Si las ventiscas más autoritarias daban la sensación de estar silbando a merced del Partido Republicano en las Elecciones Intermedias de Estados Unidos, la condenación histórica que confirma que un presidente en su primera gestión es diezmado en las Elecciones de medio mandato, la cota indiferente de aprobación de Joe Biden (1942-79 años) con la escabrosa inflación, una economía que parece encontrarse en la orilla de la recesión, más una tasa de criminalidad inquietante y una cifra récord de migrantes atravesando la frontera, difícilmente pueden pasar desapercibidos.
Da la impresión de que los electores la entrevieron como algo más que un refrendo al partido en el poder. Claro, que el nombramiento de un gran número de aspirantes republicanos extremistas y negacionistas electorales, así como de un diseño de gobierno poco clarificador, no queda otra para que la causa se transformase en una alternativa entre dos direcciones radicalmente discordantes.
Hoy por hoy, la integridad de los desarrollos electorales es una de las preocupaciones exclusivas de los demócratas. Mientras tanto, más de 300 postulantes republicanos estrechaban el rumor injustificable de la falacia electoral en 2020, lo que pronosticaría el afianzamiento en las instituciones de un modelo de conservador que no se confía, ni tampoco respeta la aplicación descentralizada del voto en una tierra que atesora dos siglos y medio de experiencia democrática. Ni que decir tiene, que la polarización estadounidense sobrepasa la piedra angular del sistema democrático, porque el porcentaje de votantes que depositan su confianza en la veracidad de los resultados es del 85% y la de los republicanos, menos de la mitad, o lo que es lo mismo, el 40%.
Y es que, aguardando al que de suponer será un combate incisivo en 2024, la predisposición en las legislativas parece ser la de un encasillamiento en toda regla. Cada fuerza política intenta apuntalarse en sus feudos concernientes.
El que sin recelo irrumpe como vencedor es el gobernador de Florida, Ron DeSantis (1978-44 años), el republicano más aplaudido de Estados Unidos después de Donald Trump (1946-76 años), y su potencial competidor en las primarias republicanas de 2024, fue reelegido por un margen más extenso que en 2018. Por aquel entonces, dominó por un margen del 0,4% de los votos, gracias al respaldo inigualable de Trump. Si bien, lo ha hecho con veinte puntos sobre Charlie Crist (1956-66 años).
Dadas las incuestionables pretensiones presidenciales de DeSantis, si su abrumador triunfo se armoniza con lo que parece ser una decepcionante representación del resto de republicanos, muchos de ellos en consonancia con Trump, este puede mostrarse como un momento aciago para el trumpismo.
El gobernador de Florida para el que el magnate ya ha estampado una afrenta personificada, tiene actualmente más lógicas que en ningún otro tiempo para lanzarse al escenario presidencial. Desde luego, su arenga poseía tintes populistas: “¡Jamás nos rendiremos frente a la turba woke! ¡Florida es la tumba del wokismo”, expresaba DeSantis en alusión al identitarismo de la izquierda.
En otras palabras: el trumpismo ha padecido otro varapalo en una de las carreras más disputadas, la del demócrata John Fetterman (1969-53 años) y el republicano Mehmet Öz (1960-62 años). El demócrata ha logrado su silla en el Senado a pesar de la acentuada campaña de Oz, distinguido por ser un afamado presentador de televisión y una de las apuestas de Trump. A decir verdad, los gobernadores republicanos de Georgia y Texas igualmente han asegurado sus deberes. El hado inacabable demócrata de Beto O’Rourke (1972-50 años), que constantemente evocó comandar el voto más variado en Texas, se ha vuelto a quedar en la cuneta.
Tras ver frustradas sus posibilidades en las elecciones al Senado en 2018 y a presidente en 2020, O’Rourke ha hecho lo propio con las elecciones a gobernador.
En paralelo, el olfato identitario obtuvo sus triunfos respectivos: primero, el demócrata Wes Moore (1978-44 años) será el primer gobernador afroamericano de Maryland y, segundo, la demócrata Maura Healey (1971-51 años) en Massachussets, la primera gobernadora manifiestamente lesbiana de Estados Unidos. Ambos han alterado la gama de sus estados, de republicano a demócrata.
Con lo cual, Estados Unidos emerge de las Elecciones Intermedias tal y como compareció: totalmente repartido. La consolidación de los resultados evidencia que tanto demócratas como republicanos se adjudican las principales instituciones en magnitudes parecidas, lo que augura dos años de legislatura claramente competitivos.
Esto no es ni mucho menos un contexto caprichoso, porque apenas han transcurrido pocas semanas, cuando Brasil proyectó otra demostración de polarización con el triunfo in extremis de la socialdemocracia de Lula da Silva (1945-77 años) sobre el depredador, ultraconservador y ultraderechista Jair Bolsonaro (1955-67 años).
"Hoy por hoy, un número significativo de votantes ha puesto freno al bando trumpista del Partido Republicano, consignando un incontestable recado de repulsa al extremismo y, al mismo tiempo, de esperanza a una administración que, aunque compartida, se agigante ejerciendo el bienestar colectivo"
A resultas de todo ello, el Partido Demócrata ha resistido todas las expectativas y se mantiene vivo en el alambre. Al menos, puede sentirse complacido porque su debacle presagiada en las urnas parece enfocada hacia un mínimo traspiés. Tal vez, ni eso. Cuanto menos, moralmente los demócratas pueden asegurarse un triunfo.
En estos intervalos precisos, la percepción imperante es que el Partido Demócrata ha salvado los muebles y que de aquí en adelante, todo puede ser mejorable, mientras sus contendientes se ven forzados a rascar algún escaño para tratar de conservar como buenamente pueden la imagen de que, si no se ha producido un reflujo rojo, al menos se origine un oleaje. Pero, ¿por qué cayendo por la mínima una institución crucial como es la Cámara de Representantes de Estados Unidos, los demócratas pueden dejar de percibir un pesado sofoco en el pecho?
No ha de soslayarse, que según el estudio oficial de Ipsos/Reuters los demócratas poseen un presidente escasamente popular con un índice de aceptación del 39%. Por otra parte, la inflación, el trabajo gubernamental de la crisis epidemiológica, la tasa del desempleo y la inseguridad ciudadana se habían convertido en caballos de batalla para los líderes secundarios, que la oposición ha empleado sin inconveniente alguno como arma arrojadiza de votos demócratas. Y por si no quedase aquí la cuestión, la tradición jugaba en su contra, porque las siglas de la máxima autoridad de la nación son las que peor paradas acaban en las Elecciones Intermedias.
En otro orden de cosas, porque existe una metamorfosis inexplorada que ha alterado considerablemente el escenario político. Para ser más preciso en lo fundamentado, en una veintena de Estados, los aspirantes demócratas han proyectado un indicador de confianza del 12,6% por encima de Biden.
Situaciones concretas como los de Maggie Hassan (1958-64 años), imponiéndose con un 10% de margen por encima de su contrincante republicano en New Hampshire, o la victoria de Raphael Warnock (1969-53 años) en Georgia, justifican que bastantes candidatos estatales se encuentran pisando los talones al inquilino de la Casa Blanca. O bien, éstos han desplegado un mayor entorno de sociabilidad con el electorado, o se han anticipado a votar contra los republicanos como un mal menor. Amén, que las urnas han ofrecido un trastazo a la doctrina antiabortista del Supremo que respaldan los conservadores. Conjuntamente, Vermont, California y Michigan, emitían su parecer sobre el derecho constitucional a la interrupción voluntaria del embarazo y los tres lo han admitido sin fisuras.
En el instante de escribir este artículo, se ha computado los 70 millones de votos depositados en las urnas, aunque aún faltan por recontarse los casi 44 millones de papeletas remitidas de modo anticipado, cuyo balance podría demorarse días e incluso semanas en distritos electorales enormemente competitivos.
Fundamentalmente, cuando la comprobación apunta a un desenlace disputado que impondrá no perder de vista cada sufragio, la tendencia sigue manteniéndose en una ventaja reñida en la Cámara del Congreso, mientras la disputa del Senado sigue en suspense, prácticamente en empate técnico. El cuadro del hemiciclo es similar al de estos dos últimos años.
En Estados Unidos, el conjunto poblacional comienza a movilizarse y es imaginable que los demócratas salgan algo reforzados de la convocatoria electoral, pero sobre todo, es el sistema demócrata en su totalidad el que sale más musculoso. También parece haberse activado el recado de que lo que se dilucidaba en los comicios era el porvenir de la democracia o el retorno del desconcierto.
Por el contrario, Trump, no parece que haya resuelto sus aspiraciones. Depositaba sus esperanzas en un cataclismo bochornoso de los demócratas y un enorme ascenso rojo, en el que brillaría hasta que previsiblemente informase de su pretensión a la presidencia. De hecho, muchos de sus patrocinadores han quedado por debajo de lo que esperaban alcanzar. A lo mejor le toque presentarse con la escalada DeSantis en su contra.
Como anteriormente expuse, el gobernador de Florida al que ha ignorado insistentemente tras tener conocimiento que presentará su propia candidatura republicana para las elecciones de 2024, ha sido el mejor parado entre los candidatos. Trump, que estaba dispuesto a echar las campanas al vuelo, ve deslucida su reaparición en la primera línea política de manera clamorosa.
Y eso, que la culminación del gobernador en Florida fue algo así como un ciclón que se originó velozmente, tan pronto como se clausuraron las urnas. No era uno cualquiera de los 39 puestos que estaban por resolverse. El asalto de DeSantis es la rúbrica como el aspirante número uno a las próximas elecciones presidenciales. De cara al amago sobre la democracia amilanada por los demócratas, DeSantis hizo alarde de su premio como el logrado de la libertad ‘sobre el autoritarismo médico’.
Recuérdese, que en él recayó la determinación de no tomar en cuenta las encomiendas sanitarias de la pandemia, proseguir con las puertas abiertas al turismo, contravenir el uso de las mascarillas, las distancias de seguridad o la obligatoriedad de la gestión integral de la vacunación. En frases literales, “hemos aguantado como un faro de libertad para la gente a lo largo y ancho de este país y, de hecho, a través del mundo. Nos atacaron y aguantamos los golpes, batallamos las tormentas, aguantamos lo nuestro, no nos rendimos. Teníamos la convicción que nos guiaba y el valor de liderar”.
El coste no ha podido ser otro: más de 80.000 fallecimientos por el COVID-19 en Florida desde los primeros coletazos del virus, y todavía a estas alturas del lugar superaba por tercer mes consecutivo a todo el país en el guarismo de víctimas, pero los votantes no se lo han tenido en cuenta.
En su controversia ideológica contra la doctrina woke que declaró haber derrotado, el Gobierno de DeSantis ha favorecido el derecho de los padres, al no consentir que en los centros escolares se haga mención a la homosexualidad; además, de sentenciar a las multinacionales como Disney que le reprocharon por ello desposeyéndoles de sus privilegios fiscales para que sirva de agravio a otras entidades.
Su triunfo contundente ha encaramado a otras figuras destacadas del partido, como el senador Marco Rubio (1971-51 años), que obtuvo su tercer mandato por un margen más amplio que los precedentes, incluso en condados regularmente demócratas como el de Miami.
No cabe duda, que los republicanos han recogido el testigo del desafío demócrata y lo han convertido en un referéndum sobre la gestión de Biden y las ofertas de los extremistas de lo que queda por hacer. “Creo firmemente que la supervivencia del experimento estadounidense requiere un renacer de los verdaderos principios americanos”, argumentaba DeSantis en los que, sin titubeos, será el programa de su campaña presidencial. “Nunca nos rendiremos ante la muchedumbre woke”, propuso.
Hay que matizar, que ‘woke’ es un término con el que básicamente se encasilla en Estados Unidos a los movimientos de denuncia contra el racismo, pero desde 2020 los más conservadores lo adoptan de manera despectiva para precisar a los grupos de izquierda, progresistas y, generalmente, a los valedores de ideales como los derechos del colectivo LGTBI o las minorías étnicas.
“Estados Unidos emerge de las Elecciones Intermedias tal y como compareció: totalmente repartido. La consolidación de los resultados evidencia que tanto demócratas como republicanos se adjudican las principales instituciones en magnitudes parecidas, lo que augura dos años de legislatura claramente competitivos"
Un poco más a lo alto, en el Estado fronterizo de Georgia, la primera congresista partidaria de QAnon, Marjorie Taylor Greene (1974-48 años), la única a la que el Congreso quitó en los comités por sus aseveraciones incitantes a la violencia y las teorías de la conspiración, se convirtió en otras de las ganadoras.
Greene, convencida que los atentados terroristas del 11-S fueron un artificio; al igual, que el tiroteo estudiantil de Parkland el 14/II/2018, una artimaña para promover medidas de control de armas, o los fuegos que arrasan California, producto de la utilización de láseres dirigidos por la dinastía judeoalemán de los Rothschild. Tan imbuida estaba de su impulso en las urnas, que osó sugerir en la agenda al que puede ser el portavoz del Congreso, Kevin McCarthy (1965-57 años). Igualmente, en ese mismo Estado, el gobernador Brian Kemp (1963-59 años) vencía a la afroamericana Stacey Abrams (1973-48 años).
A la par, hay que referirse a la batalla vivida en Nueva York, porque el gobernador de Texas, Greg Abbott (1957-64 años), derrotó plácidamente a su competidor demócrata, el ya citado ex congresista Beto O’Rourke. Del mismo modo, el Partido Demócrata ha puesto en Maryland al primer gobernador afroamericano del Estado en el retrato de Wes Moore, como al gobernador de Colorado, Michael Bennett (1964-57 años), para un tercer mandato y, por quinta vez, al líder del Senado Chuck Schumer (1950-71 años).
El bálsamo llegó con el plácido triunfo de la gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul (1958-64 años), que a pesar de llegar a las urnas con su adversario republicano pisándole los talones, se valió del aliento que le facilitaron los pesos pesados, desde Bill Clinton (1946-76 años) hasta el propio Biden.
La agencia de noticias ‘The Associated Press’ ha corroborado la victoria del demócrata Josh Shapiro (1973-49 años) como gobernador, que disputaba con Doug Mastriano (1964-58 años), un republicano acérrimo de Trump, que en 2020 pretendió revocar los resultados de su territorio. Sin dejar en el tintero, que sufragó varios autobuses para transportar a incondicionales del expresidente a Washington el 6/I/2021, al objeto de intervenir en la manifestación que siguió al abordaje del Capitolio.
De cualquier manera, los más cautos tienen sus miradas puestas en el Senado, pero sobre todo, en la Cámara de Representantes. En una primera ojeada resalta que los demócratas han ganado en Nueva York, Pensilvania, Michigan, California, Colorado, Massachusetts, Vermont y New Hampshire. Por otro lado, los republicanos han conquistado importantes posiciones en el terreno como Ohio, Georgia, Carolina del Sur, Florida, Kentucky y Texas. Debiendo prestar especial deferencia al distrito de Virginia, al contemplarse como el termómetro de la revivificación republicana.
Veamos sucintamente el Estado occidental de California, donde nada más cerrarse la votación los demócratas se llevaron el gato al agua con relativa comodidad: el gobernador Gavin Newsom (1967-55 años), en su reelección, superó con creces al republicano Brian Dahle (1965-57 años) y Alex Padilla (1973-49 años), primer senador latino en California, derrotó ampliamente al republicano Mark Meuser en un Estado con un 40% de población hispana. Padilla fue designado por Newsom para desempeñar la vacante de Kamala Harris (1964-58 años), en este momento vicepresidenta de Estados Unidos.
En otros de los duelos anticipados, en Ohio, el aspirante republicano J.D. Vance (1984-38 años) le quitó el escaño al demócrata Tim Ryan (1973-49 años), un descalabro que problematiza a este partido la posibilidad de incrementar su superioridad en la Cámara Alta. Ensoberbecido por los demócratas, Vance ha infundado una pelea más férrea de lo esperado en un Estado que desde las últimas elecciones se ha desnivelado cada vez más hacia los republicanos.
En Carolina del Sur, ‘The Associated Press’ otorgó al republicano Tim Scott (1965-57 años) el asiento para el Senado, mientras el demócrata Peter Welch (1947-75 años) fue elegido por Vermont. En sus primeras explicaciones tras saber su ratificación para la Cámara Alta, el afroamericano Scott sugirió la viabilidad de presentar su candidatura a la presidencia de Estados Unidos, en la que tendría que luchar lo más presumible ante Trump.
Asimismo, en el Estado de Nueva York, los demócratas dominaron con amplitud en victorias deseadas como la del senador Chuck Schumer (1950-71 años), cuyo protagonismo de la Cámara estaba en suspense. La congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez (1989-33 años) obtuvo la victoria con holgura, en una proporción de cerca de dos a uno. Junto a ella, el denominado ‘escuadrón demócrata progresista’ ganó en Massachusetts, Minnesota, Missouri y Michigan.
Mientras que en el Estado ubicado más al sureste de los Estados Unidos, Florida, el senador Marco Rubio (1971-51 años) abanderó la supremacía republicana, venciendo en su reelección al senado contra la demócrata Val Demings (1957-65 años). Con todo, el asombro surgió en el demócrata Maxwell Alejandro Frost (1997-25 años), al erigirse en el primer componente de la Generación Z en la Cámara de Representantes, enfilando su tarea en el derecho al aborto y el seguro médico universal.
En resumen, la deducción irrevocable es que Trump, quien ha transmitido indicios de que en breve avisará que se postulará para la presidencia en 2024, es una carga pesada y digamos que un lastre, para una fuerza política que solo en una ocasión desde 1988 recibió la mayoría popular. Es sabido que nadie espolea el pulso colectivo de la base republicana como Trump, pero es un hándicap para los ciudadanos independientes, si esos votantes aún concurren y el esperado vaivén repentino hacia la derecha en el voto fue una de las muchas particularidades donde las encuestas se confundieron en las últimas semanas de la campaña de 2022.
Los sondeos iniciales de votantes elaboradas por AP VoteCast, muestran que los independientes constituyeron, poco más o menos, un tercio del electorado y se distribuyeron casi en partes iguales entre los dos partidos.
En consecuencia, la dicotomía reinante del grupo de personas con derecho a voto pone contra las cuerdas a los Estados Unidos a la ingobernabilidad, porque los republicanos se convulsionan en acciones internas para contrastar a los círculos trumpistas, mientras la hoja de ruta de Biden queda en entredicho.
Si acaso, un número significativo de votantes ha puesto freno al bando trumpista del Partido Republicano, consignando un incontestable recado de repulsa al extremismo y, al mismo tiempo, de esperanza a una administración que, aunque compartida, se agigante ejerciendo el bienestar colectivo.
Aunque de momento los demócratas han conseguido sortear la catástrofe aventurada, también habrían de entrever en los resultados el menester de una reevaluación consistente: el pragmatismo, la moderación y, sobre todo, cultivar unos vínculos profundos con quiénes acuden a las urnas para convenir una receta que le aúpe a la victoria.
A groso modo, la disrupción que acompaña a los resultados imprime la ruptura de cuantiosos electores en las conductas arrogantes y altaneras inspiradas por el expresidente Trump. De ahí, que las autoridades electas asuman el compromiso de renunciar a la desinformación y elocuencia belicosa y deshumanizante contra quienes discrepan los valores democráticos.
Sin embargo, el destello tenebroso de Trump que lleva dos años sublimando las candidaturas de sus socios, ha sobrevolado furtivamente sobre los comicios. Un encuentro con fragancia a sutileza de cara a la galería de las próximas presidenciales, como si ambas fuerzas concéntricas previnieran a sus huestes y piezas de artillería para el auténtico golpe de mano que se desencadenará en 2024.
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