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Rajoy y las aspiraciones de Melilla

Mariano Rajoy llega hoy a Melilla. Se trata del presidente de un partido nacional con opción de Gobierno que más veces ha visitado nuestra ciudad. No sólo en su condición actual de principal líder del Partido Popular, sino desde antes de que el mismo partido llegara al Gobierno de la Nación y José María Aznar lo designara, entre otras funciones, como ministro encargado de atender especialmente los asuntos de Melilla.
Rajoy llevó cabo el proceso de transferencias competenciales a nuestra nueva Ciudad Autónoma en el segundo lustro de la década de los 90. Conoce perfectamente la realidad de Melilla y a muchos melillenses y es consciente de que nuestra ciudad necesita de un plus en la política de Estado si se quiere apostar por nosotros, porque en la lejanía, cada vez más relativa en este mundo globalizado, aún podemos quedarnos más descolgados, como de hecho todavía lo estamos respecto del mayor grado de desarrollo y avance en el conjunto de nuestro país, a pesar de la crisis y de la situación de casi ruina a la que nos ha conducido el Gobierno  Zapatero.
Tuve la oportunidad de decírselo en uno de sus recientes y anteriores viajes. Le pedí que hiciera algo por nosotros, que no nos dejara a nuestra suerte, sin apostar por proyectos que, aunque susceptibles de debate y discusión como el de ampliación del puerto – por poner un ejemplo válido- al menos constituye una alternativa de futuro para la maltrecha economía melillense.
Melilla no es una cuestión de Estado ni una cuestión prioritaria para el Gobierno nacional -como suelen venirnos a decir los altos cargos gubernativos del Ejecutivo Zapatero cuando pisan nuestra tierra-, que en el supuesto beneficio por tan especial consideración no obtenga mayor ventaja que los citados títulos, sin contenido que los acompañe.
Nuestra ciudad tiene una importancia geoestratégica indiscutible para España y el conjunto de Europa, pero es sobre todo un puente potencialmente muy válido para propagar el desarrollo necesario en el entorno del propio continente europeo al que políticamente pertenecemos. Esto, que hasta ahora se ha ignorado, que la propia Europa no es capaz de ver aún en toda su valía, es en parte culpa nuestra, a pesar de los remedos que andamos poniendo con iniciativas muy plausibles como las que anda encabezando el presidente de la Ciudad y, en representación suya, el consejero de Presidencia, El Barkani, en distintos foros europeos.
Más allá de nuestra responsabilidad, la principal causa de la falta de proyección europea de Melilla hay que buscarla en la Administración central y, en concreto, en los Gobiernos nacionales de nuestro país, que no han trabajado como debieran en el mismo sentido y menos aún cuando se han comenzado a dar las condiciones óptimas para ello, al albur de la construcción de la nueva Europa en el marco del Tratado de Lisboa.
Sencillamente, resulta frustrante que altos cargos de nuestra administración, como el secretario de Estado para Asuntos Europeos, López Garrido, nos viniera a decir, tal cual me contestó en una rueda de prensa en Madrid con ocasión de la presidencia española de la UE, que Melilla ya había recibido muchos fondos europeos y que, efectivamente, se trabajaría para que no perdiésemos del todo las ayudas, pero que debíamos entender que ya nos habíamos visto muy beneficiados por la Unión Europea.
Cuento esta conversación con López Garrido porque para mí fue expresiva de la falta de alcance y visión de lo que es Melilla y lo que podría ser en el siempre conflictivo marco del Magreb cercano, por mucho que nuestro vecino marroquí sea un socio externo con un estatus avanzado en el marco de la actual y nueva UE.
Melilla es la puerta de Europa hacia África. Debemos dejar de ser la puerta de África hacia Europa, en esta franja de cancerberos que restringen a nuestra ciudad el papel añadido de confinamiento exasperante para inmigrantes que buscan una vida mejor. Hay que invertir nuestra realidad con una proyección distinta, en un mundo globalizado donde Europa puede ser nuestro principal garante y, al par, el negociador superior frente a terceros países que no pueden ni deben olvidar que, al hablar de Melilla y Ceuta, están hablando también de la misma Europa con la que ya tienen acuerdos preferentes.
Pero todo lo que aquí expongo no será nunca posible si nosotros mismos para empezar no estamos convencidos de ello. En este estadio, creo que el PP local y el Gobierno Imbroda sí lo tienen bien claro, pero nos falta que en la misma medida lo tengan todos los poderes del Estado español y especialmente el Gobierno de la Nación. No puede ser, como ha sucedido con el Gobierno Zapatero, que los compromisos adquiridos se queden en  buenas palabras.
Creo, sinceramente, que Mariano Rajoy es capaz de entender nuestras aspiraciones y que su compromiso con Melilla es muy superior al que hoy en día pueda tener cualquier otro dirigente de un partido nacional con posibilidades de Gobierno. Lo digo y lo suscribo públicamente porque estoy convencida, al margen incluso de mis inclinaciones políticas más personales.

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