Poco después de las dos de la tarde de ayer todas las entradas de los dos conciertos que Raphael ofrecerá en Melilla estaban agotadas. Se cumplieron todas las expectativas, aunque en el Gobierno local temieran que con el artista de Linares viniera a pasar lo mismo que con Alejandro Sanz, cuyo concierto se previó para unas diez mil personas y finalmente sólo consiguió aglutinar un aforo de unas cuatro mil.
Poner el adverbio 'sólo' ante una cifra tan abultada para Melilla, no es ninguna tontería. En mi opinión, con Alejandro Sanz se sobrepasaron las expectativas y con Raphael se ha sido demasiado cauteloso, teniendo en cuenta que el aforo del nuevo Kursaal no alcanza las 800 localidades.
Ayer, en el Ejecutivo de la Ciudad se barajaba la conveniencia de intentar promover un tercer concierto. De hecho, el cantante no tiene otra gala hasta el día 29 en Lleida, lo que quizás permitiría que el lunes 24 de octubre también actuase en nuestra ciudad.
Todo está por ver, pero aunque fuese engorroso para quienes han guardado cola con el fin de conseguir unas entradas que, a la postre, no serán tan buenas como las que puedan adquirir quienes pudieran optar a un posible tercer concierto, ayer mereció la pena guardar cola o al menos comprar alguna de anfiteatro pasado ya el mediodía.
Fue mi caso y no fue mucha la cola que tuve que guardar. Otras obligaciones me impidieron organizarme para poder echarle al empeño mucho más tiempo.
El presidente Imbroda quiso dar ejemplo y se mantuvo tres horas esperando su turno para poder sacar sus entradas. Comentó que su cargo no lleva aparejado que tengan que sacárselas. En realidad, creo que sí lo lleva, porque sus obligaciones son tantas que está exento y lleno de disculpas para enviar a un tercero con menos ocupaciones que él.
De todas formas, se comprende su gesto, dados los recelos que siempre se generan en torno a las representaciones teatrales que asiduamente suelen ofrecerse en Melilla en los últimos años y que sin levantar tanta expectación como el concierto de Raphael, también cuelgan siempre el cartel de “entradas agotadas”.
Es verdad que el coste de las localidades para ir al teatro es mucho más bajo que el del gran cantante que ha interpretado muchas de las melodías de nuestra vida y que en Melilla vamos a disfrutar a unos precios mucho más baratos que el fijado para la mayoría de sus conciertos en la Península. 'No soy aquel' o 'Que sabe nadie' constituyen auténticos emblemas de una voz prodigiosa, con una capacidad única para la interpretación musical y un estilo tan singular como personal.
Raphael no viene a cantarnos los grandes éxitos de su carrera sino su último y triple disco 'Te llevo en el corazón”, de tangos, boleros y rancheras. Unos estilos musicales que, especialmente en el caso del tango, demuestran no ser su fuerte, pero que finamente recrea con tanta garra y particularidad que constituyen una gran obra de interpretación, indispensable en cualquier discografía que se precie.
Los que como yo todavía no convivimos del todo con los MP3 y encontramos en los discos originales una fuente añadida de gusto y culto por la música, hemos disfrutado tanto de ese disco como de su presentación en CD, con registro de todos los autores de las canciones, de los arreglos musicales para la versión propia de Raphael; detalles de culto que se pueden encontrar también en Internet pero que suelen perderse con la descarga de canciones, una vez se incorporan a las discotecas particulares.
Desconozco qué selección ofrecerá de una obra tan extensa, en la que no falta el tango 'Cambalache', el bolero 'Historia de un Amor' o la ranchera 'La media vuelta', por citar sólo algunas de las casi cuarenta canciones de lo que ahora se llama un strong para aludir a un album triple.
Que Raphael venga a Melilla es una puesta de largo para el nuevo Kursaal, que ya ha albergado otras grandes actuaciones pero ninguna pienso del alcance y relevancia del gran cantante jienense, voz internacional española donde las haya, en clara competencia con Julio Iglesias en lo que a su proyección mundial se refiere.
Raphael ha hecho de su carrera una expresión de su propia forma de entender la vida, entregada a la profesión sin necesidad de explotación banal de la popularidad en aras a una fama que sólo se ha ganado a pulso con mucha entrega, dedicación y disciplina.
Su vida ha trascurrido desde muy pequeño en pro de la música y el espectáculo. Casado con Natalia Figueroa, ha sabido preservar siempre su faceta privada, incluso en los momentos bajos que acabaron resintiendo su salud y lo pusieron en el punto de mira.
Los próximos días 22 y 23 estará con los melillenses, pero no será la primera vez que lo haga. No he podido repasar con quien pudiera informarme de cuántas veces ha venido a cantarnos, pero recuerdo haberlo visto en el Auditorium, siendo muy pequeña, tanto que quizás ni siquiera había nacido mi hermana Eva, 7 años menor que yo.
Me llevaban de la mano, por el Mantelete, y recuerdo que mis padres me decían que no dijera a las niñas del barrio donde iba, fuera a ponerlos en el compromiso de tener que llevarse a alguna más con ellos. Y es que Raphael está tan ligado a nuestras vidas que nadie como él para saber que sí, que el era aquél de mis gratos recuerdos familiares, cuando mis padres, más jóvenes de lo que yo soy ahora, aún tenían tanta vida por delante.
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