Miles de melillenses salieron a la calle en la noche de Viernes Santo para arropar a las tres cofradías que realizaban estación de penitencia y, en cierto modo, resarcirse del frustrado Jueves Santo que la cambiante climatología imperante en esta Semana Santa impuso a todo el movimiento cofrade y a la ciudad en general. Los seis días santos que han transcurrido desde el lunes hasta el viernes pasado se han vivido con una intensidad irregular pero de forma creciente, a pesar de la lluvia y de la amenaza de nuevos aguaceros que cubrió de agua la procesión del Cautivo y el Rocío, impidió la salida del Flagelado y el Mayor Dolor, y acotó a una breve estación de penitencia por la Plaza de Menéndez Pelayo la salida del Cristo de la Paz.
A pesar de todo ello, el Viernes Santo resultó pletórico para grandeza de una Semana Santa, la nuestra, cada año más variada y singular, hija de tantos estilos como influencias diversas le llegan de toda la geografía española.
Nuestra Semana Santa está creciendo palpablemente: ha sabido incorporar al inmigrante, cantar a nuestra multiculturalidad, reinventarse a sí misma y liberar a un preso, ayudándolo a salir adelante en la vida una vez obtenida su libertad condicional.
Tras más de un cuarto de siglo largo desde que se recuperara y dejara atrás los siete años de sequía y sin procesiones en Melilla, se ha consolidado sin lugar a dudas.
Y lo ha hecho además con un carácter, como digo, cada vez más propio, gracias al buen tino de nuestras Cofradías y la capacidad ecuménica de grandes cofrades como Carlos Castañeda, que el Viernes Santo por la noche supo cantarle a los “cirineos del siglo XXI”, a los melillenses que sin distinción de credo se suman respetuosos a nuestros pasos procesionales, sirviéndoles incluso de costaleros, acompañando a las imágenes o dando los aldabonazos para que los pasos salgan, tal cual sucedió con el secretario de la comunidad hindú, Ramesh Ramchand, con ocasión de la salida en procesión de la Virgen de la Soledad.
Castañeda nos emocionó el pasado año con su pregón al Cristo Humillado, al que rezó en todas las lenguas de las distintas culturas y confesiones que conforman Melilla. El Viernes por la noche, con su pregón de desagravio a ‘La Señora de Melilla’, volvió a hacerlo, dando cuenta de su maestría como cristiano y también como cofrade.
Me pregunto para cuándo Castañeda hará el gran resumen histórico de nuestras Cofradías y Semana Santa. Sé que está delicado de salud, pero también sé de su mucha capacidad.
De la Semana Santa de Melilla hay muchos trabajos sueltos, artículos de prensa, pero no un libro global que reúna todo cuánto se sabe, todo cuánto sabe al menos Carlos Castañeda, que prácticamente sabe a la perfección de sus orígenes, sus antecedentes e historia de las imágenes más antiguas. Todo en suma cuanto hay que saber.
Hoy, si el tiempo no lo impide y parece que no va a impedirlo, la Procesión del Encuentro está llamada a poner un brillante broche de oro a una Semana Santa que, salvo las inclemencias meteorológicas y amenazas finalmente solventadas por causa de la eterna falta de portadores, no ha notado el éxodo masivo de melillenses en el mucho público que el pasado Viernes Santo acudió a ver sus pasos procesionales y que el Jueves Santo también anduvo arropando al movimiento cofrade.
Nuestra Semana Santa, como he escrito mil veces, es signo de nuestra identidad como pueblo, de nuestro carácter melillense. Ni es un signo único ni tampoco es un signo excluyente, pero sí es expresión viva de una ciudad que tiene en gran parte de su comunidad mayoritaria un ejercicio activo de la fe cristiana y, sobre todo, una cultura y una forma de entender la vida en gran medida inspirada por el cristianismo.
Las nuevas tendencias buscando promover desde esa fe el mayor diálogo interreligioso entre los melillenses, no sólo son prueba de la evolución misma de Melilla hacia el aperturismo, el mayor eclecticismo y la mayor convivencia entre sus gentes; es, como dijo Castañeda en su pregón, una razón más para sentirnos orgullosos de poder servir de ejemplo al resto del mundo, lo que en estos tiempos de pretendido choque de civilizaciones es mucho más que un valor en alza para convertirse en una referencia tan loable como necesaria.
Una vez más, nuestra felicitación al movimiento cofrade por seguir logrando que nuestra Semana Santa no sólo sea un ejercicio de fe para los cristianos y una gran belleza plástica para los no creyentes o agnósticos. Siendo mucho esto que digo, no deja de serlo pero se engrandece aún más cuando con nuestras procesiones el movimiento cofrade también logra y trabaja por un diálogo interreligioso más activo y acorde con la realidad melillense.
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