Opinión

Relación España-Marruecos: profundas y densas

EL comunicado conjunto lanzado por España y Marruecos esta semana para anunciar el aplazamiento a febrero de la Reunión de Alto Nivel (RAN) prevista para este 17 de diciembre incluye una nueva definición del estado de las relaciones entre los dos países. El lenguaje utilizado no esconde el deterioro, al menos en el plano verbal, que han sufrido las relaciones entre los dos países.

Si en la última RAN que presidió el ex presidente Mariano Rajoy en 2015 se habló de “eficaz colaboración” o de “relación privilegiada”, en estos momentos los dos países suscriben un comunicado conjunto que define el estado de la cuestión en dos palabras. Hemos pasado del plano “absolutamente perfecto” que nos pintó Grande Marlaska en febrero de este año, al reivindicativo “relaciones mejorables” de junio pasado.

Hoy, ni lo uno ni lo otro. En estos momentos, la relación bilateral entre Madrid y Rabat es “profunda y densa”, una terminología que me recuerda las corrientes oceánicas profundas, que surgen debido a la diferencia de densidad entre el fondo y la superficie. El agua es más densa cuando es más fría y contiene más sal. Y así son hoy nuestras relaciones: frías, saladas y en movimiento. Confiemos que se desplazan hacia el entendimiento y no hacia la ruptura.

Según la milonga que nos contaron los dos gobiernos (el de España y el Marruecos), la RAN se suspendió debido a la situación epidemiológica actual que, previsiblemente, será mejor que la de febrero próximo. Ya hay estudios que se aventuran a vaticinar una tercera ola de la pandemia para finales de enero y principios de febrero, cuando tradicionalmente se producen los picos de la gripe en nuestro país.

No sabemos a qué se refieren los dos países cuando hablan de situación epidemiológica adversa, teniendo en cuenta que los expertos fijan para el verano de 2021 una posible vuelta a la normalidad toda vez que la mayor parte de la población vulnerable haya sido vacunada contra la Covid 19.

En definitiva, es una excusa barata difícil de digerir toda vez que el pasado 11 de febrero Donald Trump reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, de la misma forma que al inicio de su mandato, cumplió una promesa electoral e inauguró una embajada de Estados Unidos en Jerusalén o en 2019 reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golan. Se va anunciando una reconciliación de las relaciones entre los gobiernos marroquí e israelí.

Esta mediación de Trump convierte a Marruecos en uno de los pocos países musulmanes que en los últimos meses ha establecido relaciones con Israel. Da el paso por detrás de Emiratos Árabes, Baréin, Sudán, Egipto o Jornadia.

Para España era cuanto menos temerario ir a esa RAN en plena resaca del reconocimiento de EE.UU. de la soberanía sobre el Sáhara; con el tuit de Pablo Iglesias coleando, aún fresco, reclamando el referéndum en ese territorio y con las declaraciones de la ministra de Exteriores española, Arancha González Laya, a la que el anuncio de Trump le sorprendió, casualmente, de visita en Israel. Desde allí tuvo que pedir respeto por las resoluciones de la ONU respecto al conflicto saharuai.

Ya se había dicho que Iglesias no iría a la RAN en Marruecos, pero de ir, Pedro Sánchez se habría metido en un brete con sus votantes más a la izquierda, que ven cómo su gobierno huye de reivindicaciones históricas como el no a las devoluciones en caliente de migrantes o no acaba de derogar, como prometió, la Reforma Laboral de Rajoy.

Marruecos, por su parte, no necesita hacer las paces con España en estos momentos en los que estamos a punto de perder millones y millones de euros si se produce una salida por las bravas de Reino Unido de la UE (lo que se conoce como Brexit duro) y se aplica a los productos hortofrutícolas españoles aranceles de hasta el 20%, cuando el margen del beneficio, en muchos casos no pasa del 4%.

Y ahí está agazapado Marruecos, para intentar pescar en río revuelto. Necesita colocar todos sus tomates y frutas en Reino Unido, atravesando España con sus camiones. Nos va a quitar el mercado y nos va a pasear su mercancía por nuestras narices.

Hay mucho que negociar con Marruecos. Empezando por la reapertura de la frontera con las ciudades autónomas y pasando por la avalancha migratoria que ha estado llegando a Canarias a lo largo de este año.

Pero todos esos temas importantes tendrán que esperar. Y por primera vez, en mucho tiempo, estoy de acuerdo con el Gobierno de España en aplazar la RAN. No podemos darle a Marruecos la esperanza de que se puede hacer con un territorio que no le pertenece con una Marcha Verde y unos cuantos coqueteos diplomáticos.

Podemos negociar, pero sin claudicar. No hay que ir tan lejos para bajarse los pantalones.

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