La comunidad musulmana de Melilla celebra desde este domingo el mes sagrado de Ramadán, marcado, como de costumbre, por el ayuno, las reuniones familiares, la alegría, la fiesta y las ganas de ayudar a quienes más necesitan en estos momentos una mano amiga.
Si en los dos últimos dos años, esta celebración estuvo condicionada en Melilla por las restricciones derivadas de la pandemia del coronavirus que limitaron las reuniones familiares, en esta ocasión son los altos precios, el elemento diferenciador.
Los musulmanes de Melilla celebran su mes sagrado con la inflación interanual rozando el 10%. Los precios están por las nubes en productos básicos en la cesta de la compra y en la dieta melillense como el aceite, el pescado, la harina, las verduras, la carne o las especias.
La comunidad musulmana no renuncia a celebrar este Ramadán en familia, pero las familias se lo piensan a la hora de tirar la casa por la ventana y los comerciantes de la zona del Rastro lo notan. El sábado hubo mucho movimiento en torno al Mercado Central, pero este lunes la cosa había amainado.
A pesar de los pesares, la tradición sigue más viva que nunca en Melilla. Es tiempo de fraternizar y de compartir sin perder de vista que la pandemia sigue aquí y que necesitamos ser prudentes para cuidarnos todos, especialmente a nuestros mayores, que son los más vulnerables ante el virus. Hay que celebrar, pensando en que el covid no se ha ido si bien ya no mantiene tensionado nuestro sistema de salud.
Por tercer año consecutivo, el Ramadán se celebra en nuestra ciudad con la frontera de Beni Enzar cerrada a cal y canto. Los melillenses esperábamos como agua de mayo que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, hubiera ido a Marruecos este 1 de abril a cerrar la fecha de la reapertura de los pasos fronterizos, pero el rey Mohamed VI canceló viaje porque supuestamente va a invitar a Pedro Sánchez a visitarle en Rabat en tiempos de Ramadán.
Es todo un detalle y, sin dudas, una buena noticia para Melilla. Que el monarca atienda a Sánchez en este mes tan especial es señal de que algo se ha avanzado en las relaciones diplomáticas entre los dos países.
Y eso es bueno, sobre todo, para las familias melillenses que en fechas como ésta tienen que celebrar por separado porque la verja está cerrada. Es otro año más de separación y nostalgia. Pero nada, ni siquiera eso, nos quita la sonrisa.
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