en España como Abén Hazam.
3. Al Imama wa-l-siyasa del Imam Ibn Qutaiba
4. Ihya ulum ad-din del Imam Abu Hamid al Gazzali, más conocido en España como Algazel
Dentro de poco estará en juego el futuro de la ciudad, del país, de la juventud, de nuestros mayores. Cuando vayamos a elegir a nuestros representantes legítimos tenemos la obligación moral de buscar a una persona que encierre todas o algunas de estas cualidades dignas de elogio.
En los próximos artículos veremos qué es lo que dice el islam sobre la responsabilidad que tenemos los ciudadanos a la hora de elegir a nuestros representantes públicos, la honestidad que tiene que tener un político y la importancia de cumplir con las promesas.
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