Esta pandemia de COVID-19 no es la única enfermedad que ha dejado aislada a Melilla con el país vecino. En 1971 los melillenses sufrieron alguna que otra carencia por el cólera. La frontera que había en aquel entonces se cerró y con este gesto no hubo forma de que entrara el pescado, la verdura o la fruta, como ocurre hoy en día, aunque las cuatro personas con las que hemos hablando desde el periódico para rememorar aquella época aseguran que nada tiene que ver con la situación actual.
Para empezar, el cólera cerró la frontera con Marruecos, pero las comunicaciones de pasajeros con la península no estaban restringidas como ahora. Y en cuanto a las provisiones de alimentos, como el pescado y fruta llegaban de otras regiones españolas, aunque hay diferentes impresiones sobre el tema según sus vivencias. El cronista oficial de la Ciudad, Antonio Bravo, explica que tenía 10 años cuando ocurrió esto y que les tocó racionar las verduras y las frutas porque no había muchas. Aseguró que antes todo venía de Marruecos y el recuerdo que él tiene es que faltaban muchas cosas, por lo que aquellos años no tienen nada que ver con la situación actual en la que hay abastecimiento de todos los productos.
También recuerda la angustia que se vivía en casa porque su padre trabajaba en el Hospital Militar. Allí tuvieron la prevención de dejar una zona preparada por si había muchos casos de cólera para poder atenderlos. Pero insistió en que fue su experiencia de un niño de 10 años. En el caso de Benito Gallardo, presidente de la Asociación de Estudios Melillenses, lo que recuerda de aquel año es que estaba en la Academia General Militar en Zaragoza y vino a Melilla a pasar la Navidad con su familia. Cuando se marchaba porque se le había acabado el permiso, tuvo que tomarse entre cuatro y cinco pastillas enormes delante de un policía.
Era obligatorio tomarse esa medicación para salir de la ciudad, según recuerda. Además, apuntó que los coches que se montaban en los barcos pasaban por la zona de pesaje por un recipiente donde había un líquido desinfectante. El artista melillense Francisco Ruiz Peinado explicó que su recuerdo es el de un joven de poco más de 20 años que estaba haciendo la mili. En aquel entonces no había valla como la actual ni se le parecía, así que las autoridades, para evitar que nadie entrara por el perímetro con frutas, verduras o pescado, utilizaron a los militares para vigilar la zona.
Cada ocho o nueve metros había un soldado. Pero esa experiencia duró poco para Peinado que encontró hueco en la banda de música del Ejército. Para el coordinador de actividades culturales de la UNED, Ángel Castro, no hubo ese desabastecimiento que recuerdan otros, pero sí que todo el mundo se quejaba de cómo sabían las verduras o las frutas porque se habían acostumbrado a los frutos marroquíes. Aunque la naranja viniera de Valencia, no les sabía tan bien como las de Marruecos. Ése es uno de los recuerdos que tiene. Además, subrayó que el tenía unos 17 años y formaba parte del equipo de waterpolo de la ciudad. Melilla iba a acoger un campeonato nacional de este deporte en el que iban a participar unos doce o catorce equipos y se tuvo que suspender. Finalmente se realizó en otra ciudad y no recuerda tener que tomarse ninguna pastilla para salir de la ciudad.
El campeonato sí que se celebró en la ciudad en el 72 o en el 73. Castro explicó que el cólera no era tan contagioso como esta pandemia que estamos sufriendo ahora. Subrayó que era algo endémico en Marruecos y al cerrar la frontera no llegó a extenderse en Melilla, que era ya una ciudad con buenas condiciones sanitarias. No obstante, también recuerda que algunos de sus amigos y amigas fueron enviados por sus padres a la península en previsión de que el cólera afectara a más población.
La valla, añadió Castro, era una alambrada que se había puesto en los 40 y que tenía como 30 años, por lo que no tenía nada que ver con la actual. No existía ese perímetro de seguridad que hay ahora y aseguró que se tuvo que utilizar a los soldados de la mili para hacer las guardias y evitar las entradas por ahí. Tampoco el paso fronterizo era como el actual, puesto que no había nunca cola nada más que los domingos cuando los melillenses regresaban de la Bocana.
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