Ya están de vuelta en Melilla los participantes en el Programa de Inmersión Lingüística del IES Rusadir. Se trata de los veinticuatro alumnos de 2º de ESO, que partieron rumbo a Priego de Cuenca el pasado 29 de octubre.
Los jóvenes han estado alojados en el Centro de Aire Libre YMCA, donde han realizado actividades tan diversas como la creación de cuentos, juegos sobre cine, bailes tradicionales, búsqueda del tesoro o conocimiento del entorno.
El grupo de estudiantes fue becado por el Ministerio de Educación y Formación profesional (MEyFP), ya que la actividad se enmarca en el Programa de Inmersión Lingüística; y, además, han podido viajar gracias al apoyo de la Consejería de Educación de la Ciudad Autónoma de Melilla.
Según ha explicado Noelia Gámez, profesora responsable de Programas Europeos del IES Rusadir, las actividades se han basado en trabajar la cultura y tradiciones de los países de habla inglesa más importantes. Así, se dedicó un día a Reino Unido, otro a Irlanda, otro a Estados Unidos, otro a Nueva Zelanda y, por último, a Australia. En el caso de Australia, por ejemplo, aprendieron a bailar el haka, una danza guerrera maorí.
De este modo, mediante actividades lúdicas, los jóvenes han trabajado en proyectos y en la preparación de una exposición, y todo ello intercalado con visitas como la que hicieron al río Escabas acompañada de cuatro horas de senderismo, o la visita a Cuenca.
También han disfrutado de horas libres en las que han podido aprender juegos populares, además de practicar deportes al uso como baloncesto, voleibol o fútbol. Y todas las noches se organizaba una velada lúdica.
Los estudiantes melillenses han compartido experiencia con alumnos del IES Miguel de Cervantes de Lucena, Córdoba, con los que, según Noelia Gámez, han congeniado estupendamente. “Nuestros chicos les enseñaron bailes rifeños y los cordobeses les enseñaron a ellos a bailar sevillanas, y todos acabaron bailando hiphop”, ha explicado. Se puede decir que “ha habido una gran hermandad”.
Para Noelia Gámez, lo más importante es que de esta experiencia “se llevan valores tan importantes como la amistad y convivencia”.
Además, han aprendido a ser más independientes, porque tenían que cumplir rutinas como recoger la mesa, ordenar la habitación o reciclar; han comido de forma saludable, sin tomar refrescos; y han jugado al aire libre, dejando de lado el teléfono móvil. “Les ha cambiado la vida”, asevera.
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