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En la era de la polémica en las redes sociales, es sencillo que se prenda una mecha y estalle una trifulca digital por diferentes motivos
Cuando llega la Semana Santa, en España se está convirtiendo en habitual que las redes sociales se inunden de comentarios muy críticos, cuando no irrespetuosos, hacia los sentimientos religiosos de una considerable parte de la sociedad. El hecho de que en multitud de poblaciones se celebren procesiones para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo no es visto con buenos ojos por buena parte de la ciudadanía, que clama por un Estado laico. Sin ir más lejos, uno de los ‘trending topic’ anoche en Twitter llevaba el ‘hashtag’ #IIIRepúblicaLaica.
En la era de la polémica en las redes sociales, es sencillo que se prenda una mecha y estalle una trifulca digital por diferentes motivos. Por ejemplo, la política o la religión. El hecho de que en las redes muchas personas viertan comentarios desde el anonimato facilita que se difundan mensajes muy polémicos, de uno y otro lado, y no precisamente defendiendo un punto de vista, sino atacando el de quienes no piensan como quien los vierte.
El artículo 16.3 de la Constitución establece que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”, para a continuación añadir que “los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”.
No vamos a entrar en el debate sobre la aconfesionalidad del Estado, sino a hablar del respeto a las manifestaciones públicas. Una procesión de Semana Santa no debe entenderse únicamente como un asunto religioso, sino también como una cuestión cultural. Alguien puede no tener sentimientos religiosos arraigados, pero sí vivir la Semana Santa como una tradición propia de la sociedad a la que pertenece. No hace falta ser de misa y comunión diaria, o dominical, para seguir esta tradición. Una costumbre que, por otra parte, nadie está obligado a seguir.
Tan respetable es que alguien sea religioso como que alguien no sienta lo mismo y prefiera vivir en un Estado plenamente laico. Lo importante es que nunca se pierdan las formas y que se pueda debatir siempre con respeto a quien no piensa igual.