Categorías: Sociedad

Rabat exige 500 € a los africanos que entran por su frontera con Mauritania

Las autoridades mauritanas han empezado a tomar medidas para frenar el flujo migratorio.

Mauritania ha empezado a tomar medidas para frenar el flujo irregular de personas hacia Marruecos desde sus fronteras y ha amenazado con sanciones a aquellos que se benefician económicamente de los inmigrantes clandestinos que intentan cruzar al país vecino con destino a Europa.
Según explicó una fuente de seguridad mauritana en la frontera entre estos dos países, la Policía marroquí ha comenzado a exigir a los africanos que cruzan al territorio saharaui administrado por Marruecos, que dispongan de un mínimo de 500 euros.
Esa medida ha hecho que muchos contrabandistas de personas hagan negocio prestando dinero a las personas que carecen de dicha suma y a quienes obligan a devolver el dinero con intereses una vez que llegan a Marruecos.
Ante esta situación, en los últimos días, las autoridades mauritanas han tomado las riendas para erradicar este fenómeno y han amenazado con sanciones, que no han especificado, a todo aquel que facilite a los inmigrantes la entrada a Marruecos.
Una fuente oficial en Nuadibú, situada a 470 kilómetros al norte de Nuakchot (capital de Mauritania), explicó que la medida de las autoridades mauritanas se ha tomado después de que varios grupos de subsaharianos regresasen a esta urbe tras ser rechazados por los marroquíes en la frontera.

Inmigrantes en ‘tierra de nadie’
Situada a 55 kilómetros al norte de Nuadibú, Esentur es la localidad mauritana más próxima al territorio administrado por Marruecos y se encuentra a unos cuatro kilómetros al sudeste del punto fronterizo de Bir Guenduz. Una distancia en tierra de nadie, donde se reagrupan muchas veces los inmigrantes rechazados por Marruecos y Mauritania.
Antes de la aplicación de las nuevas medidas exigidas por Marruecos, unos 40 subsaharianos, principalmente senegaleses y malienses que no necesitan visado para entrar en Marruecos, atravesaban a diario la frontera común.
Este recorrido se realiza fácilmente por la carretera asfaltada a lo largo de toda la zona de tránsito y representa para muchos subsaharianos clandestinos la mejor opción para alcanzar Marruecos y después intentar llegar a España.
Otra de las opciones de los inmigrantes clandestinos es atravesar la frontera con Argelia o los territorios saharauis controlados por el Frente Polisario y situados en el extremo noreste del país, pero el peligro de perderse o morir de sed en esta inmensa región deshabitada hacen que esta elección no sea muy frecuente.
En años anteriores, las costas mauritanas eran habitual punto de partida de los cayucos en los que los inmigrantes del África negra viajaban hacia España, pero la cooperación policial hispano-mauritana y la puntillosa vigilancia de las costas terminó prácticamente con el problema en 2008.
Muchas personas que utilizaron entonces los cayucos murieron en las profundidades del mar después de sufrir penurias provocadas por la falta de carburante o la destrucción de sus embarcaciones por el oleaje.

Sólo seis personas en pateras
El presidente mauritano, Mohamed Uld Abdel Aziz, afirmó ayer en Nuadibú que en 2013 sólo seis personas consiguieron alcanzar las costas españolas utilizando los cayucos.
Aún así, el mes pasado España y Mauritania firmaron un acuerdo para hacer frente a la inmigración irregular que establece, entre otras medidas, reforzar el número de agentes que vigilan los intentos de entrada por mar de inmigrantes en las Islas Canarias, así como la creación de patrullas mixtas de vigilancia terrestre.
Cada semana, según el presidente, unos 5.000 extranjeros entran en Mauritania y salen unos 3.000 (aunque no indicó cuál es su destino y si regresan o no a sus países de origen), lo que dejaría un saldo migratorio neto de 2.000 por semana. Unas cifras muy altas para un país con 3,5 millones de habitantes.
No hay que olvidar que el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha dicho que 80.000 inmigrantes esperan la oportunidad de entrar en España. La mitad de ellos, en Mauritania.

 

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