Francisco Díaz, hasta este lunes secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) de Melilla, ha dimitido de su cargo por motivos personales más que justificados. Le sucede en el cargo su estrecho colaborador, Javier Valenzuela, un histórico del sindicato en la ciudad autónoma.
Al Comité Regional Extraordinario de UGT, celebrado en el Hotel Melilla Puerto, ha acudido la plana mayor del sindicato incluido el secretario general nacional Pepe Álvarez; el visecretario general de Organización, Rafael Espartero, y Luis Pérez, secretario de Recursos y Estudios. Esto dice mucho no solo de la fortaleza de la figura de Paco Díaz, sino de la importancia que UGT da a nuestra ciudad.
Con la dimisión de Paco Díaz UGT Melilla cierra una etapa sindical marcada por la honestidad en el sentido más amplio de la palabra, sobre todo, a la hora de defender los derechos de los trabajadores.
Ahora Valenzuela tiene el reto tomar el relevo de un sindicalista auténtico, pero a él le tocan otros tiempos, probablemente más difíciles. Estos nuevos tiempos imponen nuevos retos a los sindicatos, después del terrible daño que la corrupción de los ERE en Andalucía le hizo no sólo a una organización en particular sino a todas las organizaciones sindicales de este país.
Las grandes fuerzas sindicales tienen también el reto de modernizarse. Hoy proliferan siglas que ocupan un espacio que antes capitalizaban UGT y CCOO porque desde el fin de la etapa de José María Fidalgo y Cándido Méndez parece que acabó una era y no termina de cuajar la siguiente. La diversidad es bienvenida, pero la unión, hace la fuerza.
Toca elegir ahora qué modelo de sindicatos queremos en la España moderna. Se puede optar por pelear a la francesa u optar por la negociación seria con las organizaciones empresariales para llegar a acuerdos que sean buenos para todos.
En una ciudad pequeña como Melilla el modelo de la confrontación no es ni deseable, ni aconsejable por el peligro que entraña para la convivencia.
Estamos de acuerdo en que los sindicatos solo tienen razón de ser si defienden los derechos de los trabajadores, pero esos derechos no tienen por qué colisionar, necesariamente, con el deber de las empresas de ganar dinero para mantenerse abiertas. Y ese objetivo fundamental no lo pueden conseguir sin sus trabajadores.
Empleo, sueldos y formación están en la agenda de sindicatos y también de la patronal. Hay que negociar, pero hay que entrar a las negociaciones con la voluntad de alcanzar acuerdos asumibles para las dos partes.
Valenzuela tiene por delante retos importantes.
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